Además de ser hogar del ajolote, Xochimilco es sede de la única fábrica de cubrebocas N95 de México, que se encargará de suministrar este material a todo el país, ya que, hasta antes de la puesta en marcha de esta fábrica, este tipo de mascarillas tenían que ser importados desde China, principalmente.
En esta fábrica, 25 trabajadores, a cargo de Alejandro Ramírez Reivich, del Centro de Diseño Mecánico e Innovación Tecnológica de la Facultad de Ingeniería de la UNAM, son capaces de producir hasta 40 mil piezas cada dia.
Chilango visitó la fábrica de cubrebocas N95 en la CDMX para saber qué tienen de especial estas mascarillas, que no incluyen adornos de Frozen o Shrek, como los que venden en cada esquina y esto fue lo que encontramos.
Así se hacen los cubrebocas N95 en la CDMX
Al escuchar la palabra “fábrica” de inmediato nos viene a la mente un lugar inmenso con máquinas sofisticadas y cientos de trabajadores, pero este lugar es diferente. La nueva Fábrica de Mascarillas de Protección y Alta Eficiencia N95 es un lugar de aproximadamente 60 metros cuadrados, donde 25 expertos producen 80 piezas por minuto.
El proceso de elaboración comienza cuando una máquina adhiere cinco capas de diferentes materiales: tela repelente, poliéster rígido, tela no tejida (meltblown) y dos capas polipropileno. Una vez que se tiene una sola pieza, se cortan cuadros de 45 por 45 centímetros.
Los pedazos se colocan en una superficie plana con cuatro moldes cóncavos, y se aplastan a 142 grados centígrados durante 11 segundos para endurecer los materiales y comprimirlos en una sola capa.
Este proceso industrial en el que se le da forma a los cubrebocas N95 en la CDMX, a través de calor, se llama termoformado y es la técnica utilizada también para producir empaques de plástico, cartón, unicel, etcétera.
De cada cuadro termoformado salen cuatro piezas, las cuales se recortan y son selladas de las orillas con una soldadura con ultrasonido, un proceso industrial en el que se utiliza la energía sonora para unir materiales distintos en un solo objeto. Al entrar a la fábrica, el fuerte zumbido que emite este proceso es lo primero que se escucha, aunado a las máquinas liberando aire a presión.
Posteriormente, a los cubrebocas ya moldeados se les coloca foami y una cintilla metálica en la parte de la nariz, para darle una forma rígida pero ajustable. Luego se perforan cuatro veces las orillas para unir los cordones elásticos.
El último paso es imprimir el número de certificación, el logo del gobierno capitalino, de la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación (SECTEI) y de la marca Alta Tecnología en Filtración de Aire (ATFIL), empresa financiada en un inicio —hace 10 años— por la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
La calidad de fábrica de cubrebocas N95 en la CDMX radica en la aplicación de estándares internacionales, como el de la agencia norteamericana que certifica las mascarillas en todo el mundo: el Instituto Nacional para la Seguridad y Salud Ocupacional (NIOSH, por sus siglas en inglés).
“La idea es que este modelo ATF-95 y este proyecto se concreten bien y trabaje bien a largo plazo, para que seamos proveedores a nivel nacional de este insumo tan importante en el ramo de salud”, explicó el ingeniero industrial James Tomás Davison Hernández, quien también es académico en la Facultad de Ingeniería de la UNAM, y encargado de supervisar el proceso de producción.
De acuerdo con José Bernardo Rosas Fernández, director general de Desarrollo e Innovación Tecnológica de la SECTEI, el gobierno capitalino contactó en marzo a la empresa ATFIL, la cual trabaja con proximidad a la UNAM, para acordar una inversión de 31.5 millones de pesos en la producción de 6 millones de mascarillas en la fábrica de cubrebocas N95 en la CDMX hasta el 31 de diciembre.
¿Cuál es el secreto?
Los cubrebocas N95, hasta ahora los más recomendados en el mundo para enfrentar la crisis por covid-19, se llaman así porque a través de sus cinco filtros retiene hasta 95% de las partículas aéreas contaminantes, como el nuevo coronavirus SARS-CoV-2, con excepción de gases y vapores, pues su permeabilidad se calcula en la retención de partículas de 0.3 micras o mayores.
A diferencia de otros tipos de cubrebocas, como los de neopreno y tela (simples o estampados), los N95 se fabrican bajo revisión exhaustiva para evitar que tengan deformaciones o defectos, pues se distribuyen principalmente en los hospitales, donde los profesionales de la salud requieren de la mejor protección para seguir salvando vidas.
Esto no significa que debas reemplazar tus mascarillas de Iron Man o el Santo por el modelo ATF-95, pues la primera fábrica de cubrebocas N95 en la CDMX tiene como prioridad distribuir sus productos en hospitales, durante el tiempo que continúe la pandemia. Posteriormente estarían repartiendo su producto en todas las farmacias capitalinas, e incluso en otras entidades federales.
“Esta planta es la primera en México dedicada, exclusivamente, a suministrar material al sector salud. Integra todo el conocimiento desarrollado por la Universidad y junto con el Gobierno de la Ciudad y la empresa Atfil se gestionó el proceso de manufactura”, explicó Alejandro Ramírez Reivich.
En San Luis Potosí hay una fábrica de la empresa 3M; sin embargo, los cubrebocas N95 que ahí se producen se envían a Estados Unidos.
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