Chimalistac es uno de los barrios más bonitos de la CDMX, pero también esconde extraños sucesos paranormales en los alrededores de sus antiguos puentes.
Su nombre es Chimalistac, que significa «lugar de los escudos blancos», aunque también se dice que se traduce como «donde se talla la piedra de sacrificios». De hecho, algunas versiones señalan que en este lugar se hizo el calendario azteca.
Su ambiente es tranquilísimo. Las calles son empedradas y rara vez se ve a alguna persona en ellas. Mientras caminas, puedes escuchar el sonido de los árboles y el viento, gracias al profundo silencio. Aunque toda la colonia es enigmática, los puentes son inigualables.
En el siglo XVII, los miembros de la orden de los Carmelitas descalzos llegaron a Chimalistac. En aquel entonces, el río Magdalena corría con libertad sobre lo que hoy es la avenida Paseo del Río, así que –para cruzarlo– los religiosos construyeron con sus propias manos varios puentes de piedra volcánica.
Uno de ellos tenía fines diferentes, entonces lo construyeron con una pequeña estructura que parecía un púlpito. Ahí solían ensayar sus lecturas y sermones en voz alta. En cada ensayo, buscaban superar con su voz el fuerte sonido del río. Así practicaban para que sus discursos durante las ceremonias sonaran fuerte y claro.
Después de varios años, los carmelitas se vieron obligados a abandonar Chimalistac y el río fue entubado. Lejos quedaron los sonidos y las plegarias, aunque los puentes se mantienen intactos y en pie.
El ambiente que los envuelve es misterioso. Algunos vecinos afirman que en días de lluvia se escuchan las carretas que hace ya muchísimas décadas pasaban por ahí. El sonido se escucha lejano, pero es claro.
Otros explican que cerca de los puentes y en algunas calles todavía se puede ver a los monjes. Ya no dicen nada, sólo permanecen parados portando sus característicos atuendos. Tal vez observan el ya inexistente río que caracterizó a Chimalistac o tal vez sea uno de los tantos enigmas que guarda esta parte de la Ciudad de México.