Maude llegó a México en 2000 para el proyecto “México, el país de los mil rostros”. Se decía “periodista”, pero era una publicista de la empresa española NOA Comunicación. La joven de 26 años viajó un año por el país para entrevistar a gobernadores, a quienes ofrecía publicar, a cambio de hasta 100 mil dólares, reportajes sobre ellos y sus estados en el semanario Paris Match.
Ella y su equipo solicitaron una audiencia con Montiel. El gobernador aceptó: les daría treinta minutos el domingo 24 de septiembre de 2000.
El político debió sorprenderse ante la belleza de la esculpida trigueña. Olvidado el protocolo, la charla se extendió sesenta minutos. Montiel debió suspenderla para ir a una cena con el gobernador de Illinois, George H. Ryan, quien llevaba un rato esperándolo. «No se vayan, falta mucho por decirles», pidió Montiel. Para mitigar las cuatro horas de espera el gobernador les envió bandejas de quesos y jamones y, a Maude, dos recaditos de su puño y letra. Al volver, la plática siguió una hora. Entre otras cosas, le habló entusiasta de la tuna, fruta mexiquense que Versini desconocía: «Es tan importante para los mexicanos -le dijo Montiel-, que forma parte del escudo nacional.»
El político, casado entonces con Paula Yáñez, se despidió de la mujer, que rondaba la edad de sus dos hijos.
Horas después, la joven recibió sorpresivamente un dulce y jugoso regalo del gobernador: una caja llena de tunas.
En 2001, según Guadalupe Loaeza -conocida de la ex primera dama mexiquense-, Maude convivió cinco meses en Venezuela con Hugo Chávez, a quien le ofreció un publirreportaje para The New York Times. Montiel mantuvo contacto telefónico con ella hasta que organizó una gira por Caracas. Ahí, la joven le dijo que se iría a vivir a Líbano. El gobernador, dolido, le pidió volver a México: dejaría a su esposa y le facilitaría un proyecto con la revista ¡Hola!
Una noche parisina de fines de 2001, frente al Arco del Triunfo, Montiel le pidió matrimonio. Para que los recién divorciados como él pudieran casarse de inmediato, hizo que en 2002 el Congreso reformara el Código Civil estatal. La boda entre la joven y el político que alguna vez dijo «los derechos humanos son para los humanos, no para las ratas», se realizó el 22 de junio ante unos 100 invitados.
La pasión de Maude era el esquí, que practicaba una vez al año en los Alpes franceses. Montiel quiso aprender, pero le fue muy complicado. Capitalizó sus dificultades con otra prueba de amor: anunció la creación del Centro Internacional de Esquí Nevado de Toluca. Por su esposa, “la gobernadora” -como la llamaban en el Estado de México-, él sentía devoción: el mandatario le ofrendaba serenatas de mariachi y le mandaba 200 rosas blancas cada 22 de mes.
La adoración caló en la política. Maude apareció en espectaculares y fotos que se regalaban en actos políticos, y con su nombre fue bautizado un hospital de Atlacomulco -municipio natal de Montiel, que da título al grupo político de donde proviene-, con todo y su título profesional: “Lic. Maude Versini de Montiel”. A dos años de la derrota del PRI en las elecciones de 2000, Montiel, el político con mayor presupuesto del país, era tan poderoso que ya sonaba como candidato a la presidencia.