De lunes a sábado, cuando el reloj marca las tres de la tarde, Percibald, un arquitecto de 27 años, enciende una bocina para poner una rola de Cri Cri a todo volumen. De inmediato, morritos de todas las edades se asoman por las ventanas de sus departamentos. Saben que esa canción es la señal del cuentacuentos de Tlatelolco, quien tiene lista una nueva historia para que ellos se olviden por unos minutos del encierro.
Además de la bocina, Percibald García siempre carga consigo un micrófono, y un letrero que reza: “De la casa a la plaza: narraciones para Tlatelolco”. Esas son las únicas herramientas que el joven necesita para alegrar a los habitantes más pequeños de la Unidad Habitacional Tlatelolco.
Un saludo, do, do a Roberto, el sonidero que toca en su azotea
Cuando la rola de Cri Cri acaba, todos se quedan en silencio. En ese momento Percibald inicia con una frase de reflexión y luego escuchar a los niños, que siempre tienen algo que decir antes de empezar con la historia del día.
“Creo fielmente que los cuentos, al igual que la poesía, nos invitan a imaginar mundos posibles. Tienen esta facultad de invitarnos a divagar sobre cómo podrían ser las cosas”, cuenta el joven arquitecto, en entrevista con Chilango.
Luego de escuchar a los menores, Percibald inicia con la narración, que suele durar entre cinco y ocho minutos y finalmente platica sobre la moraleja del cuento, aunque aclara que cada aprendizaje es personal.
“Hay niños que bailan cuando empieza la música. Otros interrumpen para decir que han hecho algo parecido a los personajes del cuento, y algunos más nos dan dibujos a manera de agradecimiento”, dice el joven, orgulloso de su proyecto.
Antes de la pandemia, Percibald ya trabajaba en un proyecto para ayudar a los habitantes de Malinalco, en el Estado de México. Sin embargo, una tarde que salió a caminar escuchó un simple y duro “¡Estoy aburrido!”, que gritó un niño que se asomaba desde la ventana de su casa. En ese momento, el cuentacuentos de Tlatelolco supo lo que tenía que hacer.
Pensé que habían filtrado mi pack: así nació el Tío Memo
“Estaba pensando en Malinalco sin ver que la gente de mi comunidad la está pasando igual de mal. Fue entonces que decidí que el proyecto debía hacerse aquí”, recuerda.
Además de crear un espacio para que los niños expresen su sentir sobre el aislamiento, Percibald tiene la intención de retomar las plazas públicas y generar comunidad.
El cuentacuentos de Tlatelolco es para todos
Hay días que hasta 10 chilanguitos escuchan al cuentacuentos de Tlatelolco. En ocasiones sólo tres o cuatro se asoman, pero si algo ha sorprendido a Percibald es que hay adultos mayores que también lo esperan.
“No había pensado que hay personas solas en el confinamiento y tener actividades como esta rompe esa soledad, porque hay alguien que te lleva una actividad, que pregunta y platica contigo”, dice.
Normalmente, Percibald la hace de cuentacuentos de Tlatelolco de lunes a sábado, entre las 15:00 y las 17.30 horas, cuando recorre con su mamá o algún amigo de tres a cuatro plazas, rodeadas por edificios.
Desde que empezó con esta labor, Percibald señala que en promedio se han leído más de 50 cuentos, uno por día. Relatos de Jorge Ibargüengoitia, Triunfo Arciniegas o Francisco Hinojosa han cobrado vida en la Unidad Habitacional Tlatelolco. Eso sí, no todos los libros los escoge Percibald, pues al ser un proyecto comunitario, los niños pueden participar para elegir el cuento a leer.
Tío Tacu: de godín al master de los memes del Metro
Incluso hay ocasiones en que se presentan narradores invitados que ya traen un cuento. Un ejemplo de ello es el colectivo de Los Cuentos del Dragón, el cual es un grupo de cuentacuentos que crean sus muppets y adaptan sus historias.
“El cuento que leemos un día se repite en todas las plazas. La idea es que esos relatos tengan un mensaje que resalte la importancia de la comunidad, que se valore como la cooperación puede solucionar muchos problemas. Estos cuentos también enseñan que la mejor solución y sabiduría viene de un niño”, afirma.
Al hablar sobre el futuro del proyecto una vez que los niños puedan ir a la escuela, el cuentacuentos de Tlatelolco señala que lo más probable es que ya retome el proyecto de Malinalco, lo cual no significa que sea el adiós de esta labor. Por el contrario, la idea es que crezca y se aplique los fines de semana, pues ya se creó una comunidad estrecha.
El sueño de este joven es escribir sus propias narraciones de Tlatelolco y seguir transmitiendo el orgullo que siente por su barrio, mientras tanto, seguirá sacando sonrisas desde las ventanas.