Este 5 de febrero la Plaza México festeja el 68 aniversario de su inauguración en la colonia Noche Buena y con ese pretexto recorrimos los corrales para confrontar los dichos de los taurinos y antitaurinos sobre las condiciones de un astado antes de salir al ruedo.
El toreo es polémico por cualquier ángulo que se analice. Hay quienes ven arte en la suavidad del movimiento de la muleta y la embestida del toro, otros ven un espectáculo de dolor y tortura sobre el redondel.
La discusión no se concentra únicamente sobre lo que sucede en los tercios de la lidia, también alcanza los corrales, donde circulan algunas historias, rumores y creencias sobre los maltratos a los toros previos a la corrida y otras de los cuidados detrás de las puertas de toriles.
Dichos van y vienen, los antitaurinos afirman que los toros son sometidos a un aislamiento en un lugar oscuro, recorte de los cuernos, toques eléctricos, patadas en testículos y riñones, sacos de arena colgados en el cuello, diarrea provocada, vaselina untada en los ojos, inyección de inmunodepresores, colocación de sustancias que provocan ardor en las patas, banderillas con petróleo, entre otras vejaciones.
Por su parte, los taurinos aseguran que desde la ganadería reciben muchos cuidados como baños sépticos antigarrapatas, hectáreas para pastar libremente, vacunación, alimento de calidad y que viven más que una res de engorda.
Otro de los debates es quién sufre más, si la res durante un año de proceso acelerado de engorda y los tres días previos antes del sacrificio en el rastro sin tomar agua ni probar comida, o el toro bravo que vive de tres a cinco años -dependiendo de cuándo es enviado a la plaza- y los 20 minutos de estrés en el ruedo. Lo ciertos es que ambas especies serán para el consumo humano.
Dicen que a las 12 del día se abren las puertas del cielo, y a esa misma hora abren las puertas de la Plaza México para que los aficionados sean testigos del sorteo de los toros que se lidearán horas más tarde y que ellos también puedan constatar el trapío y la seriedad del encierro.
Comienza el descenso por el lado izquierdo hacia los corrales, unos pequeños cubos de acrílico protegen los bustos miniatura en bronce de figuras del toreo como José Tomás, Julián López “El Juli”, Manolo Mejía, Pablo Hermoso de Mendoza, Juan José Padilla, Manolete, David Silveti, entre otros, del artista Diegoló13 son una guía en el camino e intentan hacer más agradable el trayecto que en un tramo se vuelve oscuro y unos metros después regresa la luz natural.
Los aficionados se arremolinan y luchan por un lugar en la barda, colocan sus manos sobre la malla ciclónica para marcar su territorio y tener la mejor vista hacia los corrales donde se realizará el sorteo de la 16ª corrida de la Temporada Grande 2013-2014 de los seis toros de la ganadería de Villa Carmela, para Rodolfo Rodríguez “El Pana”, Morante de la Puebla y Joselito Adame.
Las cabezas se mueven buscando al toro, los roces entre los aficionados y los murmullos son inevitables, se hace un silencio y se escucha el trote de los bureles, alguien dice muy bajito: “¿cómo mete la cabeza? ¿remató?”.
Un hombre de saco y corbata, que pertenece a la seguridad de la Plaza México pide quietud y calma para no alterar a un toro castaño: “es que anda muy estresado no te acerques, puede rematar (en el muro) y quebrarse un cuerno”.
Hay nueve toros en los corrales, seis de la ganadería de Villa Carmela y dos de Montecristo, sin embargo, no se percibe mal olor por la presencia de este lote de astado. Ninguno se ve mal comido, todos tienen un peso promedio de 490 kilos. El más pesado es el 171 nombrado “Mr. Amigo” con 510 kilos en carnes, el más ligero es el 144 llamado “Tipazo” con 480 kilos.
Contrario a los dichos de los antitaurinos, los corrales no son calabozos oscuros, son lugares ventilados y abiertos. A la parte baja de corrales únicamente pueden acceder el Inspector Autoridad, un representante de la Plaza México, los apoderados de los toreros, el ganadero, el veterinario y el jefe de toriles.
El miércoles llegaron los toros procedentes de la ganadería de Villa Carmela, ese mismo día fueron reseñados y aprobados por la autoridad. Este domingo horas antes del medio día el veterinario de la empresa supervisó el abasto de alimentos y la salud del encierro. Son seis corrales, pero se utilizaron cuatro para reguardar a los toros. Inicia el sorteo, la primera frase es inaudible y la segunda ocasión se escucha una voz enérgica: “toro número 149 de nombre ‘Siempre Alegre’, segundo lugar”.
Con apoyo de un cabestro, sin dar un sólo golpe, pero con el amago de una larga vara y utilizando un juego de gritos desesperados “¡ándale, ándale!” y“¡hey toro, hey toro! se abren y cierran puertas del corral para que el astado entre al toril. Así sucede para los seis toros de la lidia ordinaria. Los apoderados de los matadores acordaron no pedir toro de regalo, sin embargo, hay tres reservas también reseñadas. Nadie volvió a ver a los toros hasta las 16:41 cuando saltó al ruedo “Siempre Juntos”.
Ceremoniosamente uno a uno salen los apoderados, personal de la empresa y el jefe de toriles, abandonan los corrales. Son las 13:05 y por el túnel se ve a un sacerdote que invita a los presentes a la capilla de la Plaza México para oficiar una misa para la protección de los toreros, las cuadrillas y todos los que participarán en la corrida.
Antes de la bendición final, el sacerdote pide rezar la oración del torero. Nadie de los presentes se la sabe, o bien, tenía pena por encabezar la oración. Alguien saca una estampilla y el sacerdote comienza a leer y se escucha el murmullo acompañándolo: …te ofrezco sinceramente mi actuación de este día; te suplico me guíes y ayudes para que difunda en tu nombre el arte y alegría, que si suenan en mi honor la música y las palmas, sean ante todo para ti que me apodera… Señor, que la fiesta brava y la afición siempre progresen…
Las banderillas son de madera, miden 68 centímetros, adornadas con papel y tela, tienen un arponcillo de 14 centímetros de los cuales 8 centímetros entrarán en la extremidad del palo. Las puntas de las banderillas no son bañadas en thinner o petróleo para que le duela más al toro y sacarle bravura, como piensan algunos.
En los pasillos encontramos al torero morelense y ganadero Atanasio Velázquez, quien tomó la alternativa el 5 de diciembre de 2004 frente a “Navideño” de Valparaiso, sufrió un cornada que lo tuvo al borde de la muerte el 3 de abril de 2005 y confirmó su alternativa en la Plaza México el 5 de marzo de 2006, y desde hace unos años encabeza la ganadería Atanasio Velázquez ubicada en el rancho El Rosedal en el municipio de Yacapixtla, Morelos.
Tú que has estado frente a la cara del toro en el ruedo, en los corrales y en los toriles ¿cuál es maltrato que reciben los toros? Se le cuestiona y responde: “no, en los toriles no se les toca, no se les hace nada porque se juega el prestigio de la ganadería y del matador en el espectáculo, tienen que funcionar los dos para que tengan buenos resultados”.
¿Por qué se les pica con la puya y las banderillas?
Se les pica para que la fuerza, la adrenalina y el coraje que tienen (los toros) se les baje, para que el espectáculo sea lucido y no sea de trapazos, porque tiene tanta fuerza el toro que puede llegar a ser puros trapazos. No se les ponen banderillas con gasolina, ni se les quema nada a los toros.
Se les pica para que no les vaya a dar un infarto a los toros en la plaza que eso es muy feo, para que el espectáculo sea de arte, que luzca. Las banderillas posteriores son “avivadores”, uno para ponerle un adorno en el lomo que sea bonito para la gente y la otra para que vuelvan a agarrar su ritmo cardíaco los toros y vuelvan a tener un espectáculo lucido.
¿Qué perdería la fiesta brava si no se les pica, ni banderilla a los toros?
Se perdería la calidad de la bravura de los toros. Se perderían todas las características de la lidia, que en particular no tienen un año, tienen siglos.
¿Podría eliminarse de las corridas de toros el estoque final que da muerte al toro?
Podrían ser corridas incruentas, pero es un toro que se dedica para eso, se cría para eso, es un toro de lidia.
Y Atanasio Velázquez sentencia: es una corrida de toros, la fiesta es brava y hay que seguir con la tradición.
Son las 13:55 horaas y dos mujeres de negro con gafetes ondeando nos piden que abandonemos los corrales de la Plaza México. Un golpe metálico nos despide. Los gritos de vendedores de productos taurinos sobre Augusto Rodín comienzan a coquetear con las carteras de los aficionados que ya buscan un boleto con dos horas y media de anticipación a las notas del Cielo Andaluz que marcarán el inicio de la corrida dominical.
Y como siempre, queda el eterno debate ¿Toros sí o toros no?