Antes, convertirse en papá era llegar al punto máximo de la madurez, pero en 2015 actuar como los adultos de otras épocas no es visto como algo cool. Así, la nueva generación de padres procuran que sus hijos no coman, duerman o estudien como ellos, por lo que decisiones que antes eran fáciles, como inscribirlos a la escuela o comprarles un babero, hoy requieren varios días de análisis.
Así que estos padres que viajan en Uber y en bicicleta, además de que toman té verde y escuchan música alternativa, quieren que sus hijos tengan el mismo estilo de vida que llevan ellos, por lo que hacen todo por que sean hipsters desde la cuna.
Aquí algunas de sus conductas más comunes para poder identificarlos cuando no están caminando por las calles de la Condesa con su carriola último modelo o cuando llegan a una fiesta portando su camiseta de los Pumas o luciendo su chupón de Star Wars.
Primero la carriola
Hay quienes se gastan una fortuna en cosas que se usan poco tiempo, como un bambineto o un mueble especial para colocar la tina en donde se bañará al bebé, y aunque suelen hacer la vida fácil, la realidad es que sólo se usan unas cuantas semanas antes de que el niño ya pueda estar en una cuna o se bañe en la regadera.
Aunque hay cunas que jamás se usan, porque hoy resulta que el colecho (que los niños duerman en la misma cama que sus padres) es superrecomendable, y es algo muy gacho que hagan que los niños duerman solos cuando apenas tienen seis meses… como seguro te hicieron a ti por culpa de un pediatra noventero.
Pero el gasto más grande que le gusta hacer a los papás de hoy es en la carriola, la cual debe incluir lo último en tecnología, igualito que un Fórmula 1. Debe ser bonita, con un diseño atrevido, con llantas que protejan al bebé de la vibración provocada por las destrozadas banquetas de la Ciudad de México, una capota que lo cubra de los rayos UV y en donde pueda viajar acostado, sentado, viendo hacia mamá o hacia la calle, según la ocasión.
Una cosa importante es que pueda servir para que uno o los dos padres lleven al hijo a las carreras de 10 kilómetros o más (las carriolas suelen estar prohibidas, pero a estos papás les gusta robar miradas) que cada domingo se corren por las calles del DF, además de que puedan rodar sin dificultad en la pista de los Viveros de Coyoacán o en el parque Naucalli.
A veces es una inversión tan importante que quizá por eso se pueden ver a niños de 5 o 6 años que, a pesar de que ya caminan perfectamente, van cómodamente sentados en sus carriolas de última geneneración en los centros comerciales o en los parques de la Condesa.
Ropa alternativa, ¡¿de bebé qué?!
Durante unos seis meses previos al nacimiento del niño, los papás gozan de compartir en Facebook las fotos de chambritas, baberos con logos de equipos de futbol americano o de los Pumas, pañaleros de Metallica y simpáticos gorritos con marcas tipo Gucci o Chanel con el fin de demostrar que para nada sus hijos usarán algo del noventero Barney, del imperialista Mickey Mouse o del simplón Bob Esponja, mucho menos de la boba Peppa Pig o de alguna promotora del machismo, como Blanca Nieves.
Otras prendas básicas son, por ejemplo, unos Converse para que se enseñe a ser hipster desde chiquito, un pantalón Benetton porque es una marca cool y una chamarrita Gap para que luzca como neoyorquino en la guardería.
Lo que quizá no saben es que la mayoría de esas prendas las usarán sólo un par de veces durante toda su vida, porque tanto los papás como los que dan regalos piensan que los bebés se quedarán pequeñitos durante años, pero en al realidad crecen tan rápido que muchas de estas prendas sólo serán exhibidas en público a través de Instagram, porque no alcanzará el tiempo para sacarlas del cajón antes de que ya no le queden.
No tocan a sus hijos ni con el pétalo de una rosa
En principio, esto es bueno, porque hace que cada vez disminuya más el número de niños golpeados, una salvajada común en otras épocas.
Pero para quienes crecieron bajo el dominio de la chancla de su mamá y de las nalgadas de su papá (ya no se diga el del cinturón) eso de no darle a su hijo un “coscorrón” cuando se porta mal representa un gran reto; eso sí, gozan cuando presumen en cualquier reunión familiar que nunca le han dado un ligero golpe a sus hijos.
Padawan, no un simple bebé
La saga de Star Wars (Guerra de las Galaxias para los más rucos) inició a finales de los 70, perduró hasta mediados de los 80, se relanzó en los 90, se resucitó a finales del siglo 20 y principios del 21 y ahora se alargará durante varios años más. Es por ello que es la franquicia que ha alcanzado mayor éxito durante más tiempo en toda la historia del cine, por lo que se ha construido una base de fans que traspasa generaciones.
Sin embargo, los más clavados están convencidos de que sus hijos son fans de Star Wars desde que son espermatozoides, por lo que cuando nacen ya tienen a su disposición Legos, películas, disfraces, peluches y pijamas de R2-D2 o Yoda… y para estar al día, ya cuentan con souvenirs infantiles de BB-8 (bien pro, güe…).
Algo así también aplica para aquellos que le compran a sus bebés juguetes de colección y de ediciones especiales de cualquier otra temática, como Mario Bros. o algo de diseño, y que seguramente los papás disfrutarán más que los pequeños que primero tardarán varios meses en aprender dónde tienen su propia nariz.
La mejor comida
Como los papás modernos no quieren que sus hijos crezcan comiendo pizzas o, peor aún, tacos de canasta, buscan asesoría profesional en conductoras de radio o revistas del supermercado para aprender a identificar los ingredientes orgánicos con los que debe preparar la papilla del bebé.
Pero lo primero que suele comer un niño es la leche de su madre, pero acualmente hay dos nuevas tendencias radicales hacia ella, que suelen ser tema de debate en los cafés de Polanco o Altavista.
La primera señala que los críos deben tomar leche materna hasta que tienen edad de ir a la escuela; pero la otra es radicalmente opuesta y asegura que la leche es para becerros y no para niños, porque los humanos somos la única especie de la madre naturaleza que toma la leche de otro mamífero.
Y no se diga de las madres “desnaturalizadas” que se atreven a darle leche de fórmula a sus hijos, ya que pueden ser señaladas como las peores del mundo cuando en una fiesta infantil o en un centro comercial alimentan a su hijo en público con un biberón, eso sí, muy innovador con diseños noruegos y fabricado con materiales extraídos de la naturaleza, que garantizan que estén libres de cualquier tipo de parásito maligno.
Por último, los padres se pasan tips entre sí para saber cómo asegurarse de que los alimentos estén libres de pesticidas, transgénicos, gluten o cualquier otra cosa que, aunque no sepan qué es, suene peligrosa, con el fin de evitar servírsela a sus hijos en los platos libres de plomo, parabenos y otros elementos infecciosos que trae consigo el plástico y que compraron a precio de ganga en el shopping que fueron a hacer a San Antonio en cuanto se enteraron del sexo del bebé.
Nombre es destino
No se sabe ciertamente por qué, pero en cada generación hay nombres que se ponen de moda y suelen ser repetidos miles de veces, como las canciones en los antros o las prendas de las tiendas departamentales.
Actualmente, nombres como María, Santiago, Mateo, Emiliano, Regina, Natalia, Valentina o Matías suelen ser los más repetidos en las listas de alumnos de kínder y primaria, dejando atrás a las Claudia, Verónica, Gabriela, Carlos Albertos y Roberto Carlos de los 70 (seguro así se llaman sus maestras) o los Tonatiuh, Citlalli, Kevin y Brenda de los 90.
La escuela
Antes, los niños iban a la escuela de la colonia o en la que tenían cierta tradición o por recomendación de alguien más, pero ahora buscar el kínder o primaria ideal es toda una labor meticulosa que puede tardar hasta un para de años e, inclusive, hay escuelas bastante regulares que piden apuntarse en una eterna lista de espera, como si se quisiera hacer reservación en el restaurante de moda o entrar a un antro cuando no conoces al de la cadena.
Los papás ya no se conforman con ver si en la escuela elegida imparten inglés o computación (¿para qué?, si ya saben usar el iPad), sino que además sus niños deben tomar un año previo al primero de primaria llamado “pre-first”, en donde los llenan de materias en inglés, por lo que la primaria ya no dura seis, ¡sino siete años! De esta manera se consolida como el ciclo escolar en el que una persona pasa más tiempo en su vida.
Pero la cosa no se detiene ahí, sino que también en la escuela debe haber un programa de educación sexual (para que le aprendan a decir a las cosas por su nombre y no como les enseñaron en casa), además de un taller de valores, en donde los enseñan a ser buenas personas, que si en verdad es eficientes, ninguno de ellos se pasará los altos, nadie tirará basura en la calle, todos usaría cinturón de seguridad y nadie buscará cómo transarse a los demás. Aunque esas malas conductas suelen aprenderse en casa.
Otra de las nuevas complicaciones es que deben elegir cuál método de enseñanza prefieren, que puede ser “tradicional”, “constructivista”, “por competencias” o el que inventen este mes. Para saber cuál es el bueno no hay que entenderlo, sino hay que estar atentos a ver cuál le venden mejor a los padres cuando vayan a pedir informes.
Inclusive, sistemas que parecía que iban de salida, como el Montessori, se han vuelto a poner de moda, gracias a que estos padres del siglo 21 buscan siempre lo que parezca más alternativo… aunque muchas escuelas que ofrecen este método, en la práctica, lo que realmente imparten es una especie de estimulación temprana con esteroides.
Una cosa buena de estos cambios en las ofertas de las escuelas es que algunas ponen especial énfasis en la diversidad, por lo que retiran cualquier tipo de traba a que ingresen chavitos de diferentes nacionalidades o de familias de todo tipo y de estratos económicos variados… aunque todavía hay quienes saben de antemano que deben eliminar este tipo de opciones de su lista. Allá ellos, pues.
Gadgets y canciones de cuna
A estos papás les gusta comprar todo tipo de gadgets para sus bebés. Por ejemplo, esos que monitorean al pequeño las 24 horas con el fin de obtener información tan complicada de descifrar como que está dormido cuando no hace ruido o que tiene hambre cuando llora.
También adquieren lo último en dispositivos que prenden luces para que el bebé se duerma (contradiciendo a los pediatras que recomiendan no encender ningún aparato electrónico a su alrdedor) o que tienen la macabra función de reproducir la voz de su mamá para que el niño “se sienta tranquilo” (¡imagínate que el osito de peluche con el que dormías de chavito tuviera la voz de tu mamá! ¿No es macabro?).
No puede faltar la bocina con la música para que se duerma, pero como Mozart es aburrido y los discos de música de los Beatles para bebés ya no están de moda, pues prefieren ponerle al pequeño un playlists de música lounge, porque al fin es bien tranquila, además de que así se acostumbran a escuchar buena música desde la cuna… según ellos.
Y en ese tema de la música, pues también ya es un ritual que en cuanto puedan caminar y ya no duerman siesta, vayan con sus papás a festivales tipo Vive Latio o hasta el Lollapalooza “para que se vayan acostumbrando”… o para que los papás se las den de altarnativos con sus contactos cuando postean las fotos de sus pequeños rockeando con Café Tacvba o con los Imagine Dragons, en vez de llevarlos a ver el show de Dora la Exploradora.
Estudios fotográficos
Las mamás de los cuarentones y treitones seguro tienen todavía en su casa un cuadro con seis o nueve fotos de las caritas de sus hijos posando enojados, contentos, llorando (el fotógrafo los pellizcaba para lograr captar esa imagen) o muy seriecitos; pero la variación del siglo 21 es más “artísitica”.
Así, los bebés son captados en sesiones fotográficas en donde “posan” (en realidad casi siempre están dormidos) disfrazados de mariposita o abejita sobre un peluche blanco y que son supuestamente muy artísticos. Las fotos resultantes viajarán por las redes sociales y, chance y pega, hasta “se los piden prestados” para hacer un comercial.