La historia de la Ciudad de México puede entenderse a través de sus mapas: desde el de Nuremberg (considerado el primero que retrató a México Tenochtitlan, en 1524, y que reflejó el crecimiento de la urbe sobre un lago) hasta los que muestran cómo se extendió la población de una ciudad que hoy cuenta con más de ocho millones de habitantes y mil 813 colonias, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía.
Pero si de mapas se trata, hay otro que durante décadas nos permitió a los chilangos llegar de un lugar a otro, nos ubicó y nos dio la sensación de que la capital cabía en la palma de una mano: la Guía Roji.
Todo comenzó en 1928 con don Joaquín Palacios Roji, quien empezó con la elaboración del libro en formato vertical y empastado firme. Él era un sastre educado en Nueva York cuyo pasatiempo era la cartografía, hasta que, pasada la Revolución Mexicana, regresó a la ciudad, salió de su casa ubicada en la calle 1 de Mayo en el barrio de Tacubaya, y empezó a dibujar.
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Caminó calle por calle, trazó las diagonales, cerradas, glorietas y avenidas que caracterizan a la ciudad, respetó la anchura de las calles y, libreta en mano, se subió a las 16 rutas de tranvías que existieron durante los primeros 50 años del siglo XX. En esos recorridos empezó a darles forma a los mapas urbanos que en los últimos 90 años nos han explicado el crecimiento de la ciudad.
Joaquín y Alfredo Palacios Roji, nietos del fundador, cuentan a Chilango que lo que empezaba en un cuaderno se traducía a las escalas que usan los sastres a través de herramientas con formas a medio camino entre un compás y un reloj gigante. Su primera tecnología, instalada en el sótano de su casa, consistía en una mesa de 2×2 metros con un hueco en medio que funcionaba como eje y dos brazos como manecillas que eran líneas de proyección: con una remarcaba el dibujo y con la otra se reproducía a gran tamaño, para después imprimirlo con láminas de plomo, tal como se hacía con los periódicos: así surgió el primer mapa que reprodujo el Centro Histórico de una ciudad que apenas sobrepasaba un millón de habitantes.
A partir de los años 50, después de que se constituyeran como empresa, el hijo del fundador (el segundo Joaquín Palacios Roji) inició la modernización: en la colonia Condesa contrataban a una persona que tenía una avioneta y que por costos de entre 60 mil y 120 mil pesos tomaba fotos aéreas que ponían de manifiesto el trazado y el crecimiento de la ciudad, lo que se traducía en que cada año se agregaran cien colonias al libro rojo.
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Una vez que se tenían esas imágenes, la tarea de cada año era pedirle a un equipo de 20 personas (entre ellas los hijos del dueño) que se dividieran en brigadas para recorrer a pie las calles de la capital y tener actualizados los nombres de las calles y la ubicación, tramo por tramo, de escuelas, iglesias, parques y mercados.
Además de las imágenes aéreas, los Roji compraron fotos a la NASA para tener el trazado exacto de la República Mexicana; también innovaron con técnicas como el scribing, que convertía los dibujos en negativos que después llevaban a la Imprenta Galas de México. Ya en los años 70 incluso rentaron una oficina en la calle de Colombia, en el Centro, donde instalaron una cámara con distintos lentes para tener reproducciones fotográficas del tamaño de un muro, lo que les permitía ampliar o reducir las imágenes que después los dibujantes trazaban, y las convertían en uno de los 107 planos que desde entonces forman la guía.
El declive inició en 2005: según cuentan Alfredo y Joaquín, ese año terminaron de digitalizar sus mapas y los vendieron en CD; sin embargo, la piratería los reprodujo para ofrecerlos en las calles, lo que coincidió con la llegada a México de un gigante: Google y su aplicación para ver mapas y planos en teléfonos y computadoras.
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A pesar de todo, la Guía Roji aún existe y busca inversionistas. Sigue siendo la compañera de repartidores, transportistas y choferes que recorren las carreteras del país. Es que los mapas no pasan de moda; como ha escrito el historiador Miguel León Portilla, “para los mexicanos de hoy el mapa es algo así como un antiguo retrato de familia; para las gentes de otros rumbos del mundo hay aquí un microcosmos abundante en sorpresas”.
Para ubicarse
La primera Guía Roji se imprimió en 1928 y desde entonces se han interrumpido las ediciones en dos ocasiones: en los años 1945 y 1946, por la escasez de papel tras la Segunda Guerra Mundial, y en 1981, por el control en la importación de papel en el sexenio de José López Portillo. En 2019 los problemas familiares provocaron un concurso mercantil y la quiebra de su facturadora.