Con la reciente aparición de la película El baile de los 41, resurgió del olvido histórico la figura de Ignacio de la Torre y Mier, el afamado yerno de don Porfirio Díaz y presunto protagonista de uno de los episodios más escandalosos en la Ciudad de México a principios del siglo XX. Pero ¿qué tanto sabemos de esta historia?
Aquí te contamos todo con lujo de detalle.
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El antecedente de los 41 en la Ciudad de México
La intolerancia a la diversidad sexual
La tolerancia a la diversidad sexual es muy reciente en la historia de México y para 1901, no solo era mal vista sino considerada una aberración. Libros de psiquiatría de la época nos dan testimonio de su valoración: era considerada una enfermedad mental y muchas familias de clase media o adineradas ocultaban o prohibían las relaciones amorosas entre personas del mismo sexo. El miedo al “qué dirán” les comía el seso.
Sin embargo, en los barrios populares de la urbe la cosa cambiaba. El escritor Heriberto Frías en su libro La cárcel y el Boulevard nos habla de personajes que llevaban a cabo sus expresiones sexuales y prácticas sin tapujos ni miedo a las habladurías de la gente.
Así que era común encontrar personas trans en San Pablo Teopan (La Merced), Santa María Cuepopan (colonia Guerrero) o en el Barrio de San Juan Moyotla (San Juan, límites con Eje Central y Balderas). La historiadora Eva Martínez Román ha estudiado a fondo cómo sujetos transgresores a la moral de su época, que no ocultaban su sexualidad, están presentes en la Ciudad de México desde el siglo XVI.
Esto nos hace pensar que, de ser real la preferencia homosexual de Ignacio de la Torre y Mier, seguramente la escondería por las presiones sociales que le otorgaba su posición social.
De ahí que surja la leyenda de que el casamiento con Amada Díaz fuera una estrategia para que la gente no sospechara y pudiera llevar a cabo, dentro de la clandestinidad, su predilección sexual de forma más tranquila.
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La calle de Plateros y sus lagartijos
En la actual calle de Madero, antes conocida con el nombre de El Paseo de Plateros y San Francisco, se desarrollaron muchas de las relaciones públicas de las clases pudientes durante el Porfiriato.
Literatos y aristócratas paseaban por estos rumbos y daban un cierto aire afrancesado a la metrópoli. Los cafés, cantinas y bares fueron sitios donde se llevaba a cabo la actividad intelectual, política y cultural de la ciudad.
Pero así como había una vida social muy intensa, también personajes conflictivos y de mala fama se dieron cita en estos lugares.
Los llamados lagartijos, pollos o rotos hicieron y deshicieron por estos rumbos. Estos motes les vienen de la moda francesa que reinaba por estas épocas: de traje, bastón y bombín, bigote refinado y muy perfumados, buscaban mediante embustes enamorar a alguna muchacha de buena familia para así salir de su pobreza.
Había varios tipos: los que no provenían de familias de escasos recursos pero que no les gustaba trabajar, los que eran pobres y se hacían pasar por ricos (de ahí lo de rotos) y los viejitos que esperaban a las mujeres en la salida de las iglesias para hostigarlas con piropos.
Muchos de ellos, fueron también personas que preferían a individuos del mismo sexo, solo que por la presión de la época no lo contaban.
¿Y qué tienen que ver los lagartijos con la historia del baile de los 41? Pues que prácticamente la mitad de los que sorprendieron en el famoso baile fueran los mismos que se veían por estos rumbos de la urbe.
Dado este preámbulo de la historia ¿cómo se dio el baile que “inventó la homosexualidad en México” según Carlos Monsiváis? Va la cronología.
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¡Muy chulos y coquetones!
Días antes del evento, se pidió permiso al gobierno de la ciudad de llevar a cabo un bautizo. Cabe aclarar que en tiempos de don Porfirio no se podía festejar sin que el ayuntamiento diera el visto bueno.
La reunión tendría lugar en la Cuarta Calle de la Paz, por los actuales rumbos de la actual colonia Tabacalera, justo detrás del Monumento a la Revolución.
En esa época los límites de la metrópoli se ubicaban en dicha zona, por lo tanto, hacer el baile en este espacio tenía la intención de llamar lo menos posible la atención para poder gozar la fiesta sin problemas. Como sabemos, no sucedió así.
Ya entrada la tarde del 17 de noviembre de 1901, comenzaron a llegar los carruajes. Esto sí llamó la atención de las autoridades policiacas. Solo personas acaudaladas podrían pagar semejante transporte. De ser así ¿qué harían en un lugar tan alejado de la urbe?
A partir de estas dudas, miembros del cuerpo de gendarmería decidieron, ya en la madrugada del 18, averiguar lo que ocurría.
Las descripciones son formidables: se reporta que al abrir la puerta observaron a 41 hombres de los cuales la mitad de ellos llevaba pelucas, pechos postizos, aretes, choclos bordados, ojeras y chapas de color. Fueron detenidos a las 5:30 horas de la mañana.
Los detenidos argumentaron que las autoridades habían cometido allanamiento de morada y que no podían privarlos de la libertad, pero la acusación fue por delitos contra la moral y las buenas costumbres. Cabe mencionar que la homosexualidad no era sancionada en el código penal de la época, a todas luces se trató de un acto homofóbico.
De los implicados, los que eran adinerados movieron sus influencias para salir mediante el pago de multas; con ello cubrirían su apellido y evitarían que las familias pudientes se enteraran.
El objetivo se logró con éxito, pero los restantes, los pollos y lagartijos pobretones de las calles de Plateros tuvieron la sentencia de realizar trabajos forzosos en Yucatán.
Diarios como el Nieto de la Nación relataron que no solo fueron puestos a trabajar sino que también se les humilló mientras lo hacían.
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Don Ignacio de la Torre, ¿el número 42?
Ignacio de la Torre y Mier, esposo de Amada Díaz, fue implicado en este escándalo aunque no existe evidencia alguna de ello. La causa principal de esta acusación fue porque los territorios donde se llevó acabo el famoso baile de los 41 estaban muy cerca de su propiedad.
También lo relaciona la supuesta cercanía con algunos de los detenidos ricachones, como es el caso de Antonio Adalid, quien fuera ahijado de Maximiliano de Habsburgo y conocido en los rumbos de Plateros con el apodo de Toña la mamonera.
De ser cierto, es imposible asegurarlo ya que no queda ningún indicio de la época que lo señale, solo el chisme histórico que tanto nos gusta y que la mayoría de las veces se convierte en verdad innegable.
Otro de los supuestos rumores es el intenso enamoramiento de Ignacio de la Torre con el Caudillo del Sur quien, durante una época de su vida, trabajara de caporal en la Hacienda del Caballito.
El inicio de este rumor se debe a un supuesto diario de Amada Díaz donde se describe cómo “Ignacio y Emiliano entraban a las caballerizas por las tardes a revolcarse”.
Esta información es ficticia y probablemente venga en su totalidad de la obra de Ricardo Orozco llamada Album de Amada Díaz, aunque no falta quien le abona un poco de su cosecha.
De lo que realmente se sabe es del odio que tuvo Zapata a Ignacio de la Torre, incluso se comenta que una de las frases del revolucionario, al terminar su labor en la hacienda fue “Los caballos de Ignacio de la Torre viven mejor que los campesinos de Morelos”.
Lo que sí podemos asegurar es que la existencia de Ignacio de la Torre no fue miel sobre hojuelas. Los motes como el de el yerno de la nación, el yerno de su suegro o el 42 hacían referencia de no tener ningún tipo de mérito propio.
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Siempre se habló de su matrimonio y de la vida separada que realmente llevaba con Amada Díaz.
A pesar de su inmensa riqueza, se mostró opositor al régimen aunque esto de nada le valió. Fue apresado durante la Revolución y llevado a Lecumberri por Venustiano Carranza. Tiempo después fue liberado supuestamente por favor de Emiliano Zapata y de las súplicas de la hija del general Díaz.
Murió en Estados Unidos en 1918. Según se dice, debido a una operación urgente por ciertos problemas de hemorroides.
Al final y, como se darán cuenta, queridos lectores, don Ignacio de la Torre fue polémico hasta el último día de su existencia.