Celso Piña: La vida después de la cumbia

La vida es una sucesión de pérdidas interminables, somos los ríos que desembocan en el mar que es morir. Dentro de la vida de cada individuo existe una única e invariable certeza: la muerte. Tarde o temprano nos iremos…

La vida es una sucesión de pérdidas interminables, somos los ríos que desembocan en el mar que es morir. Dentro de la vida de cada individuo existe una única e invariable certeza: la muerte. Tarde o temprano nos iremos y, en el mejor de los casos, nos convertiremos en recuerdos.

El acordeón reposa, inmóvil, extraña los dedos callosos que lo acariciaban, la sala de ensayos luce vacía, el micrófono imperturbable, a la espera de la voz rasposa y guapachosa que se adueñaba de él. Añoramos a Celso, a dos años de su partida lo extrañamos y lo evocamos cuando suena una cumbia colombiana o un vallenato, se adelantó y nos dejó entre las lágrimas y risas de este valle de la eterna tranza.  Pero como diría el poeta: “y sin embargo hay algo que se queda”.

Celso Piña el rebelde del acordeón
Foto: Celso Piña

La música del “Cacique de la campana” puso a bailar a miles, si no es que a millones. Incendió diversas pistas de baile, desde tugurios arrabaleros, hasta celebraciones con pedigrí. Celso era para todos y de todos. No obstante, también lloramos y sufrimos con los acordes del “Rebelde del acordeón”, dos caras de la misma moneda humana; la risa y el llanto. El oriundo de la colonia Independencia era un maestro de las emociones humanas, sus eucaristías musicales combinaban, eficientemente, el frenesí con la melancolía.

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Aquí en Chilango andamos agüitados por la orfandad en la que nos dejó el buen Celso, eso sí, tristes pero bailando, tirando puro paso prohibido mientras derramamos unas lagrimitas y nos empinamos una cuba. De la extensa carrera del Rebelde curamos una selección de cinco cumbiones bien locos y su contraparte para echar trago y nomás acordarse de lo que ya fue:

Cinco cumbiones bien locotes

“Cumbia poder”

Una de las mejores cartas de presentación, poco menos de cinco minutos de gozadera y vitalidad, esta cumbia es un pasón auditivo que inyecta pura adrenalina. Celso era una potencia vital, irradiaba y transmitía, exudaba por cada poro la sabrosura del ritmo. Güe güe güe güe güea la cumbia, si no has echado dancing con esta molotov auditiva, temo decirte que te falta barrio.

“Reina de cumbias”

El nombre de Celso se asocia, indiscutiblemente, al baile, al fuego que ocasionan las vueltas del diablo y lo solos de gavilán, puro meritito pandemónium. Su nombre quedará ligado eternamente a la cadencia de los cuerpos, a la sensualidad desbordada del acordeón que chilla y acompaña a los seguidores de la religión del ritmo. Celso es mi pastor, nada me faltará.

“Rosita”

Que tire la primera piedra el que no haya jalado a su jainita cuando suena el Celso en las bocinas. Caguamón en mano, camisa dominguera, zapatos lustrados, cabello engominado, ¡ayyyy Papantla, tus hijos vuelan!

“Cumbia maravillosa”

Diría mi compita la Gata de la Agrícola oriental: “para esto nací”. Deberíamos estar agradecidos que nos tocó coincidir con un monstruo como el hijo predilecto de La Indepe. De México para el mundo, el sonido que seduce, que revienta y alegra corazones, Celso Piña y su Ronda Bogotá.

“Viejos pesares”

No cabe duda que nuestro ser se regocija al escuchar cumbia colombiana, pesares, tristezas, sinsabores y congojas desaparecen mágicamente gracias a la superchería sonora del gran líder de la Ronda Bogotá. Celso no sólo era músico, también era un curandero de almas, sus tratamientos: altas dosis de cumbia con unas píldoras de zapateo, tratamientos cien por ciento efectivos.

Cinco rolitas para echarle más sal a la herida

“Si mañana”

Las penas se rebajan a punta de vallenatos y unos buenos caballitos de tequila. Las memorias quedan, el dolor se va atenuando y las bocinas continúan zumbando. Ya lo dicen los antaños: “no hay dolor que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”. Un bailecito y un trago para ahogar, momentáneamente, las congojas.

“Al pensar en ti”

Nomás el recuerdo queda, huellas indelebles de amores pasados, se podrán ir las personas, pero no los recuerdos. Solos, solitos, pero no tanto, siempre acompañados por la voz y presencia del Rebelde. Vamos a echar una lloradita.

“Dile”

Una de las mejores maneras de sacar ese maldito dolor, y también una de las más elegantes, es mediante el baile. Celso nos enseñó que podemos estar tristes pero no derrotados.

“Vamos a escuchar la radio”

Una de las mejores maneras de tristear bien agustín es sintonizar la radio y, mágicamente, escuchar puras rolitas sad. Parece que el radio receptor conspira en nuestra contra y nos arroja andanada tras andanada de música triste, ad hoc para agudizar el martirio o, como canta Celso, para olvidarnos un rato del trago amargo. 

“Cumbia Valledupar”

Pues así que digamos esta composición no es estrictamente triste, lo que bajonea es su contexto, porque nos aterriza de golpe y nos recuerda que Celso ya no está, se fue, trascendió. Sin embargo, no se fue del todo, se quedó en pequeñas fracciones que se reparten a lo largo y ancho de todo su legado musical. Celso vive y mientras la banda tire pasos coquetos, la leyenda del Rebelde del acordeón seguirá viva.

Siempre te recordaremos, gracias por tu música. Cuéntanos, ¿cuál es tu canción favorita de Celso?

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