La relación de AMLO y Bejarano es simbiótica: el primero sabe que sin las ágiles tropas bejaranistas perdería fuerza; el segundo que su única opción política es “el gobierno legítimo”, pues en la dirigencia del PRD mandan sus adversarios de Nueva Izquierda.
Se conocen bien desde 1996, pero la mancuerna AMLO-Bejarano no tiene ni diez años de historia. En 97, Cuauhtémoc Cárdenas nombró al profesor como director general de Gobierno, jerárquicamente el tercer puesto más importante del GDF, debajo de la secretaria de Gobierno Rosario Robles. En ese cargo, Bejarano trataba con ambulantes, microbuseros, vecinos, taxistas, policías. Con el respaldo de esos líderes con músculos para ocupar avenidas, oficinas o plazas, coló su fuerza hasta la Asamblea Legislativa. Para que rigiera a la bancada perredista eligió a Martí Batres, líder universitario y de incipiente carrera pero con el mérito de ser hijo de viejos camaradas en la lucha política: Cuauhtémoc Batres y Rosario Guadarrama. Bejarano había cobijado a ese chico desde los 80, en la Coordinadora Única de Damnificados que creó tras el sismo de 1985.
AMLO conocía la historia de Bejarano. Por eso, en 2000, al buscar la jefatura de gobierno, ofreció al ex dirigente del Partido Socialista Unificado de México ser su jefe de campaña. Bejarano le organizó mítines repletos de “pueblo”. Luego, ya como su secretario particular, alimentó una lealtad que ni los videoescándalos destruyeron, pese a que nunca más se les vio juntos.
Después de las imágenes difundidas por Brozo, AMLO se deslindó suavemente: «Es una relación totalmente administrativa, política, pero eso no significa una relación de complicidades», dijo a José Gutiérrez Vivó, en la que fue, acaso, la declaración más dura contra su mano derecha.
El profesor sabía que AMLO no podía respaldarlo en los medios. «Entendió que en ese momento era un lastre para Andrés Manuel», dice un lopezobradorista allegado a ambos. No obstante, Bejarano usó a su esposa, a Guerrero, Encinas y al ex secretario de Gobierno Ricardo Ruiz como sus enlaces con el jefe de gobierno. «Les mandaba decir que estaba con él. Nunca han perdido comunicación», añade esa fuente. La tensión entre Bejarano y AMLO proviene, en todo caso, de la esposa del profesor. Padierna aún no digiere que en 2006 el jefe de gobierno pidiera al PRD vetar su candidatura al senado para no afectar su carrera presidencial.
Dolores interpuso una denuncia ante el Tribunal Electoral y protestó fuera de las oficinas centrales del PRD.
Si los hay, los rencores están disimulados. Hace unos meses Bejarano candidateó a los hermanos de AMLO, José Ramiro y Pedro Arturo, a dos cargos: el primero a la presidencia del PRD en Tabasco, y el segundo a diputado por Tlaxcala. Ambos ganaron.
SEXTA LLAMADA (HÍJOLE…)
—Profesor, soy Mael, de Chilango. ¿Cómo está?
—Bien, en la hermana república de Baja California
—¿Con el movimiento?
—Constituyendo la oficina del movimiento. A ver si mañana ya hacemos la entrevista, márcame mañana.
—Estamos cerrando la edición, déjeme hacer sólo dos preguntas.
—Déjame marcarte mañana.
—Sólo dígame su meta como político.
—Híjole… es que tengo que pensarlo. Déjame marcarte mañana.
—Sólo conteste eso, estamos en cierre.
—Déjame marcarte.
Colgó.
VOLVERÉ
El 3 de marzo de 2004, Brozo exhibió en Televisa el video que destruyó su carrera de político con exposición pública. La dirigencia del PRD le ofreció apoyo para refugiarse en otro país; Bejarano se negó.
Por esos días, la familia Bejarano acudió a ver X-Men 2 a Cinépolis Universidad. En cuanto la fila lo identificó inició la rechifla: «¡Ratero, devuelve la lana!», oyeron él y sus mujeres. Bejarano contuvo la ira. Abrazó a sus hijas, compró los boletos y entró a la sala con la silbatina desatada. Sin un rostro conocido días antes, de golpe era un famoso aborrecido por la sociedad.
La casa de la familia era custodiada día y noche por 15 elementos de la Policía Judicial. Temían que huyera del país para librarse de los cargos por lavado de dinero, operaciones con recursos de procedencia ilícita y delitos electorales fincados por la PGR y su contraparte capitalina.
Estaba solo. En dos semanas el Congreso decidiría si perdía su fuero de asambleísta y pisaba la cárcel. Una nube de reporteros se arremolinaba en su casa día y noche.
El 4 de noviembre de 2004 fue desaforado y quedó a disposición de las autoridades judiciales. Bejarano se recluyó con familia y amigos. «Con su encumbramiento político era algo que no entendía —dice su amigo Vargas—. Pero su inteligencia lo mantuvo ecuánime.» No fue tan así. Ese día, un agente del MP le extendió una orden de presentación. El político le rompió el papel en la cara. «Se entregó antes que sus enemigos lo atacaran —añade Vargas—. En el programa con este payaso (Brozo), dijo que pediría licencia como diputado. Nunca huyó.»
Antes de ser aprehendido escribió dos cartas: una a sus seguidores, otra a sus hijas. A ellos les dijo: «Volveré del encierro y con ustedes seguiré formando filas.» Y a ellas: «No se sientan desamparadas, no lo están.»
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