Si creías que tu San Valentín fue triste, checa estas historias. Lo bueno es que ya pasó este infernal día.
“La vida es una tómbola, to-to-tómbola” diría la rola y en San Valentín este carácter azaroso de la vida suele ponerse especialmente ojeis. No importa cuánto planees la cita perfecta, con cuánta anticipación compres el bonito regalo, el bonito recuerdo; no importa cuánta loción de Siete Machos te embadurnes por el cuerpo: la Ley de Murphy va a hacer lo suyo y todo lo que pueda salir mal, va a salir mal.
Pero no se preocupen, chilangos, todos hemos caído en desgracia alguna vez, y lo que pintaba para un día memorable, se nos convirtió en una película marca “Vacaciones de terror“. Si crees que tus San Valentín fue malo este año, te retamos a que leas estas cinco historias de chilangos desafortunados. Por supuesto, hemos protegido sus identidades porque se dice la desgracia, pero no el desgraciado. Disfruten.
Historia terrorífica No. 1: El día que entregué mi flor.
Era 2004 y yo todavía era virgen. Esperaba a alguien que fuera especial y creí que mi novio de ese entonces lo era. Le entregué mi Vicky un San Valentín en un Hotel de Tlalpan por Villa de Cortés. El sexo ni estuvo chido, no me gustó. En el colmo de lo desagradable el wey no llevaba más lana y le tuve que pagar los tacos a la salida del hotel.
Tres días después, el muy imbécil me mandó a la chingada. Pero eso sí, antes del acostón me dedicaba la de “Mujer niña, mi niña mujer” de Los Ángeles Azules. Los 14 de Febrero nunca volvieron a ser lo mismo para mí.
–Como me lo contó Pau, La Niña Mujer
https://www.youtube.com/watch?v=nwqkOb_CNb0
Historia terrorífica No. 2: Abrazos, ¿gratis?
Lo confieso, siempre he sido forever alone, pero eso nunca me detuvo para pasar buenos San Valentines con mis amigos. Sin embargo, una vez la cosa no terminó bien. Era el 14 de febrero de 2010 y decidimos irnos en bola al centro de Coyoacán a repartir abrazos. Mi error fue abrazar a la señora incorrecta, quien de inmediato se puso como loca, llamó a un policía y pidió que me detuvieran y me consignaran porque según ella eso era acoso sexual.
Yo no sabía qué hacer, ya me veía en la cárcel. Sin embargo, entre mis amigos y testigos armaron una trifulca de dimes y diretes hasta que al fin me dejaron ir. Nervioso, triste y confundido me fui a casa, sólo para encontrar a mis papás peleando durísimo y a mi hermana llorando. Ese día mi mamá nos llevó con ella y nunca volvimos a esa casa. Desde ese 14 de febrero mis papás ya no se hablan y puedo decir con seguridad que ha sido y será mi peor San Valentín.
–Como me lo contó Jimmy, el abrazador compulsivo.
Historia terrorífica No. 3: Flores, cursilerías y quesadillas quemadas.
Ese 14 de febrero mi novia me invitó a cenar a su casa. Yo vivía en San Ángel y mi morra hasta Satélite. Era viernes, quincena y San Valentín, así que el tráfico estaba hasta las manitas y yo iba en microbús. Hice casi 3 horas al Toreo y en cuanto pude la llamé para decirle que estaba un poco atrasado, que me aguantara.
Eso la puso como fiera, así que me dijo que había invitado a otro wey a cenar. Ese mismo día cortamos y ella se hizo novia del fulano en cuestión. Y yo, en el metro Toreo, con flores y pendejadas, me regresé a casa, le regalé todas las cosas a mi hermana y cené quesadillas quemadas.
–Como me lo contó Yorch, el retardado (porque llegó tarde, pues).
Historia terrorífica No. 4: Patanes en fuga.
Estaba emocionada. Nunca antes había hecho una cita por internet, pero él parecía un buen tipo y me animé. Quedamos en ir al cine a ver una película que nos interesaba a los dos. Llegó, se veía bien. Era bastante atento, insistió en pagar las palomitas, los refrescos y demás chucherías. Pensaba que la cosa iba bastante bien.
De repente me dijo “voy al baño, ahorita vuelvo”. Nunca regresó. Lo que parecía una bonita historia de San Valentín se me convirtió en un trauma difícil de superar.
–Como me lo contó La plantada anónima.
Historia terrorífica No. 5: Bodas que se cancelan por teléfono (o cuando Jesús me bajó al novio).
Esta historia es tan absurda que no la creería si no me hubiera pasado A MÍ. Me enamoré de un regio y él se enamoró de mí. Después de dos años de una relación mágica, me propuso matrimonio aprovechando que se acababan de aprobar las uniones gay en el DF. Él aún vivía en Monterrey, pero solucionábamos la distancia con aviones y no nos iba mal.
Llegó el día de la boda, coincidía con San Valentín y todo era romance. Un par de horas antes de la ceremonia, con invitados, salón y juez del Registro Civil listos, me llamó por teléfono. “No voy a llegar”. Imaginé que había perdido el avión o había sufrido un accidente. No era así. “No voy a llegar, perdóname. Lo he pensado mucho y creo que estamos cometiendo un error ante los ojos de Dios. Este no es el plan que él tiene para nosotros, para ti y para mí”.
“Quiero dedicarme a Jesús. Quiero llevar su palabra a los que más lo necesitan. Perdóname por darme cuenta hasta ahora. Pero mejor ahora que después”. Sólo pude decirle: “si es tu vocación, adelante. Pero nunca, nunca, en toda tu vida y bajo ninguna circunstancia, vuelvas a buscarme”. Colgué. Y lo cumplió, nunca me volvió a buscar. Google me lo confirmó hace poco: ahora él es pastor de una iglesia evangélica. Puedo decir que Jesús me bajó a mi novio y cómo no, si yo no tengo esas abs.
–Pável, el casi casado. O sea YO MISMO.
¿Creen que tienen una historia igual o peor? Se vale compartirla en los comments, total, ya estamos en confianza y esto se puede volver una buena terapia de grupo. Escriban sin pena, así somos los chilangos: nos encanta echarle sal a la herida. Feliz San Valentín. O no.