Todas las fotografías son por Ilse Huesca.

8 de septiembre 2021
Por: Redacción spg

El arte de ser mamado con Roshi: el Maestro de las Barras de Iztacalco

Platicamos con el Maestro Roshi chilango. Un amo y señor de las barras que nunca le raja a una buena fiesta ni a una sesión de ejercicio.

¿Cuántas veces hemos pasado por un parque y visto un conjunto de jóvenes esculpiendo sus cuerpos en las barras? Como parte del paisaje chilango, barras y juventud van de la mano. Pero un personaje único de esta ciudad nos muestra que no hay edad para entrenar y hacer del cuerpo un templo.

Verano en la ciudad. El cielo gris con los tonos de un presente pandémico que, por momentos, le quita color a los días. En una calle casi desierta, el reguetón rompe la calma de un camellón donde los perros duermen. Gelas (@maestroroshigelas) tiene 63 años. Su pelo cano se distingue entre quienes se mecen y fortalecen entre estructuras de metal. Se llama Antonio Pérez. También le dicen Maestro Roshi y acepta el mote a la fuerza. Calienta para el ejercicio, se quita la playera y el sol deja ver el mapa muscular, cuyo relieve casi le desgarra la piel. ¿Grasa? En ese veterano cuerpo el índice es muy bajo. Se empaniza las manos con magnesia, se cuelga para elevar los pies y marcar el abdomen. Los presentes de cabello negro lo miran, lo admiran, porque de grandes quieren ser como él.


Órale, si quieres date tu toque, pero también haz ejercicio: Roshi

Anda en las barras de Gran Canal y Velódromo, a la espera de que vuelvan las de Candelaria, que fueron tumbadas por la sangre y el plomo. Se mueve por la ciudad para ir a torneos. Graba rutinas para las redes sociales, da cátedra desde hace más de 40 años en la calistenia urbana, que en un lapso de cinco años se volvió escena obligada de la vida diaria en las estampas chilangas. El paisaje a cualquier hora del día es con descamisados mostrando músculo, tirando rostro y armando rutinas.

“Haga y no se haga” es el grito de guerra del Maestro Roshi, que da instrucciones a sus pupilos, entre el reguetón y el grito del recolector de la basura. “Les digo a los jóvenes: ‘Órale, si quieres date tu toque, pero también haz ejercicio’. O sea, si te vas a intoxicar, también desintoxícate. No todo es fiesta”, dice con risa de travesura y acepta: “A mí también me gusta el despapaye”. Su cuerpo lo contradice.


Gelas empezó a practicar las barras a los 21 años, cuando se casó. Es autodidacta. La experiencia y las revistas que leía en las tiendas departamentales le dieron la información necesaria para instruir a los jóvenes que se le acercaban para seguir sus pasos. En tiempos recientes, más manos se llenan de ampolla y callos.

“Empezó a dárseles mucha promoción a las barras, pero estos aparatos siempre han estado aquí”, cuenta Gelas en su territorio. “Antes en los torneos éramos 10 o máximo 20 personas; ahora, en este último al que fui, éramos más de 100”.

Base para cualquier deporte

El Maestro Roshi chilango prefiere las barras que el gimnasio, aunque lo importante, dice, es hacer ejercicio. “Las barras delinean, marcan mejor. En el gym uno tiende a inflarse, y si ya no va, se cae todo lo que había subido de músculo. Aquí no, a lo mejor uno pierde fuerza, pero vuelve a hacer y se recupera. Esto puede ser base para cualquier otro deporte”.

Antonio López le gana tiempo al tiempo: “No hay edad para hacer ejercicio. Todo está en la voluntad. Es normal que después de los 40 o 50 digan que ya no pueden. No se sientan con esa mentalidad de que ‘ya estoy viejito’. ¡No, maestro! ¡Al contrario! Cuando somos adultos es cuando más movidos debemos estar para no volvernos locos ahí sentaditos. Córrele, camínale y disfruta”, invita, y se le alborotan las manos y los pies.

En cada repetición de El Maestro Roshi llega la admiración de los más jóvenes. La crítica no está ausente de quienes lo ven treparse como niño. “Me han dicho que si me creo mucho, que me siento chavo. Les digo que no, soy consciente de que estoy viejito, pero los jóvenes me dan motivación. Se siente bien cuando me dicen que soy una inspiración; yo les digo que ellos son mi fuerza y energía. Convivir con los chavos me hace sentir como ellos cuando cotorreas”, confiesa Roshi, con rubor.


“El tiempo es un pestañeo”, dice Gelas, apodo que vino por vender gelatinas, cuando a dos años de jubilarse lo liquidaron del trabajo. Se pone la playera antes de emprender el camino de dos kilómetros a casa, pero volverá a las Barras La Semilla por la tarde. “Escuchen la canción Time, de Pink Floyd. Ahí lo dice todo”.

Haciendo tic tac con los momentos que componen un día monótono,

desperdicias y consumes las horas de un modo desconsiderado,

dando vueltas en un pedazo de tierra en tu ciudad,

esperando por alguien o algo que te muestre el camino.

El Maestro Roshi se eterniza en cada abdominal y dominada, en cada cábula “con la chaviza”. Antonio López Corona es amigo, también guía, y diario sube a las barras para desafiar el imparable curso de los días. 



Este contenido es parte de “Hecho en la calle”, un reportaje realizado por Francisco Dominguez sobre los deportes que transforman la calle en un estadio olímpico. ¿Quieres ver de qué manera la ciudad se convierte en un sitio ideal de entrenamiento al aire libre? Te invitamos a leer la Chilango de septiembre. ¿No la tienes aún?! Encuéntrala en Starbucks, Sanborns, Puestos de Revistas y Aeropuerto. O lee nuestros especiales online aquí.