Las fotografías de Atonatiuh Bracho son registro y objeto de colección. Si, como escribió Susan Sontag, “fotografiar personas es violarlas, pues
se las ve como jamás se ven a sí mismas”, nos ha hecho poseer simbólicamente a Gabriel García Márquez, Francisco Toledo y Ricardo “El Finito” López, entre muchas otras personalidades.
Para él, efectivamente una imagen vale más que mil palabras y la fotografía importa como documento histórico, testimonio gráfico de un evento o época, aunque se ha llegado a poner en duda la veracidad de ciertas fotos históricas. Por ello, recomienda leer a Joan Fontcuberta.
Chilango: Actualmente, ¿en dónde está el reto para la fotografía?
AB: Nos enfrentamos a muchos retos. Hay mucha competencia, teléfonos inteligentes con mejor óptica y mayor calidad, infinidad de marcas y modelos en cámaras.
A pesar de estos elementos y aplicaciones, sigue faltando creatividad, experimentación y producción artesanal. La gente —no toda— se conforma con muy poco, con más de lo mismo. El reto está en reinventarnos. Hacer una pausa, meditar e imaginar para poder proponer algo nuevo. No es una tarea fácil.
Chilango: ¿Qué te parece el hecho de que cada usuario de smartphone tenga en la mano una cámara?
AB: Me parece una gran herramienta para estos tiempos; todos tienen en sus manos la posibilidad inmediata de experimentar… La cuestión es el uso que puede dársele y la intención. Con la inmediatez de las redes sociales, subir una foto de algún acontecimiento puede aportar o destruir.
Chilango: ¿Qué buscas en tus fotos?
AB: Poder sentir algo. Puedo tener mi cámara en la mano pero primero observo, después miro a través del visor, me muevo con la cámara pegada al ojo, entonces decido y tomo la fotografía, incluso con personajes.
Si no siento, no disparo. Quiero que la gente sienta algo al ver mis fotografías, conmover, pero eso llega solo. Muchos dicen que mis imágenes son nostalgia, melancolía.
Atonatiuh Bracho nació en 1974 y desde muy joven acompañaba a su abuelo, el pintor, muralista y grabador mexicano Ángel Bracho, a comprar su material de trabajo en una tienda de la calle Bolívar, en el Centro Histórico.
“Recuerdo el olor del lugar, a ‘viejo’, y a mi abuelo recargado en el mostrador de madera y vidrio. Después caminábamos y me llevaba a comer al Café de Tacuba —relata—. Desde niño me inspiró verlo trabajar en su oficio todos los días, con disciplina, concentración y dedicación sorprendentes”.
Por ello, el Centro Histórico es su lugar favorito de la Ciudad de México y también el que más le gusta fotografiar: por los personajes que encuentra caminando, los edificios y museos emblemáticos, su aspecto de noche cuando los locales cierran.
“La vista desde el mirador de la Torre Latinoamericana, escuchar los murmullos de la gente en la plaza de Bellas Artes, la Alameda, los gritos de los vendedores ambulantes, el organillero sentir el viento”.
Por influencia de su hermano Juan, Atonatiuh llegó a la fotografía, “un oficio que requiere mucha dedicación, trabajar todos los días, dejarte ir con todo”, señala este chilango que vive entre San Miguel de Allende y la capital.
Si bien tenía intenciones de estudiar artes plásticas en La Esmeralda, cursó un semestre de Diseño gráfico y se salió para estudiar en la Escuela Activa de Fotografía. Inmediatamente lo becaron y participó en tres exposiciones colectivas y una individual.
A los 22 años ya era editor de fotografía de soft news en el periódico Reforma. “Aprendí muchísimo ahí. Me pagaban por hacer lo que más amaba”.
Chilango: Para ti, como fotógrafo, ¿de qué forma han cambiado los medios?
AB: El cambio que se dio de la fotografía análoga a la digital fue difícil para muchos de nosotros. Yo me tardé, mi proceso fue lento, me resistía; a la fecha sigo utilizando película 120mm (formato medio) y polaroids.
Ahora todo es un poco más frío, más impersonal; la relación con los editores, con el director de Arte. Extraño aquellas juntas donde nos reuníamos en una sala de la redacción para planear un proyecto.
Chilango: ¿Tienes una sesión favorita?
AB: Tengo varias. Pero definitivamente una muy importante fue con Ana Claudia Talancón para el primer número de Chilango, todo un reto.
¡Imagínate, Ana completamente desnuda sobre una “cama” de chiles rojos! Llegaron 16 cajas al estudio en un camión de la Central de Abasto. Tuvimos dos asistentes para limpiar y dar brillo a cada chile que sale en la toma, y realicé la fotografía trepado en un andamio para poder estar completamente cenital.
La foto de desnudo de Helmut Newton, Edward Weston, Ellen von Unwerth, Richard Avedon o Francesca Woodman le atrae especialmente a Atonatiuh, quien no piensa en metas sino en aprendizajes.
“A lo largo de los años cruzas varias metas, son etapas; como en la Tour de France, vas sumando ‘puntos’. Ganas y aportas experiencia. Te caes y te levantas de nuevo. El aprendizaje nunca termina. El recorrido es más emocionante que llegar a la meta”, comenta.
Chilango: ¿A qué fotógrafos mexicanos admiras y por qué?
AB: Mencionaré a dos en especial, con características muy diferentes y propuestas poderosas e inteligentes. En primer lugar Maya Goded, reconocida en nuestro país y en el extranjero por su aporte a la fotografía mexicana y su gran trabajo: Guerrero negro y Plaza de la soledad, entre otros.
En segundo lugar, la labor incansable de Javier Ramírez Limón, gran maestro, fotógrafo e intelectual de la fotografía, impulsor de tantos proyectos. Nos inspiró y empujó para nunca dejar de cuestionarnos nuestro quehacer fotográfico y mantenernos en una búsqueda constante.
También quiero mencionar a Elsa Medina, el maestro Héctor García, Yolanda Andrade, Patricia Aridjis, Nadja Massun y nuevos talentos, como Victoria Cuevas y Anna Glennie.
Chilango: Cada vez más galerías y ferias de arte le dan espacio a la fotografía. ¿A qué crees que se deba?
AB: La fotografía siempre ha tenido un gran valor y exposición en ciudades como Nueva York, Londres, Madrid, Berlín y París.
La apreciación de la fotografía en nuestro país llegó tarde, me refiero a ferias, festivales y galerías.
Destaco el trabajo de Patricia Conde y su galería. Casa Nómada es otra galería que impulsa y exhibe tanto a fotógrafos emergentes como a los ya reconocidos.
La aportación de la fotografía al arte es invaluable; pienso en museos como el MET, el Louvre, la Tate Modern, el Reina Sofía o el Palacio de Bellas Artes, que han exhibido y dado el lugar que se merece a la fotografía, mostrando el trabajo de Henri Cartier-Bresson, Nan Goldin, Lewis Carroll, Diane Arbus, Mary Ellen Mark, Edward Weston, Josef Koudelka o Manuel Álvarez Bravo.
Chilango: Cuerpos de sal, cortometraje que diriges con Damián Comas, ha sido seleccionado en 11 festivales internacionales. ¿En qué momento te moviste al cine?
AB: Una película me sacudió en mi adolescencia, The Warriors, del director Walter Hill, y desde ahí no solté el cine. Construí y trabajé para llegar a él.
Me tomé mi tiempo, aprendiendo. Mi primer trabajo fue una campaña para Visit México donde dirigí parte del proyecto y fotografié por primera vez con una cámara RED. Me sentí realizado.
A partir de ahí no paré, me llegaron muchos proyectos y decidí también realizar los míos, quería filmarlo todo.
Chilango: En los cursos que impartes sobre fotografía, ¿cuál es la principal lección que les das a tus alumnos?
AB: ¡Que se arriesguen! Que no tengan miedo de lo que piensen los demás, que experimenten y se diviertan. Que conozcan a detalle su herramienta de trabajo, eso es muy importante. Que profundicen, busquen fotógrafos de todas las épocas y otras técnicas. Que sean dedicados en su práctica, que por lo menos tomen una fotografía cada día. Que contemplen la luz y el movimiento, que observen cada detalle y trabajen sin prisa.
Chilango: ¿De qué va el libro en el que estás trabajando?
AB: Es por mis 25 años de trayectoria. Quiero dejar plasmadas mis fotografías acompañadas de anécdotas y textos de personas que me han acompañado y guiado. Estoy muy emocionado; habrá textos de personajes muy queridos y reconocidos en el medio cultural de nuestro país. Estará listo a principios de noviembre y podrá adquirirse en librerías y, por supuesto, en la galería Casa Nómada.