Parece que nos estamos acostumbrando a los temblores y ya hasta nos estamos volviendo expertos en la materia de pronosticar la intensidad. Así que nos quedamos atónitos cuando leímos que el Servicio Sismológico Nacional determinó la magnitud del sismo del 16 de junio en 5.8 grados Richter.
No lo podíamos creer, lo habíamos sufrido más que eso, se había sentido como un tipo 6.5º o 6.8º, sobre todo porque a muchos nos agarró en plena fiesta y lejos de nuestra casa o trabajo, donde tal vez nos sentimos más seguros.
Así que el Instituto de Geofísica de la UNAM dio una explicación al respecto, y resulta que el responsable de nuestro alto grado de terror fue la cercanía del epicentro con la Ciudad de México.
Normalmente el ‘rebote’ de los temblores nos llega desde un punto cerca del Pacífico, pero esta vez fue de Ciudad de Huitzuco, Guerrero, algo así como 2 horas y media del DF. Y a esa distancia le debemos que el movimiento haya sido trepidatorio (arriba y abajo), y no oscilatorio (mecedora), que con sus ondas provenientes de un lugar lejano causa más daños.