En la Ciudad de México existe una casona colonial que tiene una jungla por jardín y trece enormes habitaciones que te harán sentir como en un palacio. Se trata de El Museo Casa de la Bola, una antigua finca dedicada a la producción del aceite de oliva y pulque en el lejano siglo XVII. Como su nombre lo dice, hoy en día es un museo que alberga una amplia colección de arte en su mayoría virreinal además de que es un espacio donde se llevan a cabo bodas y otros eventos sociales. La arquitectura y el detallado interior de este sitio hace que sea un lugar muy instagrameable, sobre todo el área de la terraza, donde se puede apreciar la espesa vegetación. ¿Estás listo para recorrerla?
¿Pero quién es “La Bola”?
La verdad, la primera pregunta que nos asaltó al escuchar acerca de este lugar es: ¿quién es “La Bola” y por qué vivía ahí? Según el guía del recinto, no se sabe con certeza quién o qué fue “La Bola”, pero hay un par de versiones acerca del origen de este peculiar nombre. El primero hace referencia a una supuesta decoración de forma esférica que coronaba una fuente en el patio, sin embargo, no hay fotografías que prueben esto. La segunda hipótesis menciona que en este lugar se reunía “la bola” de independentistas para planear la guerra que se avecinaba.
Algunos historiadores mencionan que, en general, este lugar fue el sitio de reunión de varios revoltosos y por eso se le conoce así. También nos comenta que no existe el registro de que alguno de los dueños fuera conocido con este apodo. Eso sí, se le conoce de esta manera desde el siglo XVIII —vaya, vaya, Tacubaya—.
Después de chismear un poco en bibliotecas virtuales, encontramos que el historiador Marcos Arroniz escribió sobre la supuesta fuente con una bola: “se encontraba una fuente con una columna de cantera, y en la parte superior de esta tenía una bola de piedra”. Nos sigue pareciendo muy peculiar esto, qué tan especial sería esa esfera para que todos reconocieran la casa de esta forma. ¿Ustedes qué dicen?
La crema y nata alemana
Bueno, pero, ¿por qué es tan representativa esta casa? Pues La Casa de la Bola es la construcción más antigua de la zona ¡del año 1606! Fue una enorme villa con importantes huertos e incluso se dice que fue la casa de la Güera Rodríguez, adorada por Iturbide y Bolívar ¡Ya llovió! Por muchos años Tacubaya reemplazó a la capital ya que su Palacio Arzobispal acogió a algunos regentes de la República. La importancia de la zona fue tal que pronto se construyeron enormes residencias que aprovechaban el agua de la zona para crecer todo tipo de alimentos.
Seguramente estás preguntándote dónde quedó ese esplendor —hijole, es que ahora la referencia de la zona es su no tan agraciado paradero—, lamentablemente la mayoría de las casonas fueron demolidas con el crecimiento de la ciudad. El guía nos comenta que antes Tacubaya fue el refugio de la high socialité, la crema y nata del virreinato acudía a sus residencias de descanso para alejarse del caos de la capital. Aquí se llevaban a cabo enormes tertulias, bailes y festines que contrastaba con la pobreza de los barrios indígenas de los alrededores.
La Casa de la Bola ha sobrevivido al paso del tiempo y a los cambios de propietarios. Según Manuel Payno, el primer dueño de La Bola fue Francisco Bazán Albornoz, Inquisitor Apostólico del Santo Oficio —básicamente de esos que quemaban gente— en 1616. Mantener una casa de estas dimensiones es carísimo, por lo que pasó de una familia a otra. Finalmente en los años 40 llegó a manos de Antonio Haghenbeck, filántropo de ascendencia alemana que amaba las artes plásticas, desde ese momento la casa se convirtió en un recinto cultural donde se exhiben algunos pedacitos de la cotidianidad mexicana virreinal.
Un jardín de ensueño
Basta de historia, es hora de hacer un recorrido virtual por La Casa de la Bola y sus coloridos espacios. No te dejes llevar por su fachada sobria y ordinaria, esto sólo es para despistar, tras la enorme puerta de madera se esconde un oasis histórico y muy fresco. Si quieres conocerlo es necesario que hagas una cita con antelación. Las visitas incluyen un guía que te va contando acerca de este maravilloso lugar —no sean codos, se vale dejar propina—.
Una vez adentro lo primero que atrapa la atención es la espesa vegetación del patio principal. Este jardín romántico no sólo es fotogénico, también permite la proliferación de varias plantas mexicanas debido a su microclima. Los pasos de agua que atraviesan la casa hacen posible esta pequeña jungla citadina. A los costados se encuentra la casa decorada con arcos de cantera, escalinatas con mosaicos de talavera poblana y una terraza más modernona que promete una vista única del jardín.
Escondida entre las plantas se encuentra una fuente que es resguardada por dos leones tallados en piedra y por dos figuras femeninas —muy interesante, pero muy extraño—, al final del sendero hay otra fuente con una representación de Neptuno. A un lado está la enorme casa, la cual cuenta con dos claustros que crean separación entre los edificios y llenan de luminosidad los pasillos que conectan las diferentes secciones.
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Salones de colores en La Casa de la Bola
Al entrar a la casa es como viajar en el tiempo, los trece salones que la componen mantienen la estética de las casas de descanso virreinales, con todo el lujo barroco ornamentado. Además, se exhiben piezas de la colección privada de la familia Haghenbeck, quienes eran aficionados a las artes plásticas. La familia Haghenbeck llegó a México en 1844 y eran propietarios de varios negocios de mercería, telas y de una preciosa casa que se encontraba frente a La Alameda —ya no existe, fue demolida hace varios años—. Su gusto por el arte los hizo juntar todo tipo de objetos, desde cuadros, candelabros y una que otra cháchara que representara la vida en Tacubaya.
Entre los salones destacan los conocidos como salón azul y rosa, los cuales eran el punto de reunión para tomar el té de media tarde. Debido al protocolo de género de la época, hombres y mujeres debían estar separados, por lo que se hizo una división con colores. Por otro lado está el vestíbulo también conocido como el salón amarillo, aquí resalta un espectacular candelabro de cristal de murano, una de las piezas consentidas de la colección.
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Las hermosas bibliotecas
Como el señor Antonio era muy culto, el museo La Casa de la Bola tiene dos enormes bibliotecas. Una de ellas con una chimenea muy mona y sillones estilo Cleopatra para leer a gusto. Cerca está el salón verde, con algunos archiveros de época, vasijas y algunas esculturas alusivas a la mitología griega. El estilo es ecléctico, hay un poco de todo. Pero, por alguna razón, el caos armoniza cada uno de los espacios y cuenta historias de vidas pasadas. Esa es la magia de La Casa de la Bola.
Antes de fallecer en 1991, Antonio Haghenbeck pidió que se creara la Fundación Cultural Antonio Haghenbeck y de la Lama I. A.P., la cual busca apoyar a los adultos mayores para que tengan una vida digna. También está dedicada a la conservación y protección de la flora y de algunos animales. Especialmente de perritos, para los que diseñan campañas de adopción, vacunación y esterilización. La fundación cuenta con tres casas que funcionan como museos y que también se rentan para eventos sociales, de esta forma es posible mantener el apoyo a las causas que Antonio Haghenbeck defendió en vida.
Dirección: Parque Lira #136, Tacubaya.
Horario: Es necesario reservar para visitar el museo Lun-Vie y Dom horarios 11:15, 12:30 y 13:45 h. Máximo 8 personas.
Reservación: Mínimo una semana antes.
Teléfono: 55 2614 0164
Instagram: @museoshaghenbeck