En la intimidad, a los ojos de 25 espectadores que comparten la respiración de los actores, por su cercanía con el escenario, sucede la obra de teatro La exageración, una de las últimas apuestas dramatúrgicas de David Olguín.
La obra de teatro La exageración es un elogio a este arte, sus entresijos, el redescubrimiento potente del hecho teatral como un arte efímero que se sucede en el aquí y el ahora para solo quedar en la memoria del público en cada función.
Mauricio Davison y María del Mar Náder son el viejo lobo de mar de las tablas y la jovencita recién egresada de la carrera de actuación que mantienen un tú a tú entre diatribas e ideas estéticas del sentido del arte, la utilidad del teatro, el derrumbe de las utopías, los gurús de antaño de la escena y los nuevos príncipes y princesas que ostentan su beca para ser llamados maestros.
Este viejo actor de Juan José Gurrola, Davison, se encuentra a solas con María, la asistente de dirección, ambos esperan a su director pero ni este ni nadie llegan al ensayo por múltiples motivos.
Comienza entonces una historia, la del gran actor que es y ha sido Davison, contra la novel aspirante que, ante la falta de un trabajo de actriz más ¿estable?, debe conformarse con “solo ver y oír de los demás”.
Hay un alto voltaje en el trabajo de los actores, escuchar a Mauricio Davison es una delicia al igual que a su compañera de escena, Náder, quien no desmerece ante el roble actoral del primero y su hecatombe de anécdotas
El texto de Olguín, plagado de referencias a El hacedor de teatro de Bernhard (una de las últimas obras que hiciera Davison con Gurrola), Miscats de Salvador Elizondo, así cómo La Gaviota y El jardín de los cerezos de Chéjov, guiños a Shakespeare, Goethe y Müller, van urdiendo una puesta en escena entrañable, llena de humanidad y verdad escénica, que no solo atañe a los enterados del teatro, sino a cualquiera que tenga la escucha y el corazón atentos.
Los temas se multiplican en la obra de teatro La exageración, pues lo mismo se encuentra la precariedad laboral de los trabajadores escénicos, como los acosos sexuales escolares, el ansia de ser y pertenecer a un sistema de producción y proyección artísticos, la banalidad del mainstream, entre otros.
Hay ira, una IRA que grafitea en el muro la joven cuando le muestra al maestro su work in progress al tiempo que, al escucharla, nos corta el cuello con su historia de dolor.
“Nunca supe hacer dinero”, suelta Davison sentado en una caja fuerte, resabio de la utilería de El mercader de Venecia donde él interpreta al judío Schylock: la metáfora es entonces brutal con lo que se habla.
“Actuar, niña, actuar”, responde el actor cuando la asistente ironiza que si lo único que sabe hacer es esperar.
El trazo escénico de la obra de teatro La exageración es limpísimo, con interpretaciones contundentes, sólidas, que se agradecen ante los varios descuidos en el oficio del actor hoy en día.
Los elementos que utiliza Gabriel Pascal para construir ese espacio en lo que fuera el sótano del Teatro El Milagro son mínimos, apenas unas tablas de madera para cimbra, recicladas de La belleza, una mesa, silla; y provee al espacio de gradas, que están delante del público como un espejo para reproducir el lugar de ensayos del teatro.
La iluminación, apenas sugerida, devela/revela la desnudez del escenario. Son elementos básicos muy bien aprovechados: tablas, tablas y dos actores convencidos, generosos en su entrega, no se precisa más.
Ambos protagonistas suponen visiones distintas del arte del actor, de la necesidad del teatro como espacio vital. Mauricio Davison es “Mauricio”, como tal, en la obra, no se ficciona su personaje, sino que Olguín le da voz a anécdotas biográficas del actor. Ella sí es un personaje, la actriz joven.
Con La exageración, vemos a un David Olguín en estupenda y plena madurez artística y creativa, dueño de sus quehaceres, que teje bien toda la carpintería dramática en sus textos y pule a sus actores para que brillen. El oficio actoral es algo a lo que le ha apostado mucho el director en sus recientes trabajos: La belleza, El mercader de Venecia y esta última, donde vuelve a hacer por tercera ocasión una magnífica mancuerna con Davison.
Para este montaje se alió de la música de Alfred Schinittke, un titán que ya lo había seducido en El inspector de Gógol.
No te pierdas la obra de teatro La exageración
Permanecerá en temporada todos los lunes y hasta el 17 de diciembre en el Teatro El Milagro. Debes verla y te darás cuenta cómo, en 85 minutos, se puede hacer del teatro una habitación propia.
Dónde: Teatro El milagro (Milán 24, Col. Juárez
Cuándo: todos los lunes y hasta el 17 de diciembre
Cuánto: $250