Irene Azuela llega a las pantallas de cine de México con el estreno de la película Dante y Soledad, que bajo la dirección de Alexandra de la Mora hace una profunda reflexión que da como resultado una óptica diferente de lo que significan los cambios individuales que llegan con la maternidad.
Una óptica diferente de lo que es ser mamá
Chilango se reunió con Azuela y De la Mora en un espacio artístico inspirador, Chic by Accident. Las dos mujeres se mostraron orgullosas del trabajo realizado en la ópera prima de la cineasta, en la que se muestran los retos del fundamental cambio de vida que experimentan las mujeres y las parejas con la llegada de lxs hijxs.
Con el largometraje, que llega este 23 de mayo de 2024 a las salas, la búsqueda de provocar una conversación importante se logra con creces. Desmitificar la maternidad es un punto importante en esta trama que también protagoniza José María Yazpik.
“Una de las ideas que tenemos es que la maternidad es belleza, satisfacción, sacrificio… tenemos una cantidad de pensamientos heredados de lo que tiene que ser, que de pronto es muy difícil encontrar tu propia versión, que no está ni bien ni mal, es la tuya”, reflexionó Irene.
Azuela explicó que todas esas ideas preconcebidas hacen que a quienes comparten que la experiencia de ser mamá sígnica un viaje lleno de retos, en el que no todo es color de rosa y algunas cosas cuestan trabajo, se les considera “atrevidxs”, por romper con la idea de que es pura alegría.
“Para nosotrxs ese atrevimiento fue el que nos llamó la atención, que nos hace ahora tener la experiencia de haber filmado una película, en la que entendimos muchas cosas y se quedaron otras preguntas en el aire que seguiremos explorando. Nos gusta que esta cinta sea un punto de partida a una conversación”, abundó Irene.
La transformación de una identidad
Para la realizadora, su introspección para filmar incluyó rebatir la idealización que se hace de la vida, no solo de lo que es ser mamá, de la polaridad de considerar que lo que sucede puede ser solamente bueno o malo, por lo que quiso acentuar en su primera película que la experiencia humana es multifacética.
“Lo que venimos a experimentar aquí es lo complicado. Nosotras (ella e Irene) tenemos la bella experiencia de la maternidad, pero sobre todo tenemos en carne propia la vivencia de su complejidad, por un lado nos ha hecho más vulnerables y al mismo tiempo más fuertes, por eso es un tema apasionante”, puntualizó Alexandra.
El mensaje que deja sobre la mesa De la Mora es muy claro y necesario: “no romantizar” en particular la llegada de lxs hijxs porque “la expectativa en las mujeres es muy fuerte y es algo que no es justo; no por una cuestión de feminismo, sino porque basta de estarnos exigiendo”, compartió.
Tanta es la visión preconcebida de la maternidad, que Alexandra reveló a este medio que una personalidad importante en el universo cinematográfico mexicano le comentó: “Me cuesta mucho trabajo (entender) a las mujeres que tienen problemas con la maternidad porque es lo mejor que les puede pasar en la vida”.
Una expresión de rotunda sorpresa se dibujó en la cara de Irene, mientras la cineasta confesó esta vivencia que le permitió cuestionarse si este tipo de ideología es por un tema generacional y darse cuenta de que “no podemos seguir teniendo esta perspectiva, ¡que sentencia, basta!”, enfatizó.
Todxs somos hijxs
La cinta no solo apela a quienes ya han sido mamás o papás, también abre el abanico de pensar las cosas desde un punto de vista en el que cualquiera ha estado. “Todxs somos hijxs de alguien y tenemos una relación compleja con la figura de la madre”, mencionó Irene.
En Dante y Soledad, que surgió a partir de la adaptación del cuento corto El matrimonio de los peces rojos —con el que la escritora mexicana Guadalupe Nettel ganó el Premio de Narrativa Breve Ribera del Duero de 2013—, Azuela también se involucró como productora y quería abordar estos temas.
La trama invita a involucrarse más y saber qué pasó en la vida de alguien que estereotipa a la figura materna, de quien “sentencia a la mujer a que la maternidad es igual a la felicidad. ¿Qué le habrá pasado?, ¿cómo será su relación con su mamá? Por eso nos gusta hacer este tipo de proyectos”, mencionó Irene.
Hacen una reflexión muy personal
De la Mora obtuvo grandes aprendizajes de esta realización cinematográfica y se mostró feliz porque “fue reveladora. Yo vengo de un matriarcado, pero nunca me había considerado feminista, de hecho lo radical lo rechazaba. Este proyecto me dio el entendimiento de lo intrínseco que está en mí el poder de lo femenino”.
Además, se convenció de que en estos tiempos la tan anhelada equidad se puede conseguir “sin luchar, no creo que haya que reducir al hombre. Las mujeres nos tenemos que asumir como tal, en su máxima potencia, para reclamar nuestro lugar y vivirlo a partir de lo que nos merecemos como seres humanos”, dijo.
Por su parte, Azuela comprendió mejor el tema de la dualidad y lo pudo aplicar con su hija. “El otro día me decía que estaba muy feliz por irse de viaje, pero que también sentía nostalgia y yo le expliqué: ‘Es que se pueden (sentir) las dos cosas’. Hay que saber habitar en esa ambivalencia”.
Irene logró captar también que cualquier versión que alguien alcance como mujer, desde su experiencia personal, “es válida. Tenemos que deshacernos de esas ideas, estigmas e ideas preconcebidas, independientemente de si quieres ser parte del feminismo o no, es algo a lo que tenemos que apostarle”, finalizó.