Una chilanga en el CES
Por: Gabriela Chávez
Con las suelas gastadas, los pies palpitantes de tanto caminar y los ojos cansados de estar atenta a múltiples pantallas más de diez horas al día, durante 4 días, llegué el final del CES 2014; con la mente llena, después de haber espiado un poco en el futuro de la tecnología.
Al pensar en Las Vegas, de entrada se vienen a la mente casinos, tiendas, fiesta. Pura vida y dulzura, pero cuando los geeks invaden la ciudad del pecado para el CES, la fiesta se transforma en lanzamientos y gadgets, y para los periodistas, en una experiencia de supervivencia. Así pues, armada con mochila, cables, tenis, cámara y baterías extra, me fui.
Como chilanga, una pensaría que las aglomeraciones son algo dominado; sin embargo, al abrirse paso entre 150 mil personas, la hora pico en el metro Pino Suárez parece un agradable paseo.
Por un lado, la aglomeración y por otro la espera. Conferencias como en la que estuvo presente el director general de Sony, Kazuo Hirai, o la de Samsung, que más que por las pantallas curvas será recordada por la graciosa huída del escenario del director de Transformers, Michael Bay.Hubo filas para entrar que le daban la vuelta al piso; de menos, una hora de espera, ante lo que me acomodé en el piso para escribir y buscar conexión a Internet.
A mi alrededor muchos escribían sentados en el suelo mientras otros colgaban la cabeza estratégicamente para un sueñito, que aminorara el jetlag.
Pero a la par de los lanzamientos magistrales, al caminar de conferencia a conferencia por el piso de exhibiciones- con la falsa ilusión de que todo está cerca– fue en donde encontré los gadgets que hacían que aquello pareciera un set de película de ciencia ficción.
Cámara en mano logré ver desde coches que se estacionan solos hasta cargadores que dan descargas eléctricas, para ahuyentar a los amantes de los ajeno, pasando por impresoras de cosas comestibles, gadgets para cuidar el sueño y pantallas (4K) de más de cien pulgadas que acapararon los flashes de la mayoría de los fotógrafos; en donde aprendí que para lograr una nota entre reporteros asiáticos, hay que luchar peor que en una trifulca en la Cámara de Diputados.
Cada stand mostraba una versión del futuro, mientras el smartphone desbloqueado que traía para comunicarme en tierras gringas– un Blackberry Z10- se empeñaba en alejarme de esa evolución.
Si alguna vez han sufrido por las malas pasadas del autocorrector del iPhone, y creen que es lo peor, no han tenido en sus manos una pantalla totalmente touch -poco sensible- como la del Z10, que hasta me hizo inventar un dialecto, pues escribía cualquier otra cosa distinta a lo que yo quería decir.
Tras cuatro días, el glamour geek de Las Vegas estaba a tope. En los escenarios reinaban las pantallas, la ultra alta definición y marcas como Sony, Netflix, Samsung e Intel al mismo tiempo que en los pasillos la prensa escribía, dormía, entrevistaba o volaba drones entre los paseantes.
Entre tanta tecnología, la electricidad y la señal de Internetfueron la moneda corriente, pues mientras los desarrolladores probaban tecnología que aún no está a la venta, como los lentes Glass, de Google, otros luchaban por un enchufe más que por comida, pero igual que por un café.
Como dijo el directivo de Intel, Eddy Moolen, durante una de sus presentaciones:
“El presente está tratando de quitarle la ficción a la ciencia”.
Es verdad, el cansancio de un CES es tan abrumante como el tamaño de la expo; sin embargo, espiar en el futuro lo es también y ahora tengo curiosidad por saber lo que podría venir en 2015.