La casa de mi abuela estaba llena de Cobertores San Marcos, ya saben, esas pesadas cobijas, con dibujos exóticos de animales, que son capaces de calentar las noches más frías. Quizás fue su forma de traer un pedacito de esta tierra a la capital, ya que es de Aguascalientes al igual que esta popular marca, o simplemente una moda que adoptó de allá. De cualquier modo, estas frazadas se convirtieron en una especie de tradición familiar: Cuando sus hijas comenzaron a casarse, estos cobertores se fueron a resguardar sus hogares. Así llegó a mi casa una que lucía un águila real, una de león y otra más de una leona con su cachorro —ay, mi querida “pelusa”—.

Si no las conociste por tus abuelos o papás, seguro las has visto en algún meme. Incluso Homero Simpson y Pikachu tienen su cobija de tigre para dormir bien calientitos. Todos —puede que con excepción de algunos chavitos gen Z— ubicamos los Cobertores San Marcos como la cobija mexicana por excelencia. Su popularidad viene del bajo costo de estos, además de que su fabricación y materiales eran de excelente calidad. “Un San Marcos dura toda la vida” decía mi abuela. Pese a que su historia fue fugaz, se encuentran arraigadas en la memoria de los mexicanos.

Don Rubén, vendedor de cobijas en la Meche, respalda las palabras de mi abuela “Son pa’ toda la vida. Aquí vuelan hasta los que no son originales, la gente los busca porque son bien calientitos, nomás con uno de esos ya la armas chido”. A ver, a ver, ¿cómo que no son originales? Resulta que la entrañable fábrica de San Marcos cerró hace varios años, por lo que ya no se encuentran a la venta cobertores nuevos originales. Nom puedem ser.

“Los San Marcos son raros de encontrar, nosotros comerciamos Providencia, La Palestina, también de maquilas chinas que se volaron la idea con nuevos diseños”, dice el señor Rubén. Pero no todo está perdido, la memoria colectiva mantiene con vida estos emblemáticos cobertores a través de los años, al igual que sus duraderos materiales: “A veces llegan a la paca. En la San Fe hay muchos pero hay que rascarle”.

El nacimiento de la cobija de tigre

La historia de estas emblemáticas cobijas fue breve. Tras abrigar a las familias mexicanas a finales del siglo XX, Cobertores San Marcos sufrió un paulatino ocaso que terminó en su desaparición. Su origen se remonta al barrio de San Marcos, Aguascalientes, ahí donde se encuentra el jardín que lleva el mismo nombre. En 1970 Jesús Rivera Franco —jalisciense que habitaba en esta colonia— se obsesionó con crear una cobija que todos los mexicanos amaran y que resistiera las temperaturas más gélidas. Tras viajar a Europa encontró el material perfecto para hacerla realidad: poliéster.

Así comenzó con los experimentos, prueba y error, hasta conseguir la cobija de sus sueños: un cobertor jacquard, duradero, abrigador y con un estilo distintivo. El tejido era hecho en enormes telares mecánicos que tejían diseños de animales exóticos y motivos prehispánicos, el borde de la cobija estaba remachado con precisión para evitar que se deshilachara, mientras que el toque final era una sencilla etiqueta donde se leía “Super cobertor blanket San Marcos” junto con el dibujo del famoso arco de este jardín.

Estas cobijas pesaban entre dos y tres kilos cada una debido al intrincado tejido. Para que te des una idea, dormir con una de estas es similar a utilizar una cobija contra la ansiedad, ya que su peso te hace sentir contenido y abrazado. Puede que parte de su fama haya sido esta, su estrecha relación familiar, así como la analogía del apapacho que produce el calor del hogar.

La popularidad de estos cobertores fue en ascenso. En los ochentas la gente del centro y norte del país compraban las famosas cobijas para protegerse de las inclemencias del frío, más tarde comenzaron a ser exportadas a los Estados Unidos, donde eran vendidas en almacenes y tiendas departamentales. Se cree que fue gracias a los inmigrantes que las cobijas atraparon la atención del vecino del norte, ya que en sus casas era posible encontrarlas, además, eran perfectas para las nevadas que suscitaban en este país.

¿Pues qué pasó con los San Marcos?

Gorilas, lobos de montaña, águilas reales, tigres al acecho, leones, guerreros aztecas, gorilas… la imaginación era el límite, cualquier animal y motivo prehispánico entraba en los diseños de estos cobertores. Para los noventas había más de 10 fábricas de Cobertores San Marcos trabajando, sin embargo, la voracidad del comercio acabó devorando a la empresa hidrocálida. Con la entrada de materiales más ligeros, modernos y económicos de Asia, el mercado de los cobertores decayó. El proceso de fabricación con telares ya no era redituable, así que en 1993 fue vendida a Cydsa, de Monterrey.

Durante 10 años más las fábricas continuaron dando batalla, hasta que en 2004 Cobertores San Marcos cerró definitivamente. Los hidrocálidos recuerdan este momento, ya que las emblemáticas cobijas habían puesto en el mapa a la pequeña ciudad. “Todo Aguascalientes conocía su historia de éxito, y en ninguna casa faltaban estos cobertores. Se convirtió en una tradición”, comentó mi mamá. Hoy en día son un artículo de colección, de esos que atesoras porque sabes que ya no encontrarás otro igual.

Cobertores tipo San Marcos

Si te gusta pasear en la cháchara, seguro te has encontrado cartulinas donde se lee “Cobertores San Marcos”, incluso en Mixcalco es común hallar enormes puestos que se jactan de tener los originales. Atento, lo cierto es que con la entrada de las famosas “máquinas japonesas” y nuevas formas de manufactura económica, ahora es más fácil reproducir este tipo de frazadas. “Las chinas o de la Palestina son más modernas, están ligeras y traen las caricaturas de ahora, carros, a los Minion”, comenta Guadalupe, marchanta del tianguis.

El mejor consejo es ponerse vivos, checar bien el producto antes de hacer la compra: “Lo que vale es que abra bien los ojos. Algunos dicen que son San Marcos pero los dan bara, entre $150 y $180. No falta el abusado que dice que tiene unos guardados y te lo dan a precio de colección”. Revisando las etiquetas de los cobertores, la marca que más aparece es La Palestina, una empresa mexicana dedicada a todo tipo de frazadas y que se convirtió en una digna competencia para los hidrocálidos.

La Palestina abrió en el Centro Histórico con venta de pantalones en 1906, para 1960 le entraron a los ponchos y cobijas, y para 1980 a los cobertores jaqcuard con figuras de animales… ¡Los Cobertores San Marcos, pues! Según la operadora que atiende una de sus líneas telefónicas, este modelo es su emblema y han realizado más de mil diseños diferentes a lo largo de su historia; además, se encuentra entre los más vendidos. Vaya, vaya Tacubaya.

Por otro lado, desde hace un par de años apareció otra empresa hidrocálida con el nombre Cobertores San Marcos, que utiliza el mismo logo con los arcos del jardín y se jacta de ser la original. Achis, achis, los mariachis. De acuerdo a su catálogo, manejan la clásica cobija de animales pero actualmente se encuentra agotada. Tras preguntarles acerca de su historia a través del número telefónico que tienen disponible dejaron de responder, así que este misterio se quedará pendiente.

De San Marcos a San Juan

Mientras son peras o son manzanas, aún es posible encontrar cobertores San Marcos originales en algunos tianguis de la ciudad, como el chido de la San Felipe de Jesús — uno de los tianguis más grandes de Latinoamérica— o en el de San Juan —otro que se pelea el título de el más grande—. Según el señor Rubén, en las pacas suelen llegar estas piezas, pero no son tan comunes.

Siguiendo la pista de los famosos San Marcos preguntamos a un vendedor de paca de San Juan si había visto estos cobertores en el tianguis: “La neta no, o no me fije, no es algo que se mueva mucho porque la gente prefiere uno nuevo y barato. Como los de Mixcalco y el Centro”. Más adelante, donde empiezan los puestos de cobijas y edredones —cerca del metro Guelatao—, una marchanta nos dijo que no se mueven mucho porque la gente no conoce su valor y prefieren malbaratarlos.

“Los edredones nuevos se van hasta en $200, la gente le da asco uno usado aunque sea de calidad. Ahorita no han salido los cobertores (San Marcos) porque no se mueven tanto. Bien vendido se van hasta en $350, así sin detallitos o manchas. Más que nada se los llevan por nostalgia, gente mayor o que porque les recuerda a alguien”, finaliza. Nosotros no tuvimos la suerte de encontrar uno, pero tampoco recorrimos los más de 2 km de tianguis. Para entrarle bien a la arqueología moderna de San Juan hay que venir con alguien que conozca el tianguis.