Obviamente no es un secreto, pero todavía hay gente que ignora que el lago de Chapultepec —bueno, los dos— no son naturales, sino que fueron construidos durante la época de Porfirio Díaz.
Aunque hay registros que indican que desde tiempos prehispánicos había importantes manantiales en la zona —cuya agua se transportaba hacia la ciudad durante varias épocas mediante acueductos como el que todavía se puede ver en Avenida Chapultepec y que le da imagen al Metro Sevilla—, lo cierto es que el fondo de los lagos actuales, en donde los chilangos se han ido de pinta desde hace muchos años, está hecho de concreto.
Todo se remonta al periodo entre 1895 y 1906, cuando Porfirio Díaz quería que México fuera algo así como el París de América —es neta, eso quería—.
Convencido por su mano derecha, José Yves Limantour, Díaz encargó que Chapultepec se convirtiera en uno de los bosques más hermosos de esa época y el primero en su tipo de América Latina.
Sus secretos
Entre las obras que se construyeron estaban los lagos, para los que se mandó traer concreto desde el Reino Unido y se levantaron verdaderas obras arquitectónicas que hoy los ojos de los visitantes a Chapultepec prácticamente ignoran.
Por ejemplo, en la Primera Sección, muy cerca del Zoológico, el lago se divide en dos, pero si se observa con detenimiento, el pasillo que separa a ambas partes es, en realidad, un puente construido con técnicas que resultaron un gran avance de ingeniería para finales del siglo 19.
La parte conocida como “Lago Mayor” mide más de 52,300 metros cuadrados con 39,700 metros cúbicos de agua, mientras que el “Lago Menor” mide 14,400 metros cuadrados y 13,000 metros cúbicos de capacidad.
Este lago ha sido drenado un par de veces en su historia para realizarle limpiezas profundas. A mediados de los 80 se realizó la primera en la que simplemente se extrajeron toneladas de desechos, pero en 2005 se hizo otra en la que un grupo de expertos ejecutó un estudio de “antropología de la basura”, con el que pretendían encontrar objetos que ayudaran a definir la historia del lugar. No encontraron mucho, pero fue un intento interesante.
Su momento más crítico lo vivió en 2006, cuando literalmente se abrió un hoyo en su fondo y se vació casi por completo, provocando la muerte de cientos de peces (carpas y tilapias, para ser exactos) y meses de obras para reconstruirlo.
La Casa del Lago
Otro punto interesante que se construyó junto con el lago de la Primera Sección es La Casa del Lago, la cual fue levantada para albergar el “Club del Automóvil”, que era una especie de club de ricachones de la época que podían darse el lujo de poseer un auto durante la primera década del siglo 20.
Después de la Revolución, como la premisa era quitarle todo a los cuates de Porfirio Díaz, se expropió la casa, pero en 1921 el ya expresidente Adolfo de la Huerta se la apropió para vivir en ella.
Sin embargo, un par de años después, De la Huerta le dejó La Casa del Lago a la Secretaría de Educación, y para 1930 se instaló ahí el Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Para inicios de los 60, se convirtió en el primer centro cultural extramuros de la UNAM, y su primer coordinador fue el escritor Juan José Arreola, nombre que lleva hoy este recinto multiusos.