Abarca asegura que obtiene una comisión modesta, el 10% de lo que gana cada modelo, edecán, actriz o bailarina que lleva a las plazas. Ellas ganan de 2,000 a 3,000 por noche. «Si se prostituyen —aclara—, mucho más.»

—¿Cuánto?

—Puede ser en efectivo o con un departamento, un coche, el gimnasio.

—¿Y tú?

—Me arreglo con la plaza: 100, 200, hasta 1,000 pesos cada una.

De vez en cuando, Abarca recluta en gimnasios capitalinos a mujeres que nada tenían que ver con el negocio de los cuerpos. Hace poco logró que algunas clientas del Sport City Coyoacán se integraran a TV de Noche, con Jorge Muñiz. «Estaban de muy buen ver», justifica.

Si detecta una candidata, la primera lección es «sermonearla sobre el negocio». Después la ve en el table donde actúa. Si es primeriza, «le hago una prueba en un establecimiento». Las “chicas Abarca” laboran en unos 80 antros y entre el año pasado y este en una decena de programas de tv, como Muévete, Desmadrugados o Está cañón: «Ya no las busco —aclara—, ellas vienen conmigo.»

Rubén dirige a la ex Big Brother VIP Sabrina Sabrok, a la conductora Dorismar, a la vedette Liz Vega, a la actriz Adriana Fonseca, o a la modelo brasileña Suzan. «A niñas que medio bailan y medio cantan, les pongo nombres con morbo: Las Nachas, Las Maxxim, Las Dangers.» Antonio, su asistente, les crea coreografías de striptease. Y su imperio crece: desde diciembre, quien escriba “Fantasía” o “Papito” al 31111 recibe en su celular fotos de sus mujeres semidesnudas.

«De un grupo de chicas hago un show —sintetiza—, de un buen par de bubis una mujer sensual y de una mujer preparada una gran actriz.»

EL GOL QUE NO FUE

El brasileño “Dirceu” deleitó durante medio año a la afición del América. Pero a él, en cambio, no le hacía gracia su estancia en México: «Yo paso un balón y me devuelven una sandía», reclamó. En el 79 logró emigrar al Atlético de Madrid. El técnico José Antonio Roca buscó un sustituto en la “escuelita del América”, una liga de paga del club abierta a cualquier niño. Roca descubrió a un chavo desgarbado de Vallejo. «Prepárate para una sorpresa», le dijo a Rubén Abarca. Aunque diestro, por una lesión en el tobillo se había vuelto hábil con la zurda. «Me he comparado con Dirceu y creo que en muy poco tiempo ya no se notará su ausencia —declaró Abarca a Ovaciones en su primera entrevista—. Seré superior a él [para] que vean que en el América hay herramienta.»

Los niños de la escuelita hicieron a su “primer egresado” una valla en el túnel del Azteca, y luego una guardia de honor en el círculo central. Abarca dice que ese 15 de noviembre de 1979, viendo desde la banca el partido contra Unión de Curtidores, oyó el: ¡ponte a calentar! «Estaba echándome un tubo de pepitas. Me atraganté, sudé y me puse como yeso.»

Al inicio jugó temeroso. «Pero antes de terminar el partido vi al balón como mi amigo. Enfoqué el cuadrito y anoté.»

—¿Cómo fue?

—Sol en su esplendor, estadio lleno y yo con 17 años. [Jorge Luis] “Fu Manchú” [Da Silva] me la pasó. Finté y le pegué con la zurda. Cuando vi que entró a la portería corrí como loco: no sabía si había sido autogol.

—¿Dudaste?

—Sí, pero me di cuenta que no la cagué al ver a todos brincando.

Yo quería datos de primera mano sobre ese día. En la Hemeroteca Nacional abrí el ESTO: «[El América] debía pasar el susto de ocupar un novato, Abarca, sobre cuyas espaldas colocó la pesada losa de ponerse los zapatos del divo amazónico. El chamaco salió nervioso [pero] poco a poco demostró que puede, a la larga, resultar más efectivo que Dirceu porque soltó un disparo magnífico, ligeramente desviado.»

«Disparo… desviado», releí sorprendida. ¿Y su gol a pase de “Fu Manchú”? En la entrevista había mentido: no entró de cambio, sino desde el inicio. No era cierto lo de las pepitas. Los goles fueron de Tena, Gamboa y “Fu Manchú”, cuando Abarca había salido de cambio. Terminé la noticia: «América dejó a Abarca en los vestidores porque Roca quiso aliviarlo de la responsabilidad y llevarlo poco a poco. Metió a “Fumanchú”.»

A diferencia de Zelada y los demás jugadores, que debieron partir en sus deportivos, Rubén abordó el Tren Ligero en la estación Estadio Azteca. Esperaba que lo reconocieran en la ruta a Tasqueña, y de ahí en Metro a Cuatro Caminos: para facilitar las cosas no se había quitado la playera del equipo. Nadie lo hizo.

A la mañana siguiente, El Universal le aplicó una dura novatada al número 26 de los Cremas. «Abarca sustituye a Dirceu, del cual parece copia al carbón: zurdo, pelembrero [sic], frágil, elegante… e intrascendente.»

No le importó. Desde entonces Abarca paladeó, hasta límite, la fama. Justo en los días en que en la calle empezaban a identificarlo acudió al Sugar de la Zona Rosa, el primer “cabaret” que conoció. «Me quedé boquiabierto: las mujeres bailando cachondas con medias de malla y aquel olor a humano. Me gustó. Me gustan las mujeres, era joven y quería con todas, con la más buena.»

El hombre frente a su destino.