Celebrando a Matt Groening
Por: Redacción
El entorno familiar
Quizá gran parte del carácter creativo de Matt Groening se deba a su propio influjo familiar. Su padre, Homero, vivía en un Portland, Oregon, que no estaba listo para un personaje de formaciones tan sui generis: se ganaba el pan grabando videos de surf y no sólo eso:dibujaba caricaturas transgresoras y las publicaba, de vez en vez, en cualquier espacio que se lo permitiera.
Matt y sus hermanas (sí: Lisa y Margaret) pasaban las horas familiares filmando películas caseras, fantasiosas y llenas de imaginación (como aquella en que el niño se vistió de Rey de los Extraterrestres, etcétera), que pronto formarían en Matt un deseo desesperado por dejar a un lado las cosas del estudio y la vida común y corriente que veía suceder en su ciudad natal, y lo motivarían a adentrarse en los terrenos poco explorados de la contracultura estadounidense. Rondaban los años setenta.
Evergreen
Con el apoyo incuestionable de su familia, Matt decidió formar parte de las filas de una universidad muy particular: el Evergreen State College de Olympia, Washington.Como otras universidades de la época (pensemos, aunque anterior, en el mítico Black Mountain College), Evergreen ofrecía una formación muy poco convencional: no existía la exigencia absurda de entrar a clases, como tampoco método alguno para calificar ni examinar a sus alumnos.
Por lo anterior, Evergreen era el lugar ideal para hospedar a locos como Matt: compartió bancas con ilustradores y artistas tan importantes del underground como Craig Bartlett (creador de Rugrats y Hey Arnold!, quien además está casado con Lisa Groening), Michael Richards (Kramer en Seinfeld), Charles Burns, Megan Kelso y Lynda Barry.
Estos años universitarios fueron dedicados a la carrera de Filosofía. Sin embargo, dejó al poco tiempo sus intereses inquisidores y se trasladó a Los Ángeles para buscar suerte en los mundos de la literatura y la ilustración.
La vida en el infierno
El calor californiano no fue del todo amable con Matt. Era pobre. No encontraba cómo demonios sobrevivir a punta de dibujos y palabras. Sus intereses, extraordinariamente ricos y extraños (de la música experimental a la filosofía budista, pasando por los cómics de talante artístico y el cine underground) no tenían cabida en una sociedad en donde reinaban las series de televisión más ñoñas de la historia (Cosby, Different Strokes, Dallas, Dynasty, etcétera) y el conservadurismo de los Estados Unidos tenía como personaje de afiche a Ronald Reagan.
Por esas complicaciones, Matt tuvo a bien desahogar todas sus penas en una serie de tiras cómicas, simples en su dibujo y muy complejas en fondo, que reflejaban su sentir angelino; Life in Hell retrataba a dos personajes, especies de Charlie Brown mutantes que, a veces acompañados de conejos, sufrían las peripecias de la vida moderna.
Aunque en un principio no fue de ninguna forma exitosa, la tira cómica, publicada en Los Angeles Reader, un periódico alternativo medianamente popular,poco a poco se hizo de un culto.
La popularidad de esta vida en el infierno aumentó hasta publicarse en forma de libro, escalón fundamental para que Matt, casi de un día a otro, se convirtiera en uno de los monstruos históricos de la producción televisiva.
Nacen Los Simpson
“Nos gustan mucho tus dibujos”, le habrían dicho a Groening algunos freaks de la movida subterránea de Los Ángeles. Pero una cosa eran las adulaciones recibidas de un loco y otras muy distintas las recibidas por una de las cartas fuertes de Hollywood de la época: el director, productor y guionista, James L. Brooks.
El cinematógrafo, ya poseedor de tres premios (¡tres!) de La Academia (que no la del bodrio televisivo mexicano), invitó a Groening a participar con una caricatura animada –basada en Life In Hell–:el primer programa de comedia de una flamante cadena mediática de las televisiones del mundo: Fox.
Groening, entusiasmado por la posibilidad de salir de las alcantarillas, llegó nervioso a la junta con Brooks. Cuenta la leyenda (repetida hasta el cansancio) que, sentado en la sala de espera, dibujó caricaturas más o menos grotescas de su propia familia, basado en un principio fundamental: cada uno de los personajes debía de ser reconocido nada más por su entorno. Además, iban a ser amarillos, por otra genial estrategia de reconocimiento: colores tan chillantes, en una pantalla de televisión, no podían pasar desapercibidos.
Como quedó contento con su intento, desechó la idea de presentar Life In Hell y promovió la incorporación de su nueva familia, mitad ficticia: Los Simpson.
Homero, Lisa, Marge y Maggie fueron sus elecciones de nombre (muy poco creativas… o no), se antojaba ridículo llamar al niño “Matt” y entonces manipuló la palabra “BRAT” (sinónimo de mal portado, desobediente, etcétera) para caracterizarse a sí mismo hasta la posteridad.
4646-https://www.youtube.com/watch?v=1_z5We7RYp8
Tracey Ullman
El proyecto al que estaban invitando a Groening, auspiciado en Fox, llevaba por nombre The Tracey Ullman Show. Fue producido por Brooks y ceremoniado, sobra decirlo, por el comediante británico Tracey Ullman.
En un principio, los Simpson aparecían en breves (y medianamente apáticas) cápsulas de poco menos de cinco minutos, una suerte de respiro para los contenidos “en vivo” del resto del programa.
Sin embargo, así como con Life In Hell, se fueron afinando los trazos, los chistes y las voces, hasta que la familia amarilla se hizo de un espacio regular en el programa y su popularidad fue incrementándose.
En la víspera navideña de 1989 sucedió entonces lo histórico: se le ofreció a Matt ampliar los pequeños cortos a un programa especial de media hora que, si tenía éxito, podía hacer de The Simpsons una serie en sí misma.
Todos conocemos, con cariño, admiración y mucho reconocimiento, el desenlace de esa historia.