Hace más de 50 años, un chilango de ascendencia japonesa, empezó a guardar prácticamente… ¡TODO! El resultado de este curioso pasatiempo forma parte de uno de los lugares más curiosos de nuestra ciudad: el Museo del Juguete Antiguo (Mujam). Te presentamos a Roberto Shimizu, quien tiene la colección particular de juguetes más grande de nuestro país.
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Shimizu tiene 76 años; nació en la colonia Doctores, en la Ciudad de México, y gracias a su consciencia en torno a la importancia de los juguetes en México logró fundar un recinto que albergara miles de objetos relativos a la infancia y a lo lúdico.
Sus padres eran parte de la comunidad japonesa que migró a la CDMX y consolidó una actividad comercial importante. Gracias a la papelería que su familia instaló en el Centro Histórico, Roberto tuvo un acercamiento importante al movimiento y diversidad de la capital.
Así nació el coleccionista de juguetes
¿Cómo decidió ser coleccionista? Tal vez nunca lo pensó, pero desde los 10 años guardaba cosas que le hacían feliz en la vecindad. Tenía las bodegas de sus papás y empezó a conservar cajas y cajas llenas de objetos. Él no era un joven que se gastaba “el domingo” en borracheras, se lo gastaba en juguetes.
Roberto viajó mucho por el mundo, conoció Japón cuando ya era un adulto, y si bien se maravilló con la cultura, las tradiciones y el legado de sus ancestros japoneses, Shimizu admite que México es más que entrañable para él.
De cada lugar al que viajó cuando era chavo le enviaba postales y cartas a sus padres y hermanos, y hasta la fecha las conserva, así como sus libretas de química, matemáticas, español y hasta sus apuntes de la época universitaria, cuando estudió la licenciatura en la facultad de arquitectura en la UNAM. Jamás ha tirado un solo papel, una foto, una prenda que le signifique. Él tiene guardado hasta lo inimaginable.
Hace 20 años, cuando se percató de que tenía toda una bodega de miles de cosas, decidió hacer un museo de barrio, pues asegura que se dio cuenta de que “una colección en la casa no sirve pa’ nada”. Esa fue la gran razón para mostrar a la comunidad su invaluable colección.
“Para muchos son chucherías, para mí es patrimonio cultural de México.”
¿Y el museo, apá?
Roberto tiene millones de piezas en su colección y él mismo no sabe cómo la logró, no tiene la certeza de cuántos objetos tiene. Miles de ellos aún permanecen resguardados en baúles; sin embargo, después de una minuciosa elección logró construir el Museo del Juguete Mexicano, que exhibe más de 30,000 juguetes.
Su cualidad más grande es el orden. Antes de que llegara la computadora para llevar un archivo digital, Roberto hacía tablas y cuadros donde registraba y dibujaba objeto por objeto, el lugar de adquisición y su costo. Hasta en eso están los detalles de su amor y adicción por el coleccionismo.
“Me siento un ser privilegiado, tal vez suene a jalada, pero siento que Dios me dijo: Tú lo vas a guardar porque es la única colección de cultura popular de México, la única. Hay quien coleccionó textiles, platería, pero de la banqueta es la única, esto es lo que había en tianguis, con lo que jugaban los niños en los años setenta, ochenta y noventa”, apunta el coleccionista.
Durante 65 años Shimizu ha resguardado juguetes de todo tipo, desde robots gigantes, barbies, hasta trompos, yoyos, y carritos. Sus colecciones más preciadas son los carritos, los robots y todo lo relacionado con los acontecimientos de 1968.
Tanto el movimiento estudiantil del 68 como las olimpiadas forman parte crucial de la memoria personal y colectiva del museo. Roberto conserva cada credencial escolar, sus libretas de la UNAM, mantas, letreros, banderas pintadas a mano que iban en los camiones durante las marchas, casas de campaña, los pendones, las macanas blancas que se usaron en la noche de Tlatelolco. Asimismo, los vasos de cerveza del estadio, dulces, y todo lo relacionado con los Juegos Olímpicos de 1968.
La felicidad está en los detalles
El legado lúdico de cada juguete es parte indispensable en la colección de Roberto, por ello, no consideró una distinción cuando su colección se acrecentó. Juguetes que hegemónicamente se han considerado para niñas, niños, bebés, etcétera entraron en sus arcas.
Por ejemplo, tiene una colección de la Barbie mexicana, entre las que destacan más de 600 muñecas Bárbara y Señorita Lily de los años 50, carritos, camiones, muñecas, máscaras del Santo, luchadores mexicanos, una colección de caricaturas de un artista icónico de México: Cantinflas.
Cabe destacar que uno de los objetos más exóticos que adquirió es una pieza art decó; se trata de una máscara gigante que está al centro del museo.
El camino de un coleccionista es arduo, y Shimizu lo sabe, ya que ha invertido mucho amor y pasión en esta actividad que ahora forma parte crucial de la cultura popular de la CDMX. El Museo del Juguete Antiguo México representa 65 años de energía, de entrega y de ímpetu.
El proceso más sencillo para Roberto representa todo un hallazgo: caminar por las calles, las tiendas; las ventas de garage; preguntar precios, revisar los potenciales hallazgos, hacer la inversión; lanzarse nuevamente a la aventura en los tianguis de pulgas, hacer intercambios. Por otro lado, la hazaña de mantener en buen estado una colección que ya es patrimonio de los chilangos.
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Roberto es un profundo enamorado de la colección de juguetes de México, su principal sueño es que el Museo de Juguete Mexicano se conserve de por vida, desde las “chacharas” hasta los juguetes más valiosos. ¿Por qué? Porque cada objeto tiene una historia. Él se siente orgulloso de ser un coleccionista único en su tipo: dedicado, tenaz, disciplinado, curioso y muy seguro de que su misión en la cultura de la cotidianidad y el juego trascenderá.
Antes de despedirnos, Shimizu hace hincapié en que su colección no la donará a ninguna dependencia gubernamental y que tampoco está a la venta, ya que su legado está construido con amor, por tanto solo él, a través del Mujam, es capaz de dar todo lo necesario para que se mantenga intacta y cumpla su función de democratizar y expandir la historia de los juguetes en nuestro país.
“Esta colección es un gran testimonio de lo que éramos los mexicanos y lo que podemos ser. México siempre ha sido un país especial, el ‘Hecho en México’ es color, es vida, es tradición. Quiero que se preserve, no queremos venderla a algún extranjero, quiero que se quede en México como un testimonio de la cultura popular mexicana, es un archivo en objetos, juguetes e inventos en la historia de México del siglo XX”, finaliza.