En su segunda obra de teatro, Las agujas dementes, Jorge Volpi aborda la tormentosa vida de cuatro personajes unidos por la poesía, pero también por la violencia, la ansiedad y la incapacidad de ser felices.
Los protagonistas de esta historia, recientemente publicada por la editorial Almadía, son Sylvia Plath, Ted Hughes y el matrimonio compuesto por Assia y David Wevill. La obra parte del momento en el que los cuatro se encuentran por primera vez, en la casa de los Wevill, sin imaginar el trágico desenlace que tendrá esta relación, con el suicidio de Plath en 1963 y el de Assia en 1969.
¿Cómo surgió la necesidad de contar esta historia?
La verdad es que yo había sido lector de Sylvia Plath desde hace mucho. Conocía desde luego la parte trágica de su historia, la parte del suicidio. Pero lo que no conocía era la repetición de ese suicidio de manera terrible por parte de Assia Wevill, quien fue amante y compañera de Ted Hughes. Creo que es una historia terrible y al mismo tiempo fascinante, de repeticiones, y me pareció que daba justamente para un material para poder contarlo a través de una obra dramática.
¿Por qué hacerlo a través del teatro?
Porque justo me parecía que había una posibilidad de contar la historia a través de las voces de ellos cuatro (Plath, Hughes y los Wevill). Que los mismos personajes fueran quienes la contaran. Me pareció que lo mejor es que fuera una pieza dramática que partiera de ese momento que concentra la historia: la primera vez que Ted y Sylvia invitan a su casa, a las afueras de Londres, a Assia y a David Wevill. Y a partir de ahí se desata toda la tragedia y los cambios en las vidas de los personajes.
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Leí que realizaste una investigación profunda en torno a los personajes, ¿qué tanto ese conocimiento previo puede resultar una “limitante” para la imaginación y qué tanto es un detonante?
Sí, yo quería conocer las vidas de estos personajes, así que leí todas las biografías que hay de Sylvia, de Ted y Assia. Libros sobre ellos. Toda su poesía. Pero luego, a partir de ahí, dejé que fuera la imaginación. Es una obra basada en sus vidas, pero que no las sigue de manera rigurosa. Al mismo tiempo está la libertad política y dramática de poder contar de otras maneras esta historia. Entonces hay cambios temporales, hay una enorme cantidad de lagunas que la imaginación va llenando.
Sé que es tu segunda obra de teatro (la primera fue El origen del mundo). ¿Qué es lo que más te interesa de este género? ¿Qué retos se encaran al escribir dramaturgia a diferencia de escribir cuentos o novelas?
Yo quería otra vez ese reto. Es un tipo de escritura completamente distinta a la escritura de una obra de ficción, ya sea una novela o un relato. En lo dramático, los conflictos de los personajes expresados a través de lo que dicen y lo que no dicen es el centro, entonces requiere un esfuerzo inaudito para alguien que está acostumbrado a narrar y a meterse en las cabezas de los personajes. Hay que reinventarse por completo.
Me preguntaba si al escribir tantos diálogos un autor no se enfrenta de forma más directa (cara a cara) con los personajes (se mete en su piel) y sus obsesiones y sus dolores y errores. ¿Es así? ¿Te pasó?
Claro, esa es justamente la esencia del teatro. No solo podemos imaginar los pensamientos de los personajes o dejar que ellos los expresen, pero, finalmente, el centro está en la acción, en los diálogos y en la manera en que esos diálogos revelan o enmascaran lo que verdaderamente quieren, desean, buscan los personajes.
¿Se puede (se debe) separar la obra de la vida de un artista? Ted aparece en la obra y en la historia como un monstruo, egoísta e inseguro. Pero a la vez, el tiempo parece haber puesto las cosas en su lugar.
Hay muchas teorías y aproximaciones distintas. La mía es que no hay que separarlo. Hay que saber quiénes son los autores hasta donde podamos para enriquecer nuestra lectura de su trabajo. Me parece también importante conocer el contexto, las partes biográficas de distintos autores para así enriquecer, problematizar la lectura que hacemos de ellos.
A pesar de que es una historia con nombres y apellidos, es también un relato de dolor y violencia muy común o compartido. En una lectura te escuché hablar de “la imposibilidad de ser feliz” de Plath, pero parece que lo mismo pasa con Hughes y con Assia, y con mucha gente más. Esta pregunta puede ser un poco vaga o ambigua, o parecer incluso fuera de lugar, pero por qué crees tú que nos cuesta tanto trabajo ser felices.
Esa es una gran pregunta. Yo creo que una de las grandes preguntas de la literatura y una de las grandes preguntas también de la mente humana. Porque somos muy complejos y no nos damos cuenta de que queremos cosas que en realidad no queremos, o no sabemos exactamente lo que queremos y nos engañamos constantemente.