Integrada al protocolo de gobierno, la embajadora turística viajó a Sudamérica y Europa. «La apoyaron José López Portillo, su hermana Margarita (titular de Radio, Televisión y Cinematografía) y Guillermo Rosell (secretario de Turismo)», dice su madre.

El cineasta Dennis Hopper, famoso desde Easy Rider, conoció a Mariagna en la época en que preparaba la cinta Out of the Blue: una punk luchaba ante un padre ex reo y una madre junkie. Le ofreció un papel que hacía un desnudo. Mariagna se negó. El film peleó por la Palma de Oro 1980 en Cannes. «No me sentía preparada para Hollywood», dijo Mariagna a la revista Kena en 1990, convertida ya en actriz de telenovelas.

Su destino era otro. El actor y productor Raúl de Anda, “El Charro Negro”, amigo de Alemán, recibió la oferta de hacer un documental turístico, Expedición Octubre 3, sobre buceo espeleológico en Yucatán. Se lo asignó a su hijo Rodolfo, quien al buscar una protagonista con aptitudes atléticas conoció a la Señorita Turismo: la atractiva rubia hacía unos años había ganado pentatlones.

Mariagna y Rodolfo viajaron al sureste. El hombre que dirigía su albor artístico era cálido y, a la vez, tenía un vozarrón, arreaba caballos, vivía en un rancho, coleccionaba fusiles, manejaba convertibles, cazaba venados y, a sus 33 años, había actuado en 70 películas. Se enamoraron en el rodaje.

A sus 19 años, Mariagna vivía con sus padres; en cambio su novio, 14 años mayor y divorciado, vivía con Rodolfo Jr. y Patricia, sus pequeños hijos. El actor le pidió vivir los cuatro en su hogar: el rancho El Juguete, en lo alto del bosque de Santo Tomás Ajusco.

«En ese entonces —recuerda su mamá— visitaba en casa a Mariagna un directivo irlandés de Pepsi llamado Colin, violinista de ojos azules: yo estaba encantada con él. Le dije a Mariagna: “Decídete: Colin es un Mercedes Benz, el otro (Rodolfo) un caballo”. Cuando dijo “quiero al caballo”, yo no podía creerlo». De un barrio de clase media en Cuernavaca pasó a una mansión con establos, lienzo charro, alberca y un bar donde Rodolfo departía con amigos como Jorge Rivero o Andrés García. En lo más alto, frío y remoto del DF, Mariagna usaba un walkie-talkie para ubicar a su gente.

Encomiéndate a Dios


Margarita López Portillo, directora de RTC, ordenó en 1978 la refundación del cine nacional: «Habrá en México un nuevo star system», anunció Hiram García, director del Banco Nacional Cinematográfico. A la creación de estrellas se sumaría el fin del subsidio a cintas políticas para canjearlas por otras con charros, gallos y papel picado.

El nuevo “Hollywood mexicano” les dio clases express a dos futuras estrellas: la Señorita Turismo y Estela Piquer, rostro de El Heraldo de México en 1976 y novia de José Ramón López Portillo, hijo del presidente.
Para estelarizar la costosísima Una leyenda de amor, Conacite Dos contrató a Piquer y Prats, quien en el papel de “Rosalía Cabrera” defiende a muerte su amor por el hijo de una familia rival, “Roberto Montesinos”. «El debut de Mariagna fue aprobado por los directivos, que le ven atributos para llegar a la cima mundial de la cinematografía —indicó La Prensa el 19 de abril de 1978—. Con ella inicia el star system.»

El director Abel Salazar quería una producción gloriosa. El guión fue de Julio Alejandro, argumentista de Buñuel. La música de Rubén Fuentes, autor de “La Bikina”. Rentó 20 caballos desde donde los actores lucharían y prohibió los dobles. Y para entrenar a Prats llamó al maestro hípico Hernando Name, stuntman mexicano que laboró con John Wayne y Kirk Douglas.

El día que la conoció, Name vio en Mariagna a una mujer frágil. Por eso le aclaró que su papel tenía una escena particularmente riesgosa: debía entrenar cuatro meses, de 6 a 12 AM.

—Si no tienes valor —la retó—, ¿a qué vas? Que se busquen otra...
Mariagna no dijo nada.
—Sería mejor que te lo pensaras —insistió Name.
—No tengo nada que pensar —repuso ella—. ¿Cuándo iniciamos?
Al amanecer, Mariagna llegó puntual al Rancho del Charro, en Santa Anita.
—¿Sabes de caballos? —preguntó Name.
—Monté en albardón —respondió. Mariagna se refería a una montura acojinada que había usado en pentatlones.
—Esto va a ser distinto…

Desde entonces cabalgó en albarda, montura rígida para la mujer charra. Mariagna aprendió a hacer ochos, picaderos, cambios de mano. «Era una policromía de belleza, una muñeca a caballo, profesional y sin soberbia», dice Name, que, previsor, la instruyó en las reglas de una caída: girar los hombros, cubrir su cabeza, aflojar el cuerpo, rodar y algo más: «Le dije: encomiéndate a Dios para salir bien librada. Es todo».

Los medios buscaron pronto a la nueva figura. «Espero superar el trabajo de María Félix: Mariagna Prats», declaró al diario capitalino Avance, que dejó la declaración como un titular del 29 de mayo del 78.

Ya en el rodaje en la hacienda La Gavia, llegó la gran escena. “Roberto”, prometido de “Rosalía” —personaje de Mariagna—, mata de un machetazo a “Teódulo”, hermano de ella. Horrorizada, sale a galope en busca de su amado; pero “Rita”, novia del difunto, les cierra el paso.

—Malnacida, vas a verlo a él, al asesino de tu hermano—, exclamó “Rita” frente al caballo, jalando desde abajo las riendas.
—¡Quítate! —contestaba “Rosalía” sobre un animal iracundo.

Aunque en su vestido ampón Mariagna luchaba contra un animal desbocado, el director repitió la escena varias veces. «Rebasamos los límites de seguridad y paramos —acepta Name—. El caballo estaba caliente y las actrices podían matarse». Pero el daño estaba hecho: «Al caer en esa película sobre el sillón de charro, se rompió el coxis —revela su madre—. La operaron pero en año y medio su espina se desmoronaba. Por el dolor le prescribieron drogas». El rodaje, no obstante, continuó.

En la siguiente escena, el personaje de Mariagna encuentra a su enamorado.
—¿Tú mataste a mi hermano? —le dijo a “Roberto”, que asintió ensangrentado.
Incapaz de sentir el personaje, la impasible Mariagna daba fuetazos a la cara de su prometido. El director detuvo la escena.
—Señorita, esto no es un juego: usted no sabe si ama u odia al hombre que acaba de matar a su hermano. Métase en situación.
—Discúlpeme, señor.

Mariagna volteó a una pared. A los cinco minutos se hizo el silencio. “Rosalía” volvió a azotar a fuetazos a “Roberto”: «Te odio, te odio», le dijo abrazándolo, mordiéndolo, llorando. Te amo... llévame lejos», fue la frase final de la mejor escena de su vida.

Por la lesión dejó el cine 16 meses, pero aún rehabilitándose volvió a cabalgar en el Ajusco guiada por Name. Un día, forzó las riendas de “La Hormiga”: la alazana se desplomó y Mariagna salió disparada. «Fue espectacular, pero ella se subió otra vez y tomó la rienda. Los golpes –justifica Name- no se sienten luego luego; se sienten después.»