Eréndira Derbez aprendió a leer con Mafalda. De niña quiso ser detective privada y también cantante de ópera y pintora. Antes de hablar ya dibujaba. Cuenta que con eso su mamá la mantenía entretenida en las reuniones. Era una apasionada de los libros de arte: su abuela tenía una gran colección en la sala y ella podía pasar horas hojeándolos.
Nació en 1991 en la Ciudad de México y ha radicado en Zacatecas, Veracruz y Cataluña. Le gusta jugar futbol, leer y ver películas. Adora ir a cafés con amigas, visitar exposiciones, caminar y pedalear por la ciudad. Disfruta conocer nuevos lugares, desde restaurantes sofisticados hasta puestos callejeros.
“Siempre fui un poco solitaria –confiesa–, para mal, yo creo. Estaba muy encerradita, pero jugaba con mi hermano. Mi cama fue un tapanco arriba de mi clóset, así que casi no recuerdo lo que era tener una cama normal. En mi casa siempre hubo perros, instrumentos y libros. Agradezco mucho el acceso a libros y revistas: fueron una ventana muy grande y me hicieron apasionarme por las viñetas”.
Estudió Historia del Arte, y hoy en día ilustra, escribe, y mira mucho las redes sociales, donde sigue a ilustradoras, fotógrafas y artistas. Todo lo que ve se le queda prendado en la memoria. Encuentra inspiración en John Berger, Jan Vermeer y Joan Semmel. Admira a Alba Marina Rivera, Yuko Shimizu, e ilustradoras mexicanas como María Conejo, Maremoto, Martha Muñoz y Emilia Schettino.
El confinamiento le ha hecho repensar su vida cotidiana; algunos de sus sueños son intranquilos, otros todo lo contrario: “Hay un sueño que he tenido algunas veces desde pequeña, en el que me sumerjo en el mar y siento el agua como cosquilleo. Es bastante relajante; cuando pasa me pone muy contenta”.
Plumbago, su estudio, recientemente se mudó, pero por la pandemia no ha podido estrenarlo en su nueva ubicación. Su último trabajo es el libro No son micro. Machismos cotidianos (Grijalbo), en coautoría con Claudia de la Garza.
“Decidimos llamarlos machismos cotidianos y no micromachismos, porque tienen implicaciones gigantescas. El prefijo micro hace que no parezcan tan problemáticos. El libro ha sido bien recibido y eso me emociona. Me gustaría que sirva como caja de herramientas para muchas mujeres, que aporte como un texto de divulgación, y si alguien comienza a leer sobre feminismos con este libro, ojalá que sea uno más de la gran bibliografía que hay sobre el género”.
Preguntas
Si fueras un animal, ¿cuál serías?
Si pudieras dibujar tu voz, ¿cómo se vería?
¿Cuál es tu rincón preferido de tu casa?
Dibuja a una de las mujeres que más admires. (Mi abuela Peque)
Checa este y otros contenidos totalmente gratis en Chilango de julio