Los olvidos más imperdonables
Por: Colaborador
Dicen que una de las virtudes más apreciadas y admiradas del ser capaz e inteligente es la memoria. Hay quienes la tienen ancha y profunda como el mar (todo les cabe); otros, corta y arrugada (como de viejito), y otros más, de plano, la tienen de teflón (nada se les pega). Sin embargo, por muy memorioso que uno sea, siempre existen lapsus indeseables: olvidos que no merecen el perdón ni de nosotros mismos.
Por ello, he aquí una lista mediana de cosillas que solemos olvidar ya por distracción, ya por culpa del destino que es muy cábula, o sólo porque tenemos muy, pero ¡muy poca… memoria!
1. La prenda de tu alma
Nunca falta que, después de una noche de copas-una noche loca, llevas a lavar el carro decorado con una artística guácara (nacida de las entrañas de quién sabe quién), y olvidas sacar del asiento trasero ese calzoncito palo de rosa, con holanes de abuela ardiente. Para tu mala pata, el autolavado está lleno y el lavador pregunta “¿se lo pongo en una bolsa joven?”, mientras sostiene la evidencia con la punta de una escoba.
2. El hijo de tus entrañas
Nada tan común como asistir a una pachangona casual y brindar con las celebridades familiares, los amigotes del alma, los compadres beodos y los conocidos de atrás tiempo. Y luego de echarte esos merecidos alipuses, tras las despedidas de abrazo, beso y arrimón, das la mala nota: regresas a tu casa y dejas a tu niño en la fiesta (oh, my dog!).
3. Se me olvidó que tenía memoria
Uno de los despistes más frecuentes, aunque no por ello justificable, consiste en dejar la USB conectada a la chafa-compu del café Internet, con esas selfies atrevidas de puerco entero, donde luces las formas insaciables de tu ser y (seas mujer u hombre) exhibes tu semblante querendón de “seré-la-gata-bajo-la-lluviaaaa”.
4. Él es… don Fulanito de tal
La amnesia puede ocasionar también sucesos de vergüenza que te hacen desear que tiemble, que caiga un rayo o baje Dios a cogerte confesado. Tal es el caso cuando vas con alguien por la calle y te encuentras a esa persona buena y agradable que siempre te saluda por tu nombre, dice estimarte mucho y no pierde oportunidad de demostrártelo. Y a la hora de las presentaciones… ¡chaz!, se te olvida su nombre. ¡Ni cómo arreglar la regada de tepache!
5. Hasta que tu muerte los separe
De todas las omisiones, acaso la más inexcusable es la de aquella efeméride por la que tu pareja vive todo el año: el aniversario de bodas. Si olvidaste el gallo con mariachi, la merienda especial, las flores de camellón, o ni siquiera lo mencionaste, considérate ¡fuera del reino! Seguro te cuelgan de los pelitos de las cavidades (¡ouch!) nasales.
6. ¡No! ¡Eso no, por favor!
Como el anterior, resulta igual de inadmisible ese descuido que pone en riesgo tu dicha y tu sustento, la integridad de toda tu quincena: luego de media hora de hacer cola en el cajero automático, llega tu turno y ¡noooooo! Por más que intentas, no logras recordar el NIP de tu nueva tarjeta de débito. ¡Ya ni refrescártela a ti mismo (la memoria) es bueno!
7. Di por qué, dime, abuelito
Resulta de lo más natural y obvio (asimismo tremendo) que, con tantas cosas ocupando el espacio de tu mente (viajes, sexo y rocanrol), olvides recoger a tu abuelito en su reunión de vejestorios en el IMSS. Ya nomás te acuerdas cuando llegas a tu casa por la noche y notas un hueco en el sillón correoso, donde suele dormir como bendito y roncar como lavadora descompuesta (¡chale, nunca lo pensé de mí!).
8. Intimidad al descubierto
Un despiste que te puede acarrear problemas serios es dejar tu sesión de Facebook abierta en el Internet público. Lo mejor que puede ocurrirte: que un alma buena se compadezca de ti y cierre tu sesión, no sin antes tirarle la onda a todos tus contactos de tu mismo sexo (incluidos los parientes), nomás por vacilar. Lo peor: que algún malandrín hecho y derecho, un cara dura, te meta un susto por olvidadizo.
9. De compras
Sucede a menudo: es quincena y el crepúsculo pasa ante tus ojos; luego, decides ir de compras para surtir tu despensa (el tinte bermellón para tu rubicundo pelo, un pomito de anís de mandarina, tu revista Chilango…); después, viene la broma cruel de tu amnésico cerebro: olvidas tu impermeable de capita y tu chamarra piojosa en la paquetería del súper.
En fin, éste ha sido nuestro Top del olvido imperdonable. Sólo esperamos que no olvides decirnos cuál ha sido tu dememoria más funesta, y también, si te has excusado a ti mismo por tu amnesia garrafal.
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