Podemos adjudicar las tragedias que nos suceden en el recinto donde derramamos el sudor de nuestras frentes a la mala suerte o a una perversa maldición. Nada es perfecto en el mundo de los negocios y mucho menos para nosotros los godínez quienes lo sustentamos con estoicismo.
Sin embargo, a pesar de los jefes amargados, los comedores infames y los compañeros mala vibra, al final del día ponemos la frente en alto y pasamos con orgullo y porte nuestros gafetes en el lector a la hora de la salida. Podremos estar muertos por dentro, pero de pie como un árbol.
Aquí les preparamos un compendio con las tragedias más sórdidas del mundo de los godínez:
– Los bloqueos de Sistemas.
“La página a la que quiere tener acceso está bloqueada”. Adiós, Facebook, Twitter y a la transmisión del fut por internet.
– Las crudas mañanas.
El viernes chiquito (o sea, el jueves) saliste con tus cuates del trabajo y al día siguiente pagas las caras facturas de esos tequilas que te empinaste.
– El mal del puerco.
Existe una maldición en todas las oficinas: la comida siempre te caerá más pesada que la piedra que cargó el Pípila.
– “El programa no responde”.
Justo cuando estás a punto de dar clic en Guardar, el programa se traba y borra absolutamente todo tu trabajo. Aquí vamos de nuevo.
– Derramar café sobre el teclado.
Pareciera como si el café tuviera una extraña atracción por nuestros teclados. ¿Por qué diablos siempre termina ahí? Es un misterio sin resolver.
– Cenarte a un compañero y que todos se enteren al otro día.
Ahora tu nombre es el más tecleado en los chats del trabajo.
– Que la máquina expendedora se trague tu moneda.
Justo cuando tienes más hambre… y ni un peso más.
– Que tu jefe te diga: “necesito que veamos unos pendientes”… cinco minutos antes de salir a comer.
Ay, dolor, ya me volviste a dar.
– Que tu jefe te diga: “no podemos irnos hasta que le mandemos el proyecto al cliente”… cinco minutos antes de salir de trabajar (y en viernes).
¿Acaso este tipo no tiene vida? Es viernes, por Dios, ¡hoy toca!
– Que tu jefe te diga: “en tu currículum dice que sabes usar el Illustrator a la perfección. Por favor ármate esto antes de las cinco”. Y que en realidad, no sepas usarlo.
En el purgatorio de los godínez te dan la bienvenida con esta frase.
– Que la impresora (o la fotocopiadora) se trabe con tu trabajo.
Lo peor de todo es que pareciera como si estuviera poseída, con ruidos ensordecedores y toda la cosa. Una vez que logras zafar como puedas todos los papeles trabados, te reclaman por haberte acabado la tinta.
– Olvidar tu lonche en la casa o en el autobús.
Podrías salir a comprar comida, pero es fin de quincena y estás más roto que la camiseta de Hulk. Pero la mala suerte no termina ahí: el microondas del comedor está descompuesto. ¿Qué hice para merecer esto?
– Ir al ÚNICO baño que hay en tu oficina, dejarlo ahumado y que inmediatamente después entre la chica o el tipo que te gusta.
Adiós, esperanzas.
– Que llueva justo a la hora de la salida.
Sin posibilidad de comprar un impermeable, paraguas o de resguardarte en algún lado.
– Ser el nuevo de la oficina y tener que comer solo en el comedor, aguantar las novatadas y las miradas escrutiñadoras.
Quítenme esta soledad, necesito que alguien me haga compañía.
– Perder u olvidar tu gafete.
Lamentablemente te das cuenta justo en la caseta… a la hora que debes checar tu hora de llegada.
– Que se te caiga el café o la guajolota en tu camisa, justo antes de una presentación ante el Consejo Directivo de tu empresa.
¿Puedo decir que es la nueva tendencia de la moda?
– Que alguien tire a la basura una factura que debían reembolsarte.
Y tu dinero se convierte automáticamente en un bonito donativo a la empresa.
– Que tengas tanto trabajo acumulado que no puedas salir a comer.
Y debas comer (de nuevo) en tu escritorio. Tu lugar ya huele a fonda.
– La nómina atrasada.
Tanto esperabas la llegada de la quincena… y esto.
– Trabajar en día inhábil.
Por más que busques una explicación razonable, jamás la encontrarás. Simplemente tu jefe no tiene vida propia.