¿En qué consistía?
Todos los días, con el pretexto de tu salud, tu mamá te preparaba un sándwich de lo más gris: mayonesa y jamón (con suerte te tocaba una rodaja de jitomate). Que alce la mano el que no llevaba una cantimplora con agua de limón medio pasadita.
¿Cómo lo combatíamos?
Fácil: si tenías 5 pesos disponibles, comprabas unas papas (o Rancheritos o Crujitos), les dabas un manazo sin abrirlos, y luego metías las frituras hechas pedacitos dentro del sándwich. Desayuno ganador.
¿Cuál es la versión adulta?
Cualquier día de la semana a las 2 de la tarde en la fonda de ocasión: sopa aguada, milanesa y una infame ensalada de lechuga con jitomate. Casi casi peor si hay comedor en tu empresa.