Ser un buen villamelón implica actuaciones dignas de un
Oscar. Tienes que tener a la mano el árbol genealógico de tu familia para
debatir que un pariente muy muy lejano era Brasileño para cuando ganen la
final. No importa que en cuanto
acabe el juego tires tu jersey a la basura, te creíste por completo que eras
Brasileño esos 90 minutos. Eres de
los que nunca ha visto un juego pero si pierde tu equipo lloras. Te pintas la cara antes del partido, le
pides a todos que se prendan, griten y echen porras, cambias tu wallpaper, tus fotos,
empiezas a seguir a los jugadores en Twitter, comentas de los anuncios en los
que salen, etc. Es justo el
equivalente a ser un agente del FBI encubierto.
Es justo el equivalente a ser un agente del FBI encubierto.
Tomas otra personalidad por unos días y la explotas para
encajar en tu grupo de amigos.
Ahora que lo saben, acompáñenme en esta bella odisea del villamelón. Tenemos hasta el 11 de julio para llevarla al extremo.