Después de la tragedia, la siguiente fecha se realizó en Querétaro, el 27 y 28 de junio. Aunque estaba previsto que se corriera en un óvalo, NASCAR México ordenó hacerlo en circuito para bajar la velocidad. Jorge Goeters ganó la calificación del sábado. Más tarde, unas 100 personas cubrieron la pista para participar en una misa. A los lados del púlpito había grandes fotos de Carlos.
El jefe de prensa de NASCAR declaró a los medios que, por estar bajo investigación, Goeters no participaría en la final. Los demás pilotos firmaron un documento para exigir que corriera, salvo que ya estuviera penalizado. Al final lo aceptaron.
Antes de iniciar la carrera, se efectuó un homenaje. La esposa de Carlos dejó libres varios globos blancos que sostenían el 21 de Carlos. Se perdieron en el cielo. El número fue retirado de los stock cars.
Goeters arrancó en un primer lugar que defendió hasta la sexta vuelta, cuando por un problema mecánico varios lo pasaron. Por su parte, Rubén Pardo peleó con fiereza la victoria en las últimas vueltas, pero al salir de una curva, cuando con un recargón al auto de Hugo Oliveras quizá hubiera logrado el rebase y el primer puesto, optó por desistir. Se quedó con el segundo lugar.
YA GANAMOS
A simple vista, el Miguel E. Abed es un buen autódromo: carece de baches y posee un agarre preciso e instalaciones que incluyen un spa. Enclavado en una zona semidesértica, no lo circundan más que un hotel de paso y una gasolinera. El autódromo ha puesto a Amozoc en el mapa.
La peculiaridad del óvalo son las dos largas rectas, de cerca de 900 metros, riesgosas como pocas porque un piloto confiado puede apretar el acelerador y alcanzar 240 km/h en segundos. El récord de la vuelta más rápida en ese autódromo, con 38.48 segundos, es del propio Pardo.
La pequeña Luciana llegó a Amozoc con sus padres. Nunca antes le habían permitido estar en una pista. Se divirtió en los tráilers, estuvo en el auto de Carlos y hasta jugó con refacciones. «Abría las manitas y salían tornillos. El día previo a la carrera fue el mejor de mi vida —dice la esposa de Carlos—. Todo lo importante para él estaba presente.» Ahí estaban Ana, su hija, sus amigos.
El sábado, en la clasificación para la cuarta fecha de NASCAR México, los oficiales de pista lo penalizaron porque su combustible tenía un octanaje menor al permitido. Estaba obligado a iniciar en el último lugar. Cuando su spotter, Jordi Vidal, supo de la sanción, reclamó a gritos que su abastecedor de gasolina les incumpliera. Carlos se acercó a serenarlo: «Nunca he ganado saliendo último. Esta vez lo voy a hacer.»
Ya el domingo, en la presentación de pilotos, cargó a su hija. Los fotógrafos lo captaron sonriente. Antes de subirse al auto bromeó con su hermano, que también competía: «Voy a ganar. Apúrale porque en cuatro vueltas estoy en tus nalgas. Si puedes te jalas; si no, ahí te ves.»
Así fue. Desde el último puesto, Carlos superó a su hermano. Después, alcanzó a Patrick Goeters, que en un gesto de amistad le fue haciendo pantalla para abrirle paso ante unos rezagados. Empezó entonces un duelo contra Jorge Goeters —del equipo Canel’s—, al que rebasó en la penúltima vuelta, la 96. En el inicio de la recta, Jorge golpeó su auto y se abrió por izquierda para dejarlo atrás. Carlos le cerró el camino. A 220 km/h, Goeters golpeó el lado izquierdo de la cola del auto de Carlos.
El Ford Fusion número 21 se proyectó contra la dovela de concreto en la entrada de pits. Las últimas palabras de Carlos, según su spotter Vidal, fueron: «Ya ganamos, ya ganamos.»