El Festival Hipnosis 2021 cumplió con lo prometido (excepto, tal vez, los horarios). Un día completo de música psicodélica, visuales viajadísimos y un montón de buena vibra que logró devolverle las ganas de escuchar música en vivo a varias generaciones chilangas. La cual no veía un festival desde mediados de 2020.
Equipados con cubrebocas, gel y esquema de vacunación completo, nos dirigimos al encuentro en los Quarry Studios, detrás de la Plaza Gran Sur; recién estrenados como sede para este tipo de cotorreos en vivo. El espacio permitió sin fallas la distribución de los dos escenarios principales; Cucapá e Hipnosis: uno al aire libre y otro ubicado en un set de grabación. Cuya similitud con una prisión de serie gringa lo volvió ideal para tocadas íntimas y visuales realmente hipnotizantes a cargo de Melissa Santamaría.
Tampoco faltó quien se dejó ir en el Escenario Abducción. Un domo curado por algunos de los mejores DJ’s de México como Ritmonzón, DJake de la Cueva o el querido Davosea.
El gran regreso de la Hipnosis
Ya saben, como buenos chilangos, se nos hizo un poco tarde. Le caímos a eso de las tres, con la sorpresa de que las bandas llevaban dos horas de retraso. En el escenario Hipnosis alcanzamos el proyecto homónimo de la talentosa guitarrista y vocalista Angel Deradoorian (ex integrante de Dirty Projectors). Transmutada en power trío. Deradoorian nos envolvió en un trance de texturas ácidas y distorsionadas. Su show nos llevó de viaje por la luna, bosques, nubes y tornados, hasta finalmente encontrar el sol; como vaticina el título de su más reciente producción.
Te extrañaba, querido slam
Un momento de descanso. Nos armamos con las chelas y los snacks correspondientes. Para entonces, el impronunciable dúo proveniente de Orlando, Tonstartssbandht, ya armaba la polvareda con pesadísimos riffs y batacazos que empujaron a varios al slam. Ambiente por lo demás perfecto para degustar una slider, tacos al pastor negro, empanadas, etc. Eso sí, a la (sana) distancia.
De ahí nos movimos a ver al polifacético Ty Segall. En un set acústico que se sintió como un apapacho de tu amigo el frito luego de más de un año de abstinencia de conciertos. El multiinstrumentista y productor californiano, acompañado solo con su guitarra y su pelazo a la Kurt Cobain, ofreció a grito pelón lo más íntimo de su repertorio.
Otra vez en el escenario principal, La Luz le dio la bienvenida al atardecer con sus rolas con aroma a playa y surf. La banda liderada por Shana Cleveland presentó su álbum homónimo recién salido del horno, cuyas canciones bien podrían ser parte de la banda sonora de Twin Peaks, la serie de David Lynch. Ya con la noche encima, el escenario Cucapá se cubrió con visuales de Lance Gordon que invitaron a seguir expandiendo la conciencia.
Talento mexicano
El escenario Hipnosis, por su parte, se caracterizó por presentar dos de los proyectos mexicanos más refinados e interesantes de la última década. Tal fue el caso de Diles que no me maten, agrupación chilanga que nos sacudió los sentidos mediante un rock de altos vuelos y atmósferas pesadas pero fascinantes, dirigidas por la voz y el saxofón de Jonás Derbez, perro endemoniado que fue guiado por la estrella de Ian Curtis, Maynard Keenan y Juan Rulfo. Presentaron rolas de La Vida De Alguien Más, tremendo discazo apenas lanzado.
El azote provocado por los Diles nos metió en tan intenso viaje, que aquel canto de “Hoy es un día cualquiera, pero yo ya no soy yo” aún retumbaba en la tatema mientras vimos a la pareja compuesta por Ash Reiter y Will Halsey, mejor conocidos como Sugar Candy Mountain, quienes lograron aterrizar los sentidos con guitarras, sintetizadores y suaves rolitas como “666”.
Ah, pero fue breve el descanso cerebral, pues Lorelle Meets the Obsolete, una de las joyas mejor guardadas de la maltrecha corona del rock mexicano, se hizo presente en el escenario Hipnosis. Con apenas un puñado de canciones, Lorena Quintanilla y Alberto González (acompañados por su poderosa banda), demostraron que la adrenalina y el talento corren por sus venas y que son capaces de llevar a su público del arrebato al frenesí.
La noche psicodélica
Ya despuecito y con las rodillas resintiendo algunos meses de franca inactividad, vimos a Fuzz durante una sesión de moncheo intenso, pues había elotes en la casa. Ty Segall le puso en su madre a los sobrevivientes acompañado de esta banda que transpira rock pesado y alucinógenos. Luego, los Dug Dug’s regresaron al escenario para imponer escuela y darles a millennials, centennials y chavorrucos una probadita del mítico Festival Avándaro, ya sin degenere, sexo ni pelos, pero sí con un un sonido bien empeyotado.
La noche cerró magnífica con dos headliners que valieron la espera. Directamente traídos de Francia, La Femme dejó claro por qué es una de las bandas más importantes de la actualidad, mientras que TR/ST no pidió permiso para arrebatarle lo último que les quedaba de alma a los presentes, con sonidos que nos hicieron preguntarnos si estabamos en un concierto de rock psicodélico, synth pop o de plano en una dansa macabra.
Dicen lo que se quedaron que Monolord le devolvió la vida a los atrevidos que resistieron el ritual hasta sus últimas consecuencias. No es poca cosa, si bien el heavy metal con una cucharada de stoner que ejecutan los oriundos de Suecia atrae de por sí a seres que habitan en la oscuridad y portan matas larguísimas.
Al final del (otro) día, el Festival Hipnosis 2021 nos recordó por qué estamos dispuestos a desplazarnos a un lugar junto a un montón de extraños para escuchar a un grupo de bandas tocar. Una vez más y después de un largo rato, pudimos sentirnos vivos. El alma colectiva de la banda chilanga se volvió a manifestar. Esperemos que siga la fiesta.