Texto de Evelyn C. Ayala. Ilustraciones de Daniel Terán
Mientras Guillermo espera en la línea telefónica para solicitar el servicio de una pipa gratuita de agua al Gobierno de la Ciudad de México, Abigail le pone papel aluminio al plato que ocupará para comer porque no hay agua para lavarlo. Entretanto, Nayely almacena agua en unos tambos que estorban el paso de su hogar aproximadamente cada tres meses, cuando no tiene agua corriente.
Elizabeth prefiere solicitar un servicio privado de agua porque sabe que la pipa que envíe su alcaldía tardará días en llegar. Daniela debe priorizar el uso del agua en ciertas actividades para luego reciclarla y usarla en otras, porque podría pasar hasta más de una semana sin acceso al agua potable a través del grifo.
Todas estas personas no viven en la misma casa ni en la misma alcaldía, ni siquiera todas viven en la Ciudad de México (CDMX). No se conocen y, sin embargo, tienen varias cosas en común: viven en una de las zonas más urbanizadas y pobladas del mundo, viven en un contexto de cambio climático, y viven, sobre todo, con una escasez de agua cada vez más evidente.
Para la CDMX se ha vuelto cada vez más frecuente la presencia de protestas y bloqueos viales, los desfiles de pipas entre las calles donde ya las esperan filas de personas que buscan llenar cubetas, botes y garrafones, las fugas inundando por horas las calles, y un calor cada vez más intenso. Todo ello son síntomas de una ciudad que agota las opciones para obtener agua potable y, sobre todo, para gestionar de forma integral la que queda disponible para una de las ciudades más pobladas del mundo.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) calcula que la población urbana mundial con escasez de agua en el año 2050 será de hasta 2,400 millones de personas, aproximadamente el doble que en 2016.
Fue a inicios de este año que mediáticamente se habló del “Día cero” para la Ciudad de México, en concreto para el Sistema Cutzamala, lo que encendió la alertas en la sociedad bajo el temor de quedarse sin agua para siempre. De acuerdo con el medio de comunicación Reforma, las presas que abastecen este Sistema podrían quedar vacías el martes 11 de junio de este año.
La razón: “Por la escasez de lluvias que se almacena en los embalses del Estado de México y Michoacán, la aportación disminuyó gradualmente y para noviembre de 2023 se entregaron apenas 13,200 litros por segundo”, se lee en una nota.
Pronto, la mayoría de los medios de comunicación había replicado las estimaciones y con ello, la gente se preguntaba si había llegado el momento en que la Ciudad colapsaría por falta de agua.
Decir que estamos próximos a vivir un “Día cero” y que la falta de lluvias es la razón principal de la escasez de agua es dar un diagnóstico incompleto. Para ampliarlo, consultamos fuentes especializadas en varios campos de la ciencia, tal y como ocurre cuando se quiere encontrar el origen de un problema de salud grave.
Analizaremos la Ciudad de México como si se tratara de una persona. Revisaremos sus síntomas y signos vitales para identificar por qué tiene un semblante cada vez más deshidratado, y por qué, en lugar de alarmarnos, deberíamos enfocar nuestros esfuerzos para recuperar su salud.
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