Es tempranito en Iztapalapa. Un buen guajolocombo (un combo de torta de tamal y un atolito) es todo lo que se necesita para comenzar la cacería de joyas como se debe. Estamos en el Nuevo Tianguis de Santa Cruz Meyehualco, uno de los más idóneos de la CDMX para chacharear.
Hace un par de años los tianguistas de Santa Cruz Meyehualco fueron desalojados, siendo un gran golpe para los compradores que buscaban en este lugar un tianguis único en su tipo: un lugar donde la vendimia se hacía de noche. Hoy el Nuevo Tianguis de Santa Cruz Meyehualco está de regreso, y aunque lamentablemente no se pone ya de noche, sí es un tianguis donde “al que madruga, Dios le ayuda”.
El regreso de un grande
Al igual que el Tianguis del Salado, este es uno de los tianguis más tempraneros de la CDMX. Se comienza a poner desde las 3 de la mañana y a las 4 ya está puesto casi en su totalidad, por lo que es ideal para el deporte de la “lampareada”, es decir, venir con auxilio de alguna fuente de luz y ahora sí: entrarle al mexicanísimo deporte de la rebusca de tesoros entre los botaderos.
A pesar de que el Diccionario breve de mexicanismos de Gómez de Silva define a las chácharas como “cosas de poco valor, baratijas” esto no es necesariamente así. Sí, hay un montón de cosas que difícilmente podrían tener una segunda vida o algún uso en casa (muñecas sin cabeza, ositos destripados, casetes desconchinflados y con la cinta de fuera) pero también uno se puede encontrar cosas verdaderas joyas, testimonios de tiempos pasados que en una tienda second hand de Instagram (o en La Roma o La Condesa) podrían valer sus cientos o miles de pesos.
“De a 10 pesitos lo que te sirva”, grita un señor desde un montón de mercancía desordenada a las que un comprador piki probablemente le daría un poco de repelús meterle mano. Sin embargo, con un poco de ojo clínico salen algunas cositas chidas, como unos Pepsilindros (unos envases de agua que se cambiaban por unos cuantos pesos y unas corcholatas de refresco en los noventa). Hoy estos vasos se cotizan bien y los aficionados a los coleccionables les tienen un cariño especial.
“Hasta la basura se separa”, reza un dicho mexicano, y así es. Aquí en la cháchara hay puestos de cosas de plano ya inservibles y otros de más caché. En uno de estos últimos nos podemos encontrar unos zapatitos de pachuco. “Están enterísimos, vea, tienen sus tapas nuevecitas, ya listísimos para irse a bailar”, dice el don queriendo persuadir de que cambien de dueño. Y sí; están chulísimos. ¿Cuánto pide por ellos? 100 pesos, aunque para un buen regateador seguro se baja a unos 80 o 70 pesos.
Chácharas dentro de estuches secretos
En otro puesto, se puede ver un estuche de terciopelo. Nada más abrirlo, revela un secreto increíble: un collar de perlas de río. Y son perlas reales: un tip chacharero es, si el vendedor lo pemite, echarles mano. Las perlas siempre serán duras y la consistencia se siente muy firme. Claro que a estas da mello echarles el diente porque están en el suelo, pero una verdadera perla resiste sin broncas una mordida. Una perla, finalmente, es como una persona: tiene sus imperfecciones si es que es auténtica. “Ofrézcame, estoy pidiendo 180”, dice la señora que los vende.
Ese “ofrézcame” da pie a la actividad por excelencia en estos lugares. El regateo. Aquí el vendedor no se ofende, los precios no son fijos y algunos prefieren bajarle tantito a no vender. Eso pasa, por ejemplo, con una colección de camioncitos vintage de Bimbo. Según la NOM 51 de nuevos etiquetados, los alimentos ya no podrán ostentar mascotas, pero esto no aplica con los promocionales del pasado. “Estos ya son de época. Deme 25 por cada uno, pero si se lleva los 5, se los dejo en 100”.
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Elegancia la de iztafrancia
Corsés para lucir en la fiesta por aquí, sombreros de vaquero con pedrería por allá. Incluso un diploma de un orgulloso licenciado en diseño gráfico anda por ahí siendo ofertado. Objetos que seguro tuvieron su momento de gloria están ahora aquí, esperando pacientes para que alguien se los lleve a casa y les dé una segunda oportunidad. Rebuscar en los tianguis de chácharas es también imaginar historias.
Nos topamos por ejemplo con una lonchera de SeaWorld en forma de Orca. Algún visitante seguro alguna vez fue a Orlando, San Diego o San Antonio y se trajo esta lonchera, como souvenir. ¿Cómo vino a parar a un botadero de chácharas en Iztapalapa? Tal vez jamás lo sabremos. Pero para eso nos sobra la imaginación.
Así que si a ti te gusta eso del chachareo y prefieres “El Palacio del Suelo” al Palacio de Hierro, el nuevo tianguis de Santa Cruz Meyehualco te espera. No es un lugar de lujo —como ir a darse una vuelta a Antara— pero estos sitios tienen un encanto envidiable que los malls jamás tendrán.
¿Dónde? A un costado del Parque Cuitláhuac, Colonia U.H. Vicente Guerrero, en Iztapalapa.
¿A qué hora? A partir de las 3:00 o 4:00 de la mañana.
¿Cuándo? Los martes.