Sí, ya sabemos que eso de usar frases y refranes es muy de abuelos, pero la verdad es que de repente nos sorprendemos a nosotros mismos diciendo “este fin anduve del tingo al tango” y cosas similares. Todas las frases tienen un origen, pero a veces las escuchamos tanto que no nos ponemos a pensar de dónde chingaos vienen.

Ahí te van algunas, para que te des un quemón:

Andar del tingo al tango

Tingo, conocido también como Villa de Tingo, es un poblado peruano que pertenece a Arequipa. Geográficamente, Perú se ubica al noroeste de Argentina, país originario del tango. Andar del tingo al tango significa entonces, literalmente, andar de arriba para abajo, de Perú a Argentina.

Los chilangos usamos una variante local con el mismo significado: andar como calzón de ****. Bueno, dejémoslo en “andar como prenda íntima de mujer de la vida galante”.

¡Ya se armó la gorda!

Aunque la primera imagen que nos viene a la cabeza es una suegra tomando un cuerno de chivo, el origen de esta frase es totalmente diferente. “La Gorda” era el nombre con el que los andaluces conocieron a la Revolución Española de 1868, que puso en tela de juicio el reinado de Isabel II.

Hubo muchos intentos de levantamiento, pero sólo la Gran Revolución, La Gorda, fue capaz de tumbar al régimen monárquico. Decir que se armó la gorda es decir que se armó la revolución, pero la grandota, la chida, la mera mera.

Sepa la bola

Esta frase surgió en los tiempos de la Revolución Mexicana. Aunque los ideólogos de este movimiento eran en su mayoría clasemedieros, en los levantamientos callejeros había de todo, campesinos, mujeres encabritadas, militares… A este grupo tan dispar se le conocía como “la bola”, una bola de gente bien diferente que lo único que tenía en común era querer tirar la dictadura de Porfirio Díaz (Don Porfis, pa’ los cuates).

Cuando había destrozos o saqueos y no había a quién echarle la culpa, la gente simplemente decía que había sido “la bola”. Desde entonces decir “sepa la bola” es una manera de expresar “a mí ni me veas, yo qué” cuando alguien pregunta quién es el responsable de algo.

La tercera es la vencida

Existen dos teorías acerca del origen de esta frase: la primera es en la lucha cuerpo a cuerpo, donde al derribar tres veces al oponente, el contendiente salía victorioso. La tercera caída a la lona se convierte entonces en la victoria segura, el fin de la lucha.

Sin embargo, la teoría más aceptada (y también la más oscura) se remonta al ejercicio del derecho en los siglos XVI y XVII. En aquellos tiempos, si un ladronzuelo reincidía y se le encontraba culpable de hurto tres veces, se le colgaba en plazas públicas como muestra de que la autoridad no se andaba con jueguitos. Para el pobre caco, la tercera era la vencida.

¡Aguas!

En los tiempos de la Colonia era muy común no tener un sistema de drenaje en casa, así que la manera más práctica de deshacerse del agua puerca era tirarla por los balcones. Esta agua era el producto del aseo de los trastes, la ropa y por supuesto, de las bacinicas. Para avisar que esta agua iba a ser arrojada y no le cayera a algún pobre incauto, se gritaba “aguas”. Qué bueno que en aquel entonces no existían los audífonos.

El que quiera azul celeste, que le cueste

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Además de ser el nombre de una rola de Paquita la del Barrio, esta frase tiene un origen curioso. Antiguamente, el lapislázuli era un mineral casi tan preciado como el oro por el costo de su extracción y transportación. El azul celeste ocupado para los cielos de los retablos de las iglesias se obtenía mezclado lapislázuli con blanco. Ya se pueden imaginar: ponerle azul a los cuadros era carísimo.

Los jerarcas de la Iglesia terminaron adoptando esta frase como analogía y se la aplicaban a sus feligreses: “¿quieren entrar al azul reino de los cielos? Pues órale, paguen el precio”.

Un ojo al gato y otro al garabato

En los viejos tiempos no habían refris, mucho menos las maravillas de hoy que hasta hielitos hacen. ¿Cómo conservaba la gente sus alimentos frescos? En el caso de las carnes, se preparaban embutidos que aguantaban más el proceso de descomposición. Estos embutidos se colgaban en fierros conocidos como “garabatos”.

Antiguamente todas las casas contaban con al menos un gato, que era la manera más sencilla de mantener a raya a los ratones. Sin embargo los felinos solían treparse a los garabatos para atascarse los chorizos de la casa, por lo que había que estar con un ojo al gato y otro al garabato.

¿Quiubo, no se quedaron con el ojo cuadrado? Aunque sabemos de dónde vienen algunas frases, hay otras cuyo origen sigue en el misterio. ¿Se han preguntado de dónde viene “Pero si tú no vendes piñas”? Nosotros también y no hemos logrado resolverlo. Este parece ser un trabajo para Scooby Doo y su tropa, o para Morocha, la cantante resuelvemisterios.

Si tú sabes el origen de esta u otras frases, déjala en los comentarios y sácanos de la duda (sin albur).

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