Para conocer los olores de la ciudad, nos juntamos con los que mejor huelen. Dimos un paseo con dos personas que no ven, Ismael, de 29 años, y Rosa, de 42.
“La Ciudad de México no tiene un olor en particular, es una combinación. También va por zonas. Hay esquinas que tienen un olor muy particular y eso nos ayuda para que los ciegos nos guiemos. También hay sonidos que nos indican si llegamos o no a nuestro destino”, nos dijo Ismael.
Rosa es débil visual —esto es, que ha perdido casi la totalidad de la visión— así que tiene que ayudarse de un bastón para salir a la calle. Ella dice que la peor esquina por la que tiene que pasar durante el día está en la calle de Enrique Rébsamen, en la colonia Del Valle.
“Hay una parte en la que se combinan los olores de un puesto de tacos de carnitas con unos botes de basura que, supongo, siempre están llenos. Un poco más adelante hay un local de perfumes cuyo aroma es muy penetrante. Siempre paso de carrerita ¡ja ja!”, nos contó.
Coral Italú, directora de Anidando AC nos platicó que muchas personas ciegas que asisten con ellos tienen una combinación de sensaciones para guiarse por las calles no sólo el olor, sino el sonido.
“Tenemos el caso de un alumno que tiene que tomar un microbús por Tlalpan. Se guía con el sonido de un panadero que siempre está gritando y que indica que se encuentra del lado correcto de la calle”.
—¿Todos los ciegos desarrollan sus sentidos más allá de los que tenemos visión completa?— preguntamos.
—La mayoría de ellos sí. Tienen una percepción diferente porque desarrollan la plasticidad de su cerebro para adecuarse. Casi todos son especialmente sensibles en el tacto y hay veces que pueden sentir cuando una persona va a entrar a una habitación, por ejemplo.
Ismael dice que cada gran zona tiene su olor particular. “El oriente de la ciudad es terrible”. Avanzamos por el eje 6 y Churubusco.
“Acabamos de llegar a la Central de Abastos ¿no? Es el olor a pescado y algo más penetrante, como basura. Hay un olor persistente en esta zona, como cuando hay algo echado a perder; no sé qué es lo que sea. Una vez mi mamá me llevó a la Central de Abastos: huele a queso y a naranjas. Es lo que más recuerdo. También es muy característico un olor a detergente”.
Dimos un recorrido más allá, hacia el aeropuerto. “Creo que nunca había pasado por aquí. Aquí huele a coladera ¿qué es?” Suponemos que es el olor que llega de Texcoco, aunque no le supimos explicar.
Rosa perdió su visión poco a poco debido a una enfermedad. Añora los días de visión completa y recuerda cosas, aunque dice que poco a poco son confusas. “Me gusta ir a los parques”, dice, “la zona de Reforma casi no huele, aunque mi parte favorita es Chapultepec”.
También le gusta ir a las plazas comerciales: ” He notado de un tiempo para acá que las tiendas de ropa tienen un olor diferente, cada una de ellas tiene un aroma dulce. Me pregunto si los encargados de la tienda tienen aromatizantes particulares o si la gente lo nota”. Pues no sabemos, pero no dudamos que parte de la misma marca.
A Ismael le gustan los mercados de flores. “Cuando camino por San Ángel está bien bueno pasar por donde venden los arreglos florales”. Lo llevamos por el rumbo de los Viveros de Coyoacán, pero antes de ahí nos preguntó sobre un olor feo. Le dijimos que era el agua estancada del Río Magdalena. “No me gusta”, dijo.
Él confesó que “nunca me había planteado la idea de entender la Ciudad de México por su olor. No es algo en lo que me fije: simplemente camino y ya ¿Llegamos a Coyoacán?”. Le dijimos que sí. “Aquí huele a café y a comida. Mucho más a café, sobre todo por este lado”. Se refería a la calle de Allende, donde está el Jarocho.
Rosita se mueve ágil entre las personas. “Mi debilidad visual se parece mucho a ver solo sombras borrosas o bultos. Paso afuera de las estaciones de metro y a veces tantos olores de comida me dan mucho asco ¿sabes qué huele muy mal? Los puestos de tacos de tripa. Creo que por eso me hice vegetariana. Odio ese olor a grasa afuera del metro Sevilla, por ejemplo. Hay veces que voy caminando y huelo a basura: sigo el olor con mi bastón y siento que hay un montón de cosas en la banqueta, amontonadas. Me molesta ¿por qué la gente hace eso?”.
Ismael dice que en general la Ciudad huele mal “es un olor salitroso, como azufre. Mi mamá dice que es como huevo podrido. Hay zonas que huelen menos, como Polanco. Hay otras que huelen mucho peor, como Cuemanco y en general por Tláhuac. También Xochimilco tiene su olor particular: me dicen que es por los lirios. Un día me llevaron en trajinera y metí mi mano al agua. Se siente espesa, como babosa y huele feo”.
Rosa nos dijo que le gusta salir a carretera: “En cuanto se acaba la ciudad, el olor cambia. Lo noto de inmediato, ir a Cuernavaca es diferente, y cada vez que regreso me da mucha tristeza ese olor a quemado y a sucio”. Al final nos despedimos de ambos y cerramos los ojos.
¿A qué huele tu recorrido diario por la ciudad?