Así conocióa Olga. Así se hizo de fama. Así comenzó a hacer retratos de cada vez mayorimpacto. Hasta que se topó con Michel Houellebecq, el autor de su propiahistoria. Y éste autor murió, dentro de su propia novela, convirtiendo lanovela en un thriller ameno contintes autobiográficos. Funciona, aunque a ratos flaquee.
Porque el escritor francés (el vivo, noel novelado), considerado un enfantterrible más en los juegos editoriales (¡otro más!), es demasiado conscientede su mito. Si es conocido por hacer referencias sarcásticas y cínicas al pesoque el orden social y económico tiene en nuestra vida diaria, El mapa y el territorio abusa de esto:página tras página, se nombran empresas, servicios absurdos del primer mundo,superestrellas del ámbito cultural. No es gratuito que el libro comience, porejemplo, con una escena extraña con Jeff Koons y Damien Hirst.
Se antoja, pormuchos momentos, hasta pedante.
No hay sustento alguno para minar loscaminos de la novela con tantas menciones directas; faltas de todo contexto simplemente aventadas sin discriminación marean y distraen de una estructuranarrativa que se antoja interesante (por el simple hecho de que el autor seconvierta en personaje, y se asesine), que es inteligente en la solución de losconflictos propios del libro, pero que no logra nunca ser la piedra angular detoda la obra.
Así, la visión famosamente “cínica” deHouellebecq, crítica y pesimista de todos los males de esta sociedad, fetichistade la economía de mercado y de los bajos mundos, pareciera ser lo importantedentro del texto. Más que una literatura de acción y dinámica para lospersonajes que la integran, es un ejercicio de observación medianamentehumorística en donde parece jugarse el título del “comediante más letrado delmundo”. Lástima que, en la actualidad literaria, muchos compitan por aquelpremio.
Elmapa y el territorio entretiene y se sustenta, nocabe la menor duda, pero por razones opuestas a las intenciones originales del autor. Es una novelabien fundamentada en las directrices de su historia, de ahí su recomendación. Y la prosa fluye aunque con cierta quietud: más que literatura, tratamos con unaserie de apuntes personales, sin adjetivos, que aderezan una historia abandonada.
Duele que un buen libro esté manchado porla mano de su autor. Es paradójico. Quizá por eso Houellebecq sea un rebelde,un verdadero malportado. En definitiva, no es porque habla de sexo y de marcasde bicicletas. Eso solamente aburre.
El Mapa y el territorio está editado por Anagrama. En Ghandi Miguel Ángel de Quevedo tiene un costo de $263 pesos.