Desde niño, Jorge imponía su voluntad. Los chavitos de la Narvarte, incluso mayores que él, acataban los mandatos de su líder. Era él, por ejemplo, quien decidía si armaban el “tochito” en la calle o se cruzaban hasta el parque Las Américas, junto a su casa.
«Era testarudo —cuenta su hermana mayor, Georgette—. Si no hacías lo que quería se metía la mano a la boca y decía: si no me lo das, vomito.»
Su padre, también llamado Jorge Mondragón, cumplió su más viejo anhelo, un hijo varón, cuando ya tenía la edad de un abuelo, a los 61 años. Por eso, quizá, optó por consentirlo como a ninguna de sus hijas. «Mi papá decía que mujeres y hombres hacen cosas distintas —recuerda Georgette—. Nosotras íbamos a escuelas de monjas y con su hijo era como un abuelo liberal. Llegaba del trabajo y a jugar con él. Yo cambiaba sus pañales, sacaba al niño a la calle, le daba de comer.»
Jorge Mondragón padre fue uno de los más prolíficos actores de reparto en la historia del cine mexicano. Al morir, en 1997, sumaba 124 películas y más de 20 series de televisión. Alguna vez intentó ser un galán del cine, pero su voz aguda y baja estatura no lo ayudaron. No obstante, conquistó a hermosas mujeres del espectáculo. En 1927 se casó con la actriz española Pilar Mata, con quien tuvo a Isabel. Luego se unió a la bailarina cubana Flora Núñez, madre de su segunda hija, Georgette. Y de su tercer matrimonio, con Judith Coto (“Bonnie”), una hondureña casi 30 años menor que él, nació Jeannette. La espera del varón duró casi 35 años: Judith, al fin, dio a luz a Jorge el 15 de agosto de 1964.
Jorge padre fundó con Arturo de Córdova la logia masónica de artistas Oasis 12, de la colonia San Rafael, donde alcanzó el grado 33, el más elevado. Desde su posición de líder vitalicio de la Asociación Nacional de Actores (ANDA), de la que fue fundador y secretario general, ayudó a su hijo a encarnar extras en novelas como Bodas de odio, Senda de gloria y El maleficio. Jorge, deseoso de ser actor, estudió en el Instituto Andrés Soler. Y las cosas no pintaban mal… Un día, vestido de norteño, Mondra bajó de su troca y tocó a una puerta. Una mujer de portentosos muslos tras una minifalda microscópica salió a recibirlo: Gloria Trevi.
—Epa, m’ija, yo así no la saco.
—¿Por qué?
—Pa’mí las mujeres deben tener la falda abajo de las rodillas.
La Trevi obedece: toma su minifalda y se la baja hasta los tobillos. La cámara muestra una porción desnuda de su pelvis.
—Epa, súbasela.
—Pues quién lo entiende…
—Súbasela y se me cambia. Ahí luego le hablo…
En el video “La papa sin Catsup”, Mondragón insinuaba que la farsa no le iba mal. Pero dejó de insistir.
—¿Y cuáles son tus debilidades? —le pregunto en la entrevista en el Condechi.
—Los Delfines de Miami, el futbol, los zapatos y las mujeres.
Invirtamos el orden. En sus antros —Ixchel, Cafeína, Filicori, Condechi y otros— se rodea de un catálogo infartante: portuguesas, brasileñas, argentinas. «La fiesta es suya; si un chavo de Molotov está con dos chicas, él llega con 20… ¡Chicas para todos! Su glamour facilita negocios. Cerró muchos acuerdos de Molotov llevándose empresarios a un table-dance», cuenta Graciela Contreras.
El lazo de Mondragón con las mujeres es poderoso, corrosivo. Meses atrás, en el rol de “el socio” del reality El Bar Provoca, merodeaba con placer el límite de lo prohibido. A más de una de las empleadas del bar que se desvivían en la coquetería para ganarse a los jueces les dijo al aire cosas como: «No viniste a putear. Trabaja. La vida de un bar también es limpiar tras la barra.»
—¿Qué te falta por lograr?
—No encontrar a la mujer ideal es el karma de mi trabajo: al estar rodeado de muchas no soy una opción porque seré un cabrón-mujeriego-hijodeputa. No se arriesgan.
—¿El poder no basta para seducir?
—El interés del dinero siempre está. Me doy cuenta cuándo me quieren utilizar. Ahí decido si utilizo…
Soy negocio
La única vez que Mondragón pensó que un grupo al que apadrinaría no dejaría ganancias fue el día que Micky Huidobro lo convenció de ser el manager de Molotov. Siempre en Domingo, los televisos, chinguen a su madre, decía la letra. La banda no prometía pesos ni amistades. «Dije, “no va a ser negocio pero será muy divertido incomodar a la gente”», explica. En una de sus tocadas iniciales, en el Bulldog Café, el público los bajó. «¿Quién paga para que lo insulten?», reclamó el gerente Pico García ante lo que casi deriva en trifulca. Molotov siguió empujando. Ganó un concurso de bandas de Coca-Cola y entusiasmó en el Mundial de Surf de Puerto Escondido. Así, Mondragón logró que Universal Music lanzara ¿Dónde jugarán las niñas? La portada, con las piernas de una colegiala con las bragas abajo, avivó el escándalo. Buena noticia.
La radio y la televisión vetaron el disco, Sanborns y Vips se negaron a venderlo y el Auditorio Nacional optó por presentar Onda Vaselina en una fecha reservada al grupo. Al estilo “Like a Virgin” de Madonna, las dudas sobre si Molotov sería un fenómeno comercial se disiparon.
La primera tocada de Molotov en la era Mondragón se realizó en La Iguana Azul. Los mil pesos recibidos se dividieron en cinco partes iguales: 200 para cada uno de los músicos y lo mismo para el manager. Meses más tarde, su primer concierto en El Palacio de los Deportes les dejó ingresos mil veces mayores. «Ahí iniciaron las broncas —dice Graciela, su ex asistente—. No les parecía que a Jorge le tocara lo mismo. Le decían que, en promedio, un manager se lleva 10%.» Los conflictos por dinero aceleraron el rompimiento. De 2000 a 2004, sin Mondragón, Molotov padeció su peor crisis, de la que formó parte el CD Dance and Dense Denso, cuyo tema “No me da mi Navidad” dice: Hay que llenar la pancita del cochinito del punketo mas no confundir la alcancía con el marrano de Mondragón. Hace poco más de dos años, sin embargo, lo recontrataron.
—¿Qué razones hubo para volver a llamarte?
—Hay un lazo afectivo padre-hijo. Me quieren y soy negocio. Probaron con gringos y con mexicanos y no funcionó.
—¿No importó que en su disco te denigraran?
—Me glorificó que me compusieran una rola como a Zabludovsky o Luis de Llano.
Haberse separado de Molotov le supuso un alejamiento de la música que aún persiste. Al mismo tiempo rompió con La Ley y con Moenia, grupo por el que obtuvo con BMG un contrato por 6 millones de dólares.