Teatro HelénicoAv. Revolución (a dos cuadras de Altavista) 1500 Entre Calle del Río de San Ángel y Fernando Villalpando Col. Guadalupe Inn |
Tel. 4155 0919
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HorarioViernes a las 19 y 21:15 hrs, sábados a las 18 y 20:30 hrs, y domingo a las 17:30 y 19:45 hrs. DesdeUsuarios: |
Precios
TC: Todas
Boletos en taquilla |
Por Roberto Marmolejo
No es común que en la cartelera teatral chilanga, coincidan dos obras de un mismo autor. Y menos de uno como Arthur Miller, autor de clásicos del teatro contemporáneo como La muerte de un viajante, Después de la caída y Todos eran mis hijos. Y es que la obra del dramaturgo estadounidense, en apariencia sencillos melodramas, exige un trabajo muy fino y preciso de dirección y actuación.
En un primer acercamiento, Panorama desde el puente parece –y sólo parece– una obra realista; pero algo desestabiliza esta idea: la historia ya sucedió, está en el recuerdo del abogado Alfieri, testigo y narrador de la tragedia de Eddie Carbone, el protagonista de Panorama.
Para rizar el rizo, hay dos planos en la obra a los que el espectador debe estar atento: lo que se dice y lo que se siente. Es esta tensión la que soporta la obra: ¿En qué momento se hablará de lo que pasa en la casa de Eddie Carbone? ¿Y qué va a suceder cuando eso pase?
A tal complejidad es a la que no responde el nuevo montaje de Panorama desde el puente. Principalmente porque los actores –estrellas de las telenovelas– no tienen la capacidad para abordarla y los vericuetos emocionales de sus personajes, quedan reducidos a gestos superficiales. José Solé –director– apostó por un reparto más popular que solvente, quizá por exigencia de la producción y la taquilla. Ni Mauricio Islas (Eddie), ni Sara Maldonado (Catherine) ni Fabián Robles (Marco) tienen el músculo actoral que los personajes de Miller exigen. Pero tampoco Lumi Cavazos (Beatrice) ni Mauricio Martínez (Rodolfo), con más tablas teatrales, pueden ir más allá del tono melodramático telenovelero. Y es donde el desgaste de don José Solé en el teatro comercial, se nota más y la torpeza del movimiento escénico, su prueba más contundente.
Para rematar: el final original ha sido cambiado por el suicidio de Eddie que escribió el guionista Norman Rosten, para la película de Sidney Lumet basada en la obra. ¿Por qué? Misterios sin resolver. Lo peor: surte un efecto moralizante –lejos de la intención de Miller– que redondea una idea que –sospecho– subyace en este montaje: las mejores obras siempre se pueden convertir en malas telenovelas.