Leyendas chilangas: El fantasma de la Basílica de Guadalupe
Diversos sitios de la CDMX guardan escalofriantes leyendas, pero pocos conocen la historia del fantasma de la Basílica de Guadalupe
Por: Karla Almaraz
En la CDMX hay muchos lugares que ocultan leyendas aterradoras, sobre todo aquellos que diario reciben a millones de chilangos y turistas. Ésta es la historia del fantasma que habita la Basílica de Guadalupe.
Es uno de los lugares más concurridos de la Ciudad de México –y no sólo el 12 de diciembre–. Su estructura actual nació el 12 de octubre de 1976; sin embargo, existe otro edificio que fue construido muchísimos años antes, conocido como «la antigua Basílica».
Desde que ese viejo edificio se construyó, por ahí del año 1709, millones y millones de personas han visitado el lugar con el propósito de cumplir mandas, elevar oraciones o sólo turistear. Sin embargo, hay un visitante que ha logrado llamar la atención de todos por el «pequeño» e «insignificante» detalle de que ya no está vivo.
Según se cuenta, el fantasma de una mujer visita con frecuencia la casa de la Virgen de Guadalupe. Antes que alguien pueda verla en el recinto, es común que se escuche un ligero tintineo de campanas, cuyo origen nadie ha podido descifrar.
Se dice que siempre lleva entre las manos una o dos velas. Son «mágicas» porque no se apagan ni con la lluvia ni con el fuerte viento que llega a presentarse en la Ciudad de México. Se pasea por las inmediaciones de la Basílica, visita tanto el antiguo edificio como el nuevo y se dirige con decisión a alguno de los altares. Entonces se pone a rezar con fervor, sus plegarias suelen ser escuchadas por los visitantes, pero nadie se atreve a mirarla de frente. Después, la mujer se dirige a los altares, a veces a pie y otras de rodillas, y deja alguna ofrenda.
Una vez que termina su ya conocida rutina, se levanta y –literalmente– atraviesa las paredes o se mete en accesos cerrados. Algunos incluso aseguran que a veces desaparece así nomás.
Hasta ahora nadie conoce la historia de la mujer ni el motivo por el que siga acudiendo a la Basílica. Muchos creen que está cumpliendo una manda –eterna– o que tiene muchos pendientes por arreglar en este mundo antes de poder, por fin, descansar en paz.