¿No les encanta cuando amanecen y lo primero que escuchan es
la maravillosa voz de la persona que más aman susurrándoles al oido “hice
waffles”? Escuchar a su hijo reír
por primera vez o al niño que tanto odian llorar por primera vez. La maravillosa paz y tranquilidad que
trae el sonido del mar o las risas incontrolables que trae ese sonido raro que
sale cuando hacen cazuelita con su mano, la ponen en el sobaco y aletean. Son sonidos maravillosos y de los
cuales deberíamos estar agradecidos.
Pues bueno, de eso no se va a hablar aquí. No, justo vamos a hablar de todo lo
opuesto. Sonidos y ruidos que son
tan desesperantes que nos pueden llevar a aventar una piedra por la ventana o
faltarle el respeto a una monja. Amén.
Tápense los oídos y denle a siguiente.