Por: Francisco Iglesias
Antes de que empezaran los “el que no brinca es buga” o “la pinche homofobia tiene que morir” y las banderas de arcoiris se agitaran, en el Ángel de la Independencia la presidenta de Copred, Jaqueline L’Hoist, fue clara: “Ni pecadores, ni enfermos”.
La marcha 38 del orgullo LGBTI empezó después de mediodía en medio de la institucionalidad. El rosa cubrió el templete, pero no por la diversidad sexual, sino por los colores del Gobierno de la Ciudad de México, que por primera vez participa de esa forma. “Ciudad con diversidad”, se leía en el escenario y en los alrededores personal de la Sedeso con sus chalecos organizaban los contingentes.
También por primera vez se contó con la presencia del comisionado de las Naciones Unidas, Jean Gerard, quien aseguró que México debería sentirse orgulloso por el progreso que ha tenido el país en materia de derechos LGBTI, que afirmó son derechos humanos.
Y por si hacía falta más apoyo internacional, las embajadas hicieron su parte. La mera mera de la Embajada de Estados Unidos, Roberta S. Jacobson encabezó un contingente al que le siguieron representantes de Canadá, los países nórdicos, Gran Bretaña, entre otros.
Más adelante, en la vanguardia, alrededor de mil personas formaban el contingente de Pride Connection, una organización con apenas dos años que hoy ha logrado que 24 empresas multinacionales —Cinépolis, la única mexicana— lleven a sus empleados a mostrar su diversidad.
Gays, lesbianas, bisexuales, trans y heterosexuales avanzaban sobre Reforma al Zócalo para hacerse visibles y exigir sus derechos, en medio de una fiesta llena de colores —como la bandera de arcoiris de 40 metros— y consignas divertidas como “Ese policía de noche es vestida”.
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