Ubicada en una de las calles más antiguas de Coyoacán, los rumores dicen que pudo haber sido la residencia del conquistador Pedro de Alvarado, y después de fungir como sede de diferentes instituciones gubernamentales tras la muerte del poeta Octavio Paz, es ahora la casa de la Fonoteca Nacional.
Este lugar tiene una historia tan rica como el centenario de años y archivos sonoros que resguarda y en esta Mirada Chilanga te la contamos toda.
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La Fonoteca Nacional es el templo chilango de la memoria acústica
Aunque su ubicación puede parecer una curiosa coincidencia, en realidad fue resultado de una ardua investigación. “Se necesitaban ciertas condiciones climáticas y geográficas”, explica Pável Granados, el actual director de la institución. Una ubicación relativamente alejada de la contaminación, con un espacio que permitiera levantar la bóveda con estantería subsumida resistente a los sismos.
Además era necesario encontrar una zona poco concurrida, pues “un aspecto fundamental del sonido es el silencio”, detalla Granados. Esto se refleja en la creación del jardín sonoro de la Fonoteca Nacional que si bien cuenta con ciclos de música, tiene pausas para reflexionar sobre el papel que la afonía tiene en la acústica.
El resto del diseño de la Casa de Alvarado sigue la misma línea que permite hacer del recinto uno idóneo para garantizar el cuidado, tratamiento y resguardo del patrimonio auditivo de nuestro país, pues permite un flujo de trabajo particularmente orgánico.
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Así funciona la Fonoteca Nacional
El ciclo comienza en la parte trasera de la edificación, donde se realiza todo lo necesario para la conservación física y tecnológica del acervo. Primero, se recibe el material en el área de cuarentena para ser estabilizado y evitar el contagio entre soportes. Después de ser tratados, es necesaria la identificación de los audios para ingresar al área de diagnóstico, en la cual se valora el estado físico de la grabación con el fin de implementar su conservación y tratamiento.
El proceso de la Fonoteca Nacional continúa con el inventario, que funciona como una herramienta documental para registrar datos como el título, tipo de soporte, colección a la que pertenece, procedencia y categorías en las que se puede clasificar el contenido. Una vez hecho esto, los elementos se trasladan al área de conservación, donde primero se analizan los soportes para descubrir si el archivo sonoro tiene problemas y posteriormente pasan a la bóveda.
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El cerebro
La bóveda de la Fonoteca Nacional es el equivalente a un cofre del tesoro en el que uno se puede quedar horas examinando cada elemento. Dentro de esta 600,000 piezas de audio que incluyen cintas de carrete abierto, cilindros de amerol, LPs, discos de 78 revoluciones y más se encuentran divididas en dos pisos con temperatura controlada a 18º, aire seco y evaporadoras de aire para evitar la creación de bacterias.
Una vez aquí, se catalogan todas las piezas en un inventario para proceder con su digitalización. El acervo que ha pasado por este proceso es de 130,000 elementos equivalentes a 198,000 horas; es decir más de 22 años de reproducción continua. Pero detrás de cada minuto puede haber hasta cuatro horas de trabajo, pues el proceso requiere investigación previa que van desde el año de grabación hasta conocer cuál es la mejor forma de reproducir, grabar y optimizar el audio.
Al ser digitalizadas, las piezas que conforman el acervo de la Fonoteca Nacional son almacenadas en dos bases de datos: una en línea y otra conectada a través de fibra óptica. Este sistema de almacenamiento masivo guarda toda la información del catálogo para que, finalmente, se pueda consultar en la audioteca.
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La última integrante de la familia
¿Pero qué sucede al finalizar este procedimiento? El objetivo es compartirlo con todos los mexicanos y fomentar su uso para generar nuevos conocimientos. Así, el ciclo continúa en la parte delantera de la Fonoteca Nacional.
Esta sección es el área de difusión y además de incluir la audioteca Octavio Paz y la Sala de Lectura Salvador Novo, también se compone del auditorio Murray Schafer, en el que se realizan sesiones de escucha comunitarias, conciertos de nuevas propuestas sonoras, presentaciones de discos, mesas redondas y conferencias magistrales; la galería René Villanueva para exposiciones, las salas de capacitación Thomas Stanford y Henrietta Yurchenko y los estudios de producción y postproducción Carlos Chávez en los que se realizan los podcasts, la revista sonora y otras grabaciones que también conforman el acervo de la Fonoteca Nacional.
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El objetivo en esta área es ser un puente entre el acervo y todos los mexicanos. Traduciendo el contenido del acervo de la Fonoteca Nacional en actividades e historias, esta sección conecta al material con la audiencia que los busca, incluso sin saberlo.
Además, desde 2018, con la llegada de Pável Granados como el cuarto director de la institución, una de las nuevas medidas fue añadir un área de investigación que hace tanto un trabajo previo para identificar y seleccionar el material que ingresa, así como uno posterior que incluye realizar convenios y encontrar nuevas formas de dar a conocer las colecciones.
Con esta nueva integrante en la familia de la Fonoteca Nacional, la preservación del acervo no se queda solo en la digitalización, sino también en su uso tanto en la vida cotidiana, como en investigaciones; ahora los guardianes de esta memoria sonora también somos nosotros.
Dónde: Fonoteca Nacional (Francisco Sosa 383, Col. Santa Catarina)
Cuándo: lunes a viernes de 10:00 a 19:00 y sábados de 10:00 a 18:00
Cuánto: entrada libre
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