La velocidad del zoom del horizonte

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Nena, dame un zoom.(Expecial )
En un lugar de la galaxia, en una nave a la que llaman El Animal, deambulan personajes que son producto de la cabeza de los tripulantes. Son los “visitantes”. Con ellos se convive diariamente; aparecen y desaparecen y los tripulantes pueden incluso enamorarse de ellos. Pero no son reales. No son humanos...

Por Roberto Marmolejo

En un lugar de la galaxia, en una nave a la que llaman El Animal, deambulan personajes que son producto de la cabeza de los tripulantes. Son los “visitantes”. Con ellos se convive diariamente; aparecen y desaparecen y los tripulantes pueden incluso enamorarse de ellos. Pero no son reales.

A partir de Solaris, la famosa novela de Stanislaw Lem, Héctor Gaitán, joven actor y dramaturgo mexicano, ha escrito una obra que da vueltas sobre temas trascendentes sin perder su esencia dramática: la soledad, los recuerdos, la imposibilidad del amor pleno y el terror de lo inhumano.

Para su fortuna, Martín Acosta tomó el texto y lo convirtió en un montaje inquietante: a partir de un estupendo juego de luces y algunos props, construye atmósferas densas y emocionales no para contar una historia, porque, de hecho, no hay más que una anécdota mínima en este texto, sino para recrear los cuestionamientos del dramaturgo.

Quizá por eso, a veces el ritmo cae y el flujo dramático  se entorpece. Las ideas van y viene en una especie de loop, pero los actores, de primerísima, salvan el obstáculo. Como siempre, Úrsula Pruneda destaca por su versatilidad y rango emocional; Raúl Villegas tiene un personaje a medida, sin desperdicio para su músculo actoral; Tomás Rojas, casi siempre disparejo, está a nivel.

Un reconocimiento obligado es a Miguel Moreno, responsable del diseño de iluminación y el artífice escénico, porque sin su talento esta obra perdería su contundencia dramática.