Nosotros hemos visto muchas reacciones a partir de tus intervenciones, pero ¿a ti qué te ha dicho la gente?
Realizar una exposición como ésta en un espacio público siempre enfrenta todo tipo de dinámicas. Hay personas a las que les gusta y se sienten incluidas y hay otras que no. La reacción mayoritaria ha sido positiva, la gente la ha visitado y he recibido una enorme cantidad de correos pidiéndome la mejor manera de seguir la ruta, y los he contestado. El interés me tiene muy contento.
No es común la interacción entre un artista y la gente en la calle, pero tu caso es aún más especial, ¿qué te han preguntado en el proceso?
Yo he paseado por ahí y veo que la gente disfruta el objeto y suelen preguntarme por qué está ahí, qué es, quién lo trajo. Hay mamparas que explican los porqués y se narra la historia de cada espacio. Lo que busca la instalación es conectar a los espectadores con estos espacios que tienen una enorme carga histórica. Queremos contar de dónde venimos y la importancia de estos espacios. Siempre me preguntan si esos son mis espacios preferidos y en qué me basé para elegirlos. Lo que contesto es que a mí siempre me han marcado esas plazas, y que detrás de ellas hay una enorme narración para poder tenerlos. En realidad, todos los espacios de alguna u otra manera hoy se dedican al arte.
Estamos en época preelectoral y es inevitable pensar en sesgos políticos con este tipo de obras, ¿recibiste comentarios?
A algunas personas les incomoda la idea de que se haya pagado con fondos públicos. Yo he dejado claro que parte del proyecto era poder presentar un formato en el cual el artista proponga, el gobierno evalúe si es viable y si se debería financiar con fondos privados. Entiendo la inquietud de los fondos públicos; siempre busqué patrocinio, y hasta que no tuve la certidumbre de tenerlo en su totalidad me acerqué a las autoridades para proponerlo. En el momento en el que trabajé en Inglaterra, lo hice todo con las autoridades inglesas. En el momento en el que trabajé en Roma, también lo hice con las autoridades romanas. En la Ciudad de México había que trabajar con las autoridades de la ciudad, pero también con Conaculta y el INBA por los espacios que elegí. No hay otra cosa sino interacción con las personas responsables de los espacios y ése es el único trato con los funcionarios y la raíz.
Un trabajo de arte en exteriores tiene muchos imprevistos, ¿cuáles encontraste tú?
Por más planeación y logística que tuvimos, el tiempo de las maniobras fue mayor a lo presupuestado. Eso hizo que retrasáramos el montaje de dos espacios. Incluso una pieza se lastimó a la hora de moverla en el Monumento a la Revolución y nos replanteamos todo el montaje. Fueron momento complicados y tensos porque la idea era no irrumpir en la cotidianidad de las personas ni cerrar pasos, por eso los montajes fueron de noche. Hasta ahora no ha habido ningún daño a la obra, la gente convive e incluso camina sobre las piezas, hay muchos que se sientan a leer en las raíces y no ha habido graffiti. Y muchos hacen la ruta. Creo que hemos generado el interés de ir a ver estos puntos.
¿Qué fue lo más raro que te sucedió en este proceso?
Fueron más de 48 horas sin dormir, pero lo más impresionante fue ver a la gente cómo se acercaba a preguntarnos qué estábamos haciendo. Era una operación que no entendían. Intentamos montarla en un par de sedes como el Munal y en Tlatelolco a la vista del espectador y la gente quería participar: de repente, si sentía que no podíamos cargar piezas, se acercaban a ofrecer ayuda para montarla. Hubo gente que permaneció mucho tiempo viendo el montaje y al final terminó ayudando. La historia de los voluntarios es importante. Esta exposición se montó con 300 voluntarios, que era parte del proyecto que pretendía unir un sector de la sociedad, el apoyo de las instituciones, el financiamiento privado y la propuesta del artista. Fue un formato que rindió frutos.
¿Hubo cambios con respecto a tus bocetos?
Se modificó un 10% en comparación con lo que teníamos planeado. A la hora de interactuar con los edificios no me daba la fuerza que yo necesitaba e incluso modifiqué en el acto algunas de las piezas. Con lo que me quedo es con el fondo: lo realmente importante es la comunicación con el espectador y el acto artístico. Yo quisiera que la gente fuera y se cuestionara las mismas cosas que yo me cuestioné durante este año y medio.