Era una madrugada del 4 de mayo cuando la encontré (¿o me encontró?) en la calle. Escuché el tintineo de un cascabel y de inmediato voltee. Ahí estaba, mirándome con sus ojos aceituna, diciéndolo todo sin decir nada. Pensé en ignorarla, pues nunca en mi vida había tenido gatos ni me había planteado la posibilidad. Seguí caminando y ella me siguió también. Voltee y después de un vals que duró un par de minutos, se dejó abrazar y me la llevé a casa.
¿Cómo ha cambiado mi vida desde que Pryde (en honor a Kitty Pryde, dato geek) llegó a vivir conmigo? Aquí les traigo algunos puntos que seguro los dueños de gatos entenderán.
He aprendido a lidiar con la frustración
Cuando decidí quedarme con Pryde, me agarró el síndrome de buscar TODAS las cosas adorables para gato. Así le compré una casa en forma de pirámide prehispánica, un rascador con forma de fábrica, pelotitas, peluches y muchos juguetes. ¿Cuáles de esas cosas ha usado? Prácticamente NINGUNA, o muy poco. Ella prefiere jugar con los tickets o las tapas de la leche que se me caen al piso, afilar sus garras con mis taburetes y se duerme en todos lados menos en su casa. Aún así veo cosas adorables para gatos y me derrito porque las quiero.
Entendí que el amor no es posesivo
Mi gata se acurruca conmigo cuando quiere, pero cuando se harta, se va. No somos muéganos. A veces la escucho acercándose a la puerta para recibirme cuando apenas voy subiendo las escaleras, pero otras veces está muy cómoda echada en su cama (o en la mía) y apenas y me mira de reojo. Sé que somos dos almas distintas y necesitamos de nuestro tiempo y espacio. De ella aprendí que el amor no se exige ni es —parafraseando a Sabines— una lámpara de inagotable aceite. A veces nos hacemos bolita el uno con el otro, otras apenas nos miramos. Y está bien.
Sé que hay alguien esperándome al llegar casa
Sí, sé que muchos dirán “solterón detected” pero de verdad es bonito saber que en las paredes de este departamento hay alguien más, un ente peludito y pachón, que espera un rasquido en la cabeza, una cepillada de pelo o un simple “ya llegué, gato”. Ya no enciendo la luz y encuentro sólo ecos y el ruido del refri. Ahora escucho un miau, sus pasos elegantes siguiéndome y su ronroneo cuando me acuesto en el sofá y ella hace lo propio sobre mi pecho, para luego mirarnos largamente como dos viejos amigos.
Pelos, pelos y más pelos
Hay pelos en mis sillones, en el forro de tela de las sillas, en mi ropa, en mi cama, en mis cojines. Antes me preguntaba cómo podía la gente lidiar con algo tan desagradable. Ahora mis mejores aliados son la carda con la que la cepillo y le elimino el exceso de pelaje y un rodillo de pegamento deslizable con el que quito sus recuerditos de mis muebles y mi ropa. ¿Pero saben qué? Ya no me importa. Así como las rosas tienen espinas y el amor a veces llega tener momentos de dolor, he decidido que los pelos de mi gato son la cuota que tengo que pagar por el placer de su compañía.
Googleas todo sobre ellos
Sobre todo si eres primerizo, Google te hace un gran paro. La primera vez que echó una bola de pelo, casi me infarto y tuve que correr a buscar en Internet si mi gato se estaba muriendo o estaba poseído, pues había escupido líquido transparente luego de hacer un ruido demoniaco. Así supe también de sus periodos de celo (por fortuna la mía está esterilizada), por qué a veces te traen animales muertos (ew) o por qué en ocasiones te muerden suavecito sin razón aparente. Internet, no te mueras nunca.
Me he vuelto más responsable
Tampoco voy a decir que soy un ejemplo de YOLO y de desmadre total. Es más, siempre he sido medio ñoño. Pero ahora sé que al menos tengo que hacer un guardadito mensual para su comida, su arena, veterinario y cosas que surjan (como los juguetes que ignora). Antes de salir de casa me cercioro de que tenga agua fresca y alimento; cuando planeo vacaciones o fines de semana largos siempre pienso en ella. Es como la antesala de la paternidad.
¡Fotos de gatitos!
A veces los dueños de gatos podemos ser medio inmamables porque llenamos nuestras redes sociales, sobre todo nuestro Instagram, de fotos de nuestro(s) gatos(s). Pero es que son realmente tiernos. No hay manera de evitar tomarles fotos mientras duermen, mientras juegan, mientras te ven de reojo o hasta cuando se asustan. De la misma forma tus amigos te empiezan a mandar memes de gatos porque saben de tu nueva obsesión y hasta te llegan a decir medio en broma y medio en serio que te estás convirtiendo en la loca de los gatos.
Estas fueron sólo algunas de las muchas cosas que cambiaron en mi vida ahora que una felina llegó a mi vida. Comparte esta nota si te sentiste identificado con alguna o mándasela a tus cuates que tienen un compañero gatuno en su vida. ¡Miau!