Por: Miriam Castillo*
La historia inició con una inversión del Estado. En agosto de 2001, el gobierno federal, encabezado por Vicente Fox, y el de la Ciudad de México, a cargo de Andrés Manuel López Obrador, comenzaron un plan de rescate del Centro Histórico con el que buscaban mejorar las condiciones en la zona. Se pretendía reordenar el ambulantaje, disminuir la inseguridad y reconstruir vecindades y fincas de valor histórico.
La inversión inicial era de mil millones de pesos, y se llevó a cabo una renovación de la infraestructura de la zona para volverla más habitable. A la inversión del gobierno le siguió también una inversión de la iniciativa privada.
Aunque la inversión comenzó hace dos décadas, el proceso de gentrificación del Centro inició, como en muchas otras partes del mundo, con un desastre natural: el terremoto de 1985.
Los daños en varios de los edificios hicieron que durante un buen tiempo la zona tuviera cierto grado de abandono, y muchos de los inmuebles se empezaron a usar como bodegas, una práctica que persiste. Casi dos décadas después, esos espacios se volvieron atractivos para la inversión pública y privada.
Después de la inversión del gobierno, hubo un incremento en el número de locales que había en la zona, los giros se modificaron y se abrieron varios foros culturales, bares y centros de conciertos. Entre 2006 y 2012 se dio un fenómeno breve en el que se volvieron a ocupar viviendas en las calles que rodean al Zócalo capitalino.
Sin embargo, una vez que llegó el gobierno de Miguel Angel Mancera, la inversión y la intervención del gobierno disminuyó y poco a poco la ola de ocupación se perdió.
Una gentrificación que no se concretó
Según lxs académicxs, el caso particular del Centro Histórico de la CDMX tiene una complejidad que ha impedido que el proceso de gentrificación termine de cuajar: vendedorxs ambulantes, problemas de circulación, contaminación, problemas de tenencia y, sobre todo, patrimonio histórico, cuya conservación requiere cumplir reglamentaciones que encarecen el proceso de mantenimiento, como el impedimento de construir ciertos giros debido al cuidado que requieren los edificios.
Eso genera que la gente no regrese a vivir al Centro, a pesar de la reinversión, el embellecimiento y el regreso de actividades culturales. La gente visita el Centro de noche para el ocio, para la vida lúdica, pero no se establece ahí.
*Miriam Castillo es periodista desde 2002. Ha editado y publicado textos para The New York Times y The Washington Post. Fue jefa de información del programa “¿Qué chilangos pasa?” en Radio Chilango y de Atando Cabos con Denise Maerker en Radio Fórmula. Es coautora de La Estafa Maestra, el reportaje y el libro que recibió el premio Ortega y Gasset. Síguela en @Micmoya.