Diez mil personas. Eugenia León, Lila Downs y Tania Libertad. El mariachi Guardia Nacional de la policía capitalina. Todos cantando Llorona. Así despidieron a Chavela. Así le dijeron adiós a su cuerpo. A Chavela ahí presente. A su cuerpo en Garibaldi.
Acordes de Dios nunca muere. Aplausos. Gritos. Empujones. Una ligera lluvia. A las 19:00 horas, la carroza funeraria llegó a la explanada de la plaza (con dos horas de retraso) y justo frente a la imagen de Santa Cecilia, patrona de los músicos, los seguidores de La Dama del Tequila pudieron ver y fotografiar el féretro.
La Plaza del Mariachi se convirtió en una capilla ardiente. Los ánimos de los seguidores de la Chamana se enfrentaron al tumulto de fotógrafos y camarógrafos que les impedían mirar, acercarse, tocar el ataúd arropado con un jorongo rojinegro. “¡Fuera prensa!”, gritaban. “¡Chavela es del pueblo no de la prensa!”, reclamaban
El maestro de ceremonias pedía orden.
El personal de la Secretaría de Cultura del DF encadenaba sus brazos para organizar a las dos filas de ansiosos por decirle adiós, de dolorosos que buscaban pasar unos segundos frente al cuerpo, y dejarle una rosa.
El mariachi de la policía interpretaba Amor Eterno.
Hubo tres homenajes: El oficial, con celebridades gubernamentales y de cultura protegidos por vallas metálicas, carpas y sillas, con la mejor vista del evento. El mediático, con reporteros, fotógrafos y camarógrafos que luchaban por tener la mejor imagen, e impidieron la visibilidad a los espontáneos. Y el popular, con seguidores haciendo filas por más de dos horas para ver a la dama del tequila. Aguantaron la lluvia, los empujones y el hambre. A otros no les quedó de otra que conformarse con escuchar el homenaje a través de una pantalla.
No figuraron los 100 mariachis que anunció el gobierno de la Ciudad de México, los músicos de la plaza no se unieron a la tributo; no, ellos se encontraban en busca del “jale”: del enamorado dispuesto a llevar gallo, del despechado que busca olvidar, del turista que quiere divertirse.
Una hora después, los mariachis callaron. El silencio se apoderó del homenaje mientras los técnicos ajustaban el audio para continuar con la música; sin embargo, en los alrededores de la plaza seguían las fiestas particulares. Aunque era una reunión para recordar y celebrar a Chavela Vargas, un público ansioso comenzaba a intercambiar dudas: “¿Ya cantó Lila? ¿Sí vendrá Lila?”.
Eugenia León prolongó la fiesta con la canción Flor de Azalea, minutos antes de las 9, y con las cuerdas y metales del mariachi Gama 1000 continuó con Volver volver, La bruja y Tu recuerdo y yo. Lila Downs fue la segunda en tomar el micrófono e interpretar La barca y la canción zapoteca El Feo. Tania Libertad participó con Canción de las cosas simples.
Los asistentes se apostaban frente a la pantalla, se resguardaban de la lluvia en las velarías de la plaza, y guardaban un recuerdo virtual del homenaje en sus teléfonos celulares.
Las tres cantantes y los diez mil asistentes se unieron para cantar Llorona y México lindo y querido. Despedían a la Chamana, con vasos plásticos y los botes de cerveza en alto.
El grito final: “¡Viva Chavela Vargas!”.
Se fue Chavela. Se fue quien compartía con José Alfrefo Jiménez el delirio por las mujeres y el alcohol. Se fue la última amante femenina de Frida Kahlo. Se fue quien inventó en género del mariachi sin mariachi. Se fue Chavela. Se despidió de la ciudad como se debe: en la parranda y en lunes, para iniciar con fiesta toda la semana.