El citámbulo es un vago con oficio que prefiere la imperfección del a veces, la sorpresa del quizá, la esperanza del quién sabe para recorrer la ciudad. Alguien que no se deja guiar, que elige entre los numerosos caminos que lo aguardan, que se aleja de las necesarias y peligrosas rutinas.
La Ciudad de México ofrece espacios, personajes y situaciones que la hacen única, un lugar ideal para vivir extravagancias, excesos y asombros de manera cotidiana. Sin embargo, a medida que creció el Distrito Federal cualitativa y cuantitativamente, algunos chilangos se acostumbraron tanto a ella, que terminaron por vivirla y dejarse vivir sin sorpresas ni sobresaltos, a no gozar las posibilidades de la ciudad.
Aquí te decimos cómo ejercer el noble y difícil oficio del citámbulo con un manual de cinco pasos a seguir para convertirte en uno de los mejores. Así la próxima vez que te digan “vago” o “callejero” podrás sentirte orgulloso y además aprenderás a amar a la ciudad en medio de su caos.
1. Animal bípedo
El verdadero citámbulo no se sube al Turibús ni al tranvía, tampoco se agrupa en los recorridos guiados, ya que no es un turista sino un cazador de historias. Es necesario despertar el espíritu de investigación y sorpresa para ir más allá, explorar y recorrer las calles a pie, o bien, en bicicleta (un homo rodans diría Remedios Varo). Leerlas con los sentidos, hacer de la desconfianza un amuleto, donde el riesgo no sea un peligro sino una posibilidad de conocer el nuevo mundo y así evitar los lugares comunes.
2. Bohemio urbano
El citámbulo escapa a las recomendaciones y consejos. Realiza su propia Guía de Asombros del Distrito Federal, se atreve a desafiar las reglas rígidas de los lugares de moda, prefiere el caos y busca su propia galería de insólitos urbanos. El citámbulo siempre emprende expediciones al corazón de lo invisible.
3. Traductor de lenguajes
La ciudad es muchas ciudades, por eso el citámbulo hace de su cuerpo un medio de locomoción y traductor de la ciudad a partir de la observación de los diversos objetos y personajes que andan por la sociedad revueltos y desparramados, es decir, que puede ver una vivienda social donde otros ven un bajo puente en una vialidad, de imaginar cuando otros solo miran. El citámbulo descifra la ciudad, la carga de nuevos significados y propone nuevas lecturas a sus muros, calles, seres, objetos, realidades, instantes, espacios públicos y demás. Es necesario mirar, analizar y disfrutar el libro abierto que es la urbe.
4. Amante perfecto
Es un necesario aventurero que reivindica la calle, la recorre lenta y deliciosamente como si transitara para conocer un cuerpo, un secreto o una novedad, pero al mismo tiempo que la descubre la ama delicadamente, cada paso es una caricia febril, cada click es un coqueteo. El citámbulo, al mismo tiempo que romancea con los descubrimientos de la urbe, goza el placer de la cotidianidad citadina de la cual forma parte. El citámbulo es como el buen amante, no anuncia, actúa. El citámbulo como el amante, no publicita sus amores, los disfruta. No hace check in en cada sitio para sus redes sociales y egoteca porque es un cazador de historias e imágenes.
5. Ser multisensorial
Hay que abrirse a las experiencias y vivir la ciudad con los todos los sentidos y no con el smartphone. El citámbulo abre los sentidos, toca, escucha, huele, mira, prueba la ciudad. Un citámbulo ejerce el derecho a la ciudad, el ejercicio de la vagancia y de las pasiones como un arte necesario e inevitable. Usa la noche, el día, la tarde, cualquier hora para indagar en las personas y situaciones de la ciudad. El citámbulo tiene historia, memoria y bitácora, no historial, biografía, perfil o time line. El citámbulo crece junto a la ciudad.