Fernando Rivera Calderón le hace a todo: periodista, músico y ahora poeta. Tal vez lo conoces por El Weso, programa de radio donde trabajó más de 10 años, o por Monocordio. Recientemente, publicó algo así como su tercer hijo —o se quitó una parte de él para plasmarla en un libro—: Llegamos tarde a todo, un poemario editado por Almadía. «Puse todo lo que soy en él, todo mi corazón; soy yo en papel. Si a alguien no le gusta, probablemente no le guste yo», nos contó en esta entrevista.
Llegamos tarde a todo nació de varios acontecimientos que marcaron la vida de Fernando; para empezar, dejó el trabajo en el que llevaba muchos años. «Rompí con mi zona de confort. Después de eso, me quería ir lo más cerca de la chingada que se pudiera y llegué a la Patagonia. Entre el viaje, emociones encontradas y otras contradicciones, cuando volví a México escribí el libro. Sobre todo la primera parte, donde hay poemas más largos, densos y existenciales», dice el músico y poeta, rodeado de libros y con una alegría que parece no agotarse.
Y justamente, al leer esa primera parte, llamada ‘Sí llegamos tarde a todo’, es casi inevitable pensar en los sismos que hubo en México durante septiembre. Incluso, para Rivera Calderón ha resultado muy fuerte volver a leer esos poemas, pese a que los escribió mucho antes de dichos acontecimientos.
-¿Cuál es tu poema favorito del libro y por qué?
‘Llegamos tarde a todo’, es el poema que le da título al libro, y me parece que es como un canto generacional. Hablo de mí mismo, pero hablo también a nombre de todos, que es muy abstracto, porque me refiero a los que creo que tienen esa sensación —como yo— de llegar tarde a la historia, a las cosas importantes. También me gusta mucho ‘Anagnórisis’, que es una especie de definición de yo como poeta, cómo me ubico yo dentro de la poesía.
-¿Crees que hay alguna esperanza para dejar de «llegar tarde a todo»?
Si no hubiera esperanza ni siquiera hubiera intentado escribir estos poemas. Curiosamente, creo que la esperanza en este país ha renacido de los escombros. La esperanza para mí es mantener mi corazón donde quiero que esté, al igual que mi mente y mi foco, y donde yo quiero es la calle. Creo que este libro reivindica mucho mi papel dentro de la tribu. Yo no quiero ser poeta para separarme de la calle o para volverme inmaculado; al contrario, para integrarme. Son poemas hechos para que los lean todos, no es una poesía clasista.
«La poesía le da sentido a mi vida», dice Fernando como si se tratara del amor de su vida. La emoción y el entusiasmo se reflejan en sus palabras; «hasta me colorea. La poesía va mucho más allá del lenguaje y creo que está en todo. Si tengo que definirla, es cuando las palabras son despojadas de su utilidad pragmática y las palabras se ponen al servicio de un espíritu lúdico y sagrado. Es como usar un martillo para darte una caricia, es liberar a las palabras del yugo del sentido».
Para el músico, el mayor reto de escribir este poemario fue publicarlo, a pesar de que escribe desde que tiene memoria. «Agradezco haber llegado tarde a esto, porque creo que a esta edad maduro un poco las ideas». Muy seguro, dice que no se arrepiente de mostrarle su poesía a todos.
-¿Le temes a la crítica?
No le temo. No estoy inventando una forma de escribir, es como yo escribo desde hace muchos años, es mi sentido del humor. Me sorprende a veces la crítica y por supuesto que me interesa saber qué genera el libro. La que me parece insostenible es la crítica que piensa que, porque no soy una persona que viene de la alta poesía o de la academia, no tengo derecho a escribirla. O este argumento de que ahora cualquiera puede escribir poesía. Pues sí, sí soy cualquiera y creo que cualquiera puede hacerlo, puede leerla y sentirla. La poesía no nació para dividir a la sociedad, nació para entenderla y hablar de ella. Hay críticas que reflejan un clasismo intelectual. Esas no me las compro ni me asustan; al contrario, me enternecen y me apena un poco que haya personas que piensen que la poesía y el conocimiento solo son para algunos. Algunas críticas dicen eso sobre mi libro, pero lo mismo me dijeron cuando empecé a hacer música y periodismo musical. Lo que uno quiere hacer y lo que uno piensa sobre sí mismo no está en juego por lo que te digan los demás.
-¿También haces poesía con la música?
Sí, totalmente. Es otro tipo de poesía, tiene otras reglas, pero finalmente el poema es un canto. La palabra para mí es un canto seco. Yo creo que los humanos cantamos antes que hablar. Cuando le dieron el Nobel a Bob Dylan fui de los primeros en celebrarlo y recibí el embate de muchos escritores. Me parece tan egocéntrica y egoísta esa visión, porque por supuesto que la música nos llena de literatura todo el tiempo. El que haya malos compositores es otra cosa, pero por cada Lora tenemos un Lara y por cada León Larregui tenemos un Jaime López.
¿Qué disfrutas más: escribir música, poesía o hacer periodismo?
Mis últimas experiencias me han vuelto un poco uraño. Disfruto mucho la soledad de escribir, pero quizá porque pasé mucho tiempo metido en una cabina con personas con las que no quería estar. Me gusta mucho tocar y ahora lo que más me satisface es escribir. Es lo primero que recuerdo desde que era niño, me imaginaba como escritor, hacía mis libritos y en la contraportada escribía «Próximamente nuevo libro de Fernando Rivera». Para mí esto empezó como un juego. Lo sigue siendo, pero es un juego que amo y respeto y significa todo en la vida.
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